Vivencias de un gay

sábado, 29 de octubre de 2016

172. El primo de Bilbao


En el puente del Pilar, Ángel estuvo en Bilbao visitando a sus tíosy a su primo Gorka. Esto no tendría ninguna relevancia a no ser por lo que me contó sobre lo ocurrido allí con su primo.

» Me sorprendió cuando lo vi por lo mucho que había cambiado desde la última vez que lo visité hace ya unos años. Lo recordaba como un chaval de aspecto muy infantil y ahora era una tipo más alto que yo, con una espalda ancha y su pelo rapado en nada se parecía a los rizos con que yo lo recordaba. Es algunos años más pequeño que yo pero con su aspecto actual nos hemos equiparado y apenas cuando hablas con él se puede notar la diferencia.
Después de tomar unos cortos de cerveza por Barrencalle, en la parte vieja de Bilbao, llegamos a la casa con un punto de animación que nos sentaba muy bien. Mis tíos ya se habíanacostado y fuimos directamente a nuestro dormitorio. 
¿Has traído pijama? - me preguntó Gorka.
- No, nunca duermo con pijama - le contesté - en casa siempre duermo en bolas, pero también puedo hacerlo en calzoncillos.
Antes de acabar la frase ya me había quitado los pantalones y la camisa. Me tumbé encima de la cama mientras ponía el televisor en marcha. Gorka, por su parte, puso su pijama sobre una silla y empezó a desvestirse dándome la espalda. Cuando se bajó los calzoncillos, ningún programa de la televisión hubiera podido hacerme quitar los ojos de aquel culo pequeño, musculoso y redondo que mi primo me mostraba sin sospechar mi interés por esa parte de su anatomía. Solo de imaginarme la otra parte del cuerpo que no veía, me sobrevino una erección difícilmentedisimulable bajo el bóxer.
Cuando mi primo se tumbó en su cama, demasiado pegada a la mía, por mucho que traté de tapar con la mano el estado de mi polla, mi voluminoso paquete no pasó desapercibido para Gorka y entre risas comento:
- ¡Joder primo, vaya bultazo que se te ha puesto! ¿Que estabas viendo en la tele?
- No nada, es que a veces por la noche se me pone tiesa antes de dormir.
- Ja ja , que curioso, a  también me ocurre.
Efectivamente, cuando miré su entrepierna su pijama parecía una carpa de circo de notable altura. Me moría de ganas de ver aquello sin telas de por medio. Inmediatamente pasé a la acción. Mientras me bajaba de un golpe el calzoncillo liberando mi polla de apreturas, exclamé:
¡A ver, veamos que primo la tiene más grande! 
Gorka se quedó mirando mi pedazo de carne al descubierto, su sonrisa y su picardía observando la escena, me tranquilizó y no me arrepentí de mi iniciativa. Levantó ligeramente el culo de la cama y, despacio con sus ojos fijos en mi rostro para ver mi reacción, se bajó el pijama hasta las rodillas dejando al aire un tremendo palo tieso a tope y oscilando a cada latido de su sangre.  Se puso de rodillas sobre la cama girándose hacía mí, yo le imité al instante quedándonos frente a frente a escasos centímetros de separación.
- Creo que la mía es más larga - dijo mirando una y otra - pero puede que tu capullo sea más grande, a ver descapúllate.
Bajé toda la piel dejando el capullo al descubierto, inesperadamente una gotita de trasparente líquido pre seminalsurgió de mi ranura ante el regocijo de Gorka.
- ¡Joder primo estás caliente!
