Vivencias de un gay

sábado, 30 de julio de 2016

159. Desde Roma con amor

Ya he comprobado que a muchos de vosotros os intereso lo que os conté de Lisboa. 
Hace unos años hice una excursión similar a Roma, fui con un buen amigo y, aparte de ver El Coliseun, el sucio y maltrecho Foro Romano o la encajonada Fontana de Trevi, teníamos interés por conocer el ambiente de la famosa ciudad imperial. No fue empresa fácil, ni mucho menos, En una ciudad plagada de iglesias por cualquier itinerario que tomases, la estigmatizada homosexualidad tenia pocas oportunidades de mostrarse. Al menos hace diez años, que es cuando mi amigo y yo fuimos, todo lo relacionado con el mundo gay parecía no existir. Tan solo de tarde en tarde nos cruzábamos con algún chico joven poseedor de cierto grado de afectación que te devolvía la mirada en franco signo de identificación. Estábamos seguