Vivencias de un gay

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El matrimonio homosexual conquista los Estados Unidos

En 2001, los Países Bajos (Holanda) fue el primer Estado del mundo en reconocer el derecho al matrimonio de las parejas del mismo sexo. La ley entró en vigor el 1 de abril de 2001.

En España, la ley que reconoce el derecho de las parejas del mismo sexo al matrimonio fue efectiva a partir del 3 de julio de 2005. Este año, coincidiendo con el día del Orgullo Gay celebramos los diez años en que esta ley entró en vigor. Una encuesta del 2011 realizada en España reveló que un 56 % de los ciudadanos se muestra a favor de que la unión entre personas del mismo sexo se denomine «matrimonio» y de que puedan adoptar hijos. El 6 de noviembre de 2012, el Tribunal Constitucional rechazó por 8 votos a favor y 3 en contra el recurso presentado por el Grupo Parlamentario Popular, fallando a favor de la constitucionalidad de la ley con base en una «lectura evolutiva» de la constitución de 1978, centrada en el derecho comparado y el derecho internacional de los derechos humanos. El ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón aseguró que el Gobierno acataría el fallo, de carácter vinculante, y no modificaría la normativa vigente. En 2013, el Centro de Investigación Pew declaró a España el país más tolerante con la homosexualidad con un porcentaje de aceptación del 88 %.

Con la proclamación de esta liberadora ley en Estados Unidos para todos sus Estados sin excepción tan solo hace tres días, ahora son 36 países en el mundo los que permiten el matrimonio entre personas del mismo sexo. Pero no por ello debemos olvidar los numerosos países de África, Asia y, sobre todo de religión islámica, donde la simple práctica de actos homosexuales se condena con la ejecución y muerte de los pobres infelices que son denunciados.

Siendo una gran noticia los avances logrados en la normalización de nuestros derechos y su equiparación al resto de personas sin distinción de gustos sexuales, entendemos que aún nos queda mucho recorrido por sufrir.

Por ejemplo, en Colombia están legalizadas las uniones homosexuales, pero en realidad, en la calle y en el día a día, los gais son vilipendiados, son objeto de mofa y humillación. Como mucho se admite la «desviación» de un familiar siempre que jamás se hable de ello. Esta actitud podemos trasladarla desde este país a todo el resto de naciones sudamericanas, donde el machismo sigue siendo un valor añadido para cualquier varón: por ello será valorado por los hombres y admirado por las mujeres.



¡Ya podemos casarnos! Pero... ¿realmente queremos el matrimonio? ¿No estamos los gais demasiado acostumbrados a vivir de forma totalmente independiente como para sacrificar esa libertad ―tan cercana casi siempre al libertinaje― tan solo por el hecho de que ya podemos emular a las parejas heterosexuales casándonos? Si el contrato matrimonial protege legalmente a unos hijos habituales entre hombre y mujer, ¿tiene el mismo sentido entre nosotros que raramente pensamos en tener descendencia?

Y también en el terreno íntimo hay una contradicción notable entre el optimismo que producen estas leyes liberadoras y la actitud real de los homosexuales. En lugar de incitar a todos aquellos que padecen la soledad sentimental a la búsqueda del alma que le proporcione una relación estable, formando una unión duradera y consistente, continúan como lobos solitarios a la caza del sexo instantáneo, de la conquista pasajera que agrande su insaciable colección de compañeros puntuales de cama. Cierto que las nuevas tecnologías facilitan esta actitud; en los canales de contactos la oferta es tan grande que en lugar de contentarnos en conocer a una persona en profundidad, quedamos con todos los que nos dan la posibilidad pero sin ahondar en absoluto. Nos defraudan siempre porque jamás las expectativas que nos creamos llegan ni de lejos a cumplirse. Uno es bajo, el otro es alto, aquel no se parece al de la foto, ese no tiene estilo, y pare usted de contar.

De cualquier forma, damos las gracias a los emprendedores y luchadores que con sufrimiento, penalidades e, incluso, la muerte iniciaron el camino hacia estas leyes que hoy podemos disfrutar. Pero que estas leyes no nos relajen y nos lleven a la pérdida de valores en que estamos cayendo, sino que nos ayuden a enriquecernos social y moralmente.

1 comentario:

  1. Magnifico articulo y es una pena que este apartado de actualidad no se prodigue mucho más.

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