- Pues si, ya te he dicho que a veces me pasa antes de dormir.
- Claro, yo lo que hago es que me pajeo y me tranquilizo - explicó mi primo mientras iniciaba despacio el movimiento de arriba  y abajo. 
Cuando yo me prestaba a hacer lo mismo, hizo algo que me dejó sorprendido por la naturalidad que mostró.
- Espera que la tengo un poco seca, préstame un poco de tu suavizante - dijo a la vez que me agarraba la polla y con el dedo se untaba del líquido que brotaba de mi agujero embadurnando su capullo.
Reaccioné al instante y pasé al ataque:
- Hay mejores maneras de lubricar la polla, tenemos unas bocas repletas de saliva.
- ¡No jodas! - exclamó Gorka con gesto divertido - ¿Estásdispuesto a mamármela?
- Tranquilo Gorka, no te mosquees, yo es que paso de etiquetas y de normas sexistas, solo pretendo pasarlo bien y punto.
- No no, si no me mosqueo, me parece estupendo, me encanta la idea - contestó a la vez que ponía su mano en mi nuca y me empujaba hacia su miembro.
Cuando más entusiasmado estaba comiéndole el rabo, se separó y tumbándome de un ligero empujón en la cama se colocó encima invirtiendo las posiciones para que las bocas de ambos recibieran las pollas en un sesenta y nueve espectacular
En un momento dado llevé mis manos hacia su precioso culo y traté de introducir un dedo en su ano. Gorka me sujetó suavemente la mano y la retiró de la zona a la vez que susurraba:
- Para eso aún no estoy preparado.
Entendí el mensaje y continué saboreando aquella larga polla que apenas podía frenar con la garganta las embestidas que mi primo me regalaba cada vez con más intensidad. Por mi parte debía concentrarme para tratar de no correrme primero, la impericia de Gorka rozándome alguna vez con sus dientes ayudaba a contenerme. Pero, de alguna manera, su inexperiencia alimentaba mi morbo, sentía que estaba desvirgándolo y esa vivencia era nueva también para , acostumbrado a gozar siempre de hombres mucho mayores que yo.
Cuando noté que Gorka estaba llegando al orgasmo, le sujeté con ambas manos para evitar que sacara el miembro de mi boca, tal como intentó, y dejé que derramara su semen dentro.  No era la primera vez que sentía el sabor,  aunque nunca tuve tanta cantidad de  aquel cálido y ligeramente agrio líquido en mi cavidad bucal. Sin cambiar de posición saqué mi polla de entre sus dientes y en pocos movimientos con la mano tuve una copiosa corrida que nos duchó a los dos primos ampliamente.
Tras limpiarnos someramente, volvimos a nuestras respectivas camas y apagamos la luz.
- Estuvo bien, ¿verdad? - pregunté para aliviar esa pequeña tensión que siempre surge tras un polvo.
- Claro, primo. Hasta mañana.
Al día siguiente esperé en la cama a que se despertara. En mi cabeza daba vueltas la idea de retomar la acción de la noche anterior. Apenas abrió los ojos, Gorka saltó de la cama a la ducha y sin dar los buenos días me dijo:
- He quedado con los amigos para ir al frontón, si quieres vienes aunque tienes que darte prisa porque ya voy tarde.
- No, mejor me quedo a pasar la mañana con mis tíos, me voy a Madrid después de comer y apenas estuve con ellos.
Nos despedimos en la puerta con un abrazo y al oído me susurró:
- Que borrachos estábamos anoche, supongo que como yo tu tampoco te acuerdas de nada ¿verdad?»

sábado, 22 de octubre de 2016

171. Belleza ajena


Cada vez que salgo con Ramiro, viejo conocido del barrio,  me acuerdo de ese mandamiento de la Santa Madre Iglesia que nos recuerda: » No desearàs a la mujer de tu pròjimo». Obviamente este chico jamàs desearia a ninguna mujer, es gay desde el momento que la comadrona le dio el primer azote al nacer y , a veces, pienso que la buena mujer se pasò con la fuerza de ese azote  dejàndolo un poco escaso para el resto de  su vida.
Lo primero que destaca cuando lo conoces es la alta valoración en que se tiene autoconsiderado, tan alejada de la valoración de los demás. Y no me refiro a valores humanos, o intelectuales, él lo que se ve es realmente guapo, con un gran tipo y deslumbrante para el resto de humanidad. Sin querer parecer cruel dejaré su descripción diciendo que es un chico normal, sin entrar en detalles como su incipiente alopecia o ese michelín contra el que mantiene una constante guerra.
Es un chico que por las redes de contactos tiene un éxito inexplicable para cualquier expectador exterior, parece obvio que en ese terreno es un lince y tiene una agraciada foto en su perfil. Cada semana dispone de una cita y, si bien no todas llegan a la cama (la realidad frente a la foto publicada tiene, aveces, ese efecto), algunas cuajan, al menos por una noche. Lo de repetir ya es más extraordinario, segùn la versión de Ramiro, su exigencia tiene un alto nivel al que ninguno alcanza. 
No me atrevo a definirlo como un simple coleccionista, porque su perfil, aún teniendo muchas coincidencias con este tipo de gais, tiene alguna variación que lo aleja un poco de esta calificación. La realidad es que son muchos los gais que cambian , no solo semanalmente, incluso diariamente de partenaire sexual.
Pero lo que realmente motiva a nuestro amigo son las parejas de todos sus conocidos. En cuanto alguien le presenta a su nuevo ligue, inmediatamente se convierte en objeto de  su deseo. Lo bueno es que sus artes en el disimulo son inexistentes, todos los que le conocen pueden observar, sin veladuras, su gesto ansioso, sus miradas lividinosas, su torpe cortejo ante la mirada disciplente  del chico que llevó al muchacho a la presencia de su nuevo admirador. Delante  de estas parejas ajenas su nivel de exigencia se diluye, no tiene ningún inconveniente el loar su belleza ante todos los presentes, incluido  aquel que le estorba a la hora de poderselo ligar .
Dada su elevada autovaloración, llega a la conclusión , lógica para él, de que si esa belleza ha sido capaz de irse con su actual pareja, él, que es mucho mas guapo, más inteligente, más joven y más encantandor, tiene el doble de posibilidades para que en cualquier momento el muchacho caiga en sus brazos totalmente entregado.
Su parte negativa es, sin duda, la reincidencia en tales despropósitos y su repetitivo discurso: «quiero una pareja como la de....y dedicarme solo a ella». Para tener pareja tendría que tratar de mantener un mínimo de tiempo los ligues de una noche, algo que nunca se ha dado por culpa de él o del otro.  Y lo de decicarse solo e esa hipotética pareja es improvable mientras las parejas ajenas le atraigan por encima de cualquier otra. 
La parte positiva su simplicidad y transparencia, todo el mundo le ve venir, lo conoce y sabe que solo es perro ladrador pero nada mordedor.
Curiosamente, Ángel, del que está perdidamente enamorado, es el único del grupo que lo toma en serio y soporta estoicamente sus aburridas tribulaciones. Nadie entiende muy bien la paciencia que Ängel despliega con Ramiro, a veces las relaciones humanas dan este tipo de incoherencias , fruto, no se si, de la vanidad por saberse admirado aunque sea por un perfil tan bajo, o simple generosidad, lo que dignificaria mucho a Ángel.

sábado, 15 de octubre de 2016

170. Crisis existencial

Reconozco que yo siempre estoy en crisis, desde que tengo uso de razón me recuerdo en plena crisis existencial. Por eso cuando alguien  me dice que tiene la crisis de los cuarenta o de los cincuenta, siento una cierta envidia porque entiendo que han vivido hasta esa edad equilibrados y felices.
Esta reflexión viene a cuento porque un compañero de trabajo, el buen Jacobo, nos tiene a todos un tanto preocupados por sus decisiones rupturistas con el pasado, fruto de la consabida crisis de los cincuenta.  En su caso la bisexualidad que siempre ha mantenido controlada agrava la situación. Lo primero que ha hecho a sido dejar su casa, alquilar un piso, aunque cerca de su mujer y sus  hijos aún en edad escolar.
Según me contaba Jacobo, un buen día hizo un pequeño paréntesis en la rutina de su vida y se miró al espejo, vio un señor maduro donde ayer había un chaval joven pletórico de ilusiones y con un montón de proyectos por disfrutar. Empezó a pensar en que el tiempo pasado era màs grande que el tiempo todavía disponible. Y le entraron las prisas. Ya no podía esperar màs, era el momento de soltar amarras y salir a navegar rumbo a todas aquellas ilusiones que , hasta ese momento, había tenido guardadas a buen recaudo en espera de que un día pudiera llevarlas a cabo. Ese día había llegado. Las cotidianas riñas entre su mujer y èl, sirvieron como pistoletazo de salida, habló con ella, con sus hijos y con sus amigos dejando su casa y todo aquello que lo retuvo hasta entonces.
Volvió a mirarse en el espejo y observó que aún tenía dos brazos, dos piernas, una cabeza con mil planes y un pene con muchas ganas de probar cosas distintas. Lo que el vidrio no reflejaba era que los brazos y las piernas ya no eran tan fuertes, que su cuerpo, aún bien mantenido por genética, mostraba carnes algo ajadas, que su cabeza había perdido aquella juvenil melena para mostrar una tenaz alopecia y que su miembro ya no era capaz de mantenerse en pie de guerra todo aquel tiempo que era necesario y el que no lo era también.
LLegò el momento de comerse el mundo, de beberse las noches y de seducir a todos aquellos que miraba de reojo cuando paseaba del brazo de su mujer. 
Vida nueva , escenario nuevo, vestuario nuevo, actitudes nuevas, todo merecía la pena para retomar el tiempo perdido. 
La esperanza de recoger beneficios cuanto antes en este cambio de vida, le daba fuerzas y le ayudaba a superar el roto que en su hogar se había producido, la autojustificación parecía funcionarle, al menos de momento.
Otras personas si que se beneficiaron inmediatamente de la decisión de Jacobo. Cuando el vendedor de coches lo vio entrar en su establecimiento y le mostró sus preferencias , ya supo que tipo de cliente era y lo sencillo que sería venderle el coche preciso. Cuando un señor maduro entraba a preguntar, el vendedor distinguía rápidamente entre el hombre práctico y coherente que buscaba un auto cómodo, amplio, sin dar importancia al diseño y el maduro en plena crisis existencial que requería un coche juvenil, a ser posible descapotable y con diseño deportivo. Sabía que a estos últimos era muy fácil contentarles, solo era cuestión de alabar su buen aspecto, muy mejorado dentro del descapotable que al final le colarà. Otros beneficiados serán los dueños de las tiendas de ropa cuando le endosen al buen Jacobo varias prendas para muchachos de veinte años que difícilmente encajaran en aquel cuerpo de cincuenta.
Y también tenemos que hablar de aquellos que sacarán partido para su beneficio de la ilusión desmedida de mi compañero de trabajo. Me refiero a aquellos cazadores de mirlos blancos tan abundantes en el ambiente de Chueca. Coleccionistas de experiencias sexuales para los que no pasará desapercibido un hombre nuevo en el entorno. Son tipos que valoran, sobretodo, la variedad a la hora de encontrar pareja para sexo, el aspecto, la personalidad, y ni siquiera el encanto, es relevante para ellos, lo importante es que sean  los primeros en «tirarse» a ese nuevo inquilino en el barrio. Saben manejar la vanidad ajena con maestría y vanidad es nuestro gran pecado principal, acrecentado en esos procesos de incertidumbre que ocasionan las malditas crisis.Y el amigo Jacobo es víctima propiciatoria para caer en las redes de todos estos buscadores.
Desconozco si existe remedio para estas actitudes mentales , yo, como he dicho al principio, vivo permanentemente en una crisis lo que me inutiliza a la hora de buscar soluciones. Pero no resulta difícil intuir algún método para , al menos , mitigar sus consecuencias. Mirar atrás puede resultar en esos momentos muy perjudicial, a no ser que solo te quedes con aquello bueno que te aportó beneficios, que te ayudó a crecer y que genera recuerdos dulces y agradables. Vivir el presente puede ser complicado cuando se ha perdido el rumbo y tan solo sabemos dar manotazos a un lado y a otro confundiendo aún  màs al timonel.  El futuro me parece la única salida factible, aglomerando ilusiones con posibilidades de ser realizadas con el esfuerzo de acuerdo a nuestra capacidad actual. Buscar nuevos caminos sin destruir los recorridos, mucho mejor manteniéndolos en paralelo con cuantos puentes sean necesarios para cruzar de un sendero a otro las veces que se deseen. 
De todas maneras la vida no queda màs remedio que vivirla y la teoría se puede quedar en solo teoría.

sábado, 8 de octubre de 2016

169. La mirada de la soledad

La noche del viernes me dejé convencer por Ángel para tomar una cerveza en uno de los locales fetiche de Chueca tras cenar una hamburguesa en un nuevo restaurante de Malasaña. La agradable temperatura de la noche en esta prórroga del verano y la oferta de dos cervezas por el precio de una, nos encaminaron hasta este remodelado local cercano a la plaza Pedro Zerolo.
El volumen de la música dejaba pocas posibilidades a la charla, ultimamente Ángel apenas me cuenta nada de su actual vida centrandose , principalmente , en los avatares que tiene que «sufrir» en su cómodo trabajo que alterna con la preparación de su texis doctoral.
Con la cerveza en la mano y la música silenciando el diálogo, pocas cosas se pueden hacer en estos sitios que no sea mirar los videos musicales en los televisores o, lo que hace el noventa por ciento de los presentes, observar a los demás asistentes, sobretodo, a los que no estan acompañados esforzándose en oir a sus amigos pegando su oreja a las bocas de estos.
Los solitarios son mayoría. De pie, apoyados en la barra o en la pared, lo miran todo. Primero a los que van llegando con la impunidad que les proporciona el primer desconcierto de los que entran buscando un acomodo o unas facciones conocidas. Despues pasean su mirada por todos y cada uno de los rostros que tienen a su alcance. Son miradas cargadas de tristeza que en ciertos momentos se iluminan cuando creen ver en otro una respuesta a su muda invitación para el contacto. 
Pero casi nunca hay contactos, los cruces de miradas suelen ser accidentales, cada uno de los que permanecen horas tras horas consumiendo a la vez su tiempo y su cerveza, buscan unos rasgos concretos que son los que, en su mente, les alimenta la esperanza. Buscan rostros que les recuerde a aquel primer amor que el tiempo deglutinó, o a ese novio cargado de promesas y proyectos que nunca se llegaron a realizar, o a aquel muchacho que en un encuentro furtivo le proporcionó la mejor noche de sexo recordada. Pero ninguno de ellos está allí, ni llegaran. 
Las caras que ven ,una y otra vez, son los desconocidos de siempre, los que ven cada noche que salen del silencio de su casa para entrar al silencio ruidoso de aquel local.
El lugar se va llenando según avanza la noche, los clientes solitarios se van turnando, los que llegan ocupan el lugar de los que se marchan con la derrota sobre sus caidos hombros. Algunos me ven con un atisbo de envidia por el juvenil y bello aspecto de quien me acompaña. En este tipo de locales un chico como Ángel resulta un motivo de deseo tan inalcanzable que pocos lo contemplan.
Cuando observo a estos seres aislados me produce mucha tristeza, apenas puedo entender porqué vuelven cada vez a por esa cerveza que solo les causa frustración. 
Quizás se sientan acompañados tan solo por la cercanía física de otros solitarios como ellos en los que, únicamente, la coincidencia de sus gustos les une. O su razón sea ir a un lugar donde se vean seguros a la hora de poder mirar a otros hombres sin temor a equivocarse y alimentados con la ilusión de salir , por una vez, acompañados.
Pero ¿como encontrar compañía si ni siquiera hacen el intento de aproximarse y , mucho menos, tratar de iniciar una conversación?
LLevan una carga de pesimismo tan grande que su terrible peso les impide cualquier acción que modifique sus sinergias.
Todas estas reflexiones ante lo que veo me asustan . Me da miedo verme en la tesitura de estos hombres en el futuro hacia el que voy caminando.
Le pido a mi acompañante que salgamos de allí antes, incluso, de terminar nuestra segunda consumición. El aire y el silencio de la calle me tranquiliza. 
Acompaño a Ángel a la puerta de su discoteca juvenil favorita y doy por finalizada la noche pensando en las grandes amarguras que la movida y alegre noche de Chueca esconde.

sábado, 1 de octubre de 2016

168. El ardiente peluquero

                                            

Soy persona de costumbres repetitivas, siempre que puedo. Respecto a el peluquero comparto la manía de casi todos mis amigos de mantenar siempre el mismo. Uno piensa que ya te ha tomado bien la medida y te da tranquilidad conocer previamente el resultado.
Con esa actitud acudí a mi peluquería  de siempre, al llegar vi que el peluquero era totalmente desconocido para mi. Me informó el muchacho que el titular no podría ir en unos días y le había dejado a él como único encargado.
Sopesé la idea de volver en otro momento pero la amabilidad y el agradable aspecto de este nuevo peluquero me decidió a quedarme y poner mi cabeza en sus manos.
Cuando me ayudó a quitarme la chaqueta pude comprobar que me sacaba más de una cabeza en altura, la comparación de su ancha espalda con la mía también me dejaba en lugar inferior y su blanca sonrisa iluminaba un rostro de mandíbula cuadrada y ojos color de miel.
Apenas tomé asiento puso su enorme mano sobre mi cabeza y enmarañó mi pelo a la vez que me daba un peine:
- Peínate como acostumbras y sobre ese peinado te daré ideas de como podemos combinar tu cara con tu pelo, según mi opinión.
Esa especie de masaje a lo bestia en mi cabeza me produjo una extraña sensación demasiado placentera para lo breve que fue. 
Una vez nos pusimos de acuerdo en cuanto al corte, se puso a la faena con diligencia. Me gustaba el desparpajo con que manejaba la tijera, sus manos tocaban mi cabello con una sensualidad que yo pensé en que era solo idea mía. Pronto pude confirmar que la magia que intuí se estaba haciendo realidad. Cuando se colocaba a trabajar a uno de mis lados, su cercanía era tan ardiente que resultaba imposible no sentir la calidez de su cuerpo inundando todo mi costado. Por puro instinto separé mis brazos del cuerpo, apoyados en los reposabrazos, de forma que mis codos quedaban ligeramente por fuera del sillón y según mi cálculo deberían quedar a la altura de la bragueta del muchacho. Efectivamente, esto lo pude corroborar en la siguiente cercanía del peluquero. Mantuve el contacto temeroso de que , una vez se diera cuenta el hábil peluquero, se retiraría inmediatamente y yo quedara en evidencia. Pero, no solo no se retiró, a partir de ese momento comencé a notar como aquella parte de su cuerpo, blanda en un principio, se fue endureciendo paulativamente y sus movimientos ,teóricamente necesarios para hacer su trabajo, subían y bajaban lo necesario para que mi codo recorriera  pefectamente la circunferencia del grueso cilindro que bajo aquel ligero pantalón de uniforme había surjido para mi gozo.
El muchacho continuó con su trabajo como si no pasara nada, una vez por el lado derecho, otra por el izquierdo, mis codos recorrian la dura forma en toda su extensión. En un momento dado, recogió el paño que protegía mi ropa de los pelos caídos y la mano que sujetaba el borde inferior recorrió, como sin querer, aquella parte donde mi violenta erección era más manifiesta. Cambió el paño y una vez sujetado en mi cuello, lo alisó en toda su superficie pasando por dos o tres veces su palma de la mano sobre mi erecta verga. Me desconcertaba su actitúd de absoluta naturalidad. Era muy evidente que los dos estabamos calientes como piedra volcánica, la blanca y fina tela de su pantalón remarcaba , casi con detalles, la forma de un pene largo y rollizo, labrado con gruesas venas y de prepucio carnoso. Por mi parte sentía el miembro a punto de estallar, tan húmedo que, pensaba saldría la mancha del fluído por encima del pantalón. 
Estabamos solos en el local, en la pared del fondo una puerta cerrada excitaba mi imaginación, esperaba que en cualquier momento me tomara de la mano empujándome para atravesar esa puerta. Cuando sustituí el codo por mi mano acariciando aquel majestuoso rabo, el peluquero se limitó a sonreir, sin recular ni un milímetro y a continuar manejando el péine y la tijera sobre mi cabello. El silencio entre los dos casi hacía daño, solo las respiraciones agitadas se dejaban oir.  El gran ventanal que daba a la calle limitaba mis iniciativas, rezaba por que no entraran nuevos clientes aunque la avanzada hora de la tarde me hacía suponer que yo era el último de la jornada.
Casi me sorprendieron sus palabras cuando me retiraba el paño protector:
- Bueno pues ya terminé, ¿Como te parece que quedo? ¿ Te gusta?
Le confirmé que me encantaba sin mirarme apenas al espejo, lo único que me interesaba era que ese momento tan erótico no terminara, le pregunté con el ánimo de seguir: 
-¿ A que hora terminas?
- En cinco minutos cerraré el local, pero antes debo esperar a mi novia que ya la estoy viendo cruzar la calle.
Una chica morena y menuda irrumpió en la peluqueria avanzando hasta mi deseado hombre para juntar sus bocas en un beso que se me antojó robado en mis propias narices. Tras abonar el servicio, abandoné el lugar bajo la expléndida sonrisa del muchacho que contrastaba con mi gesto de gran frustración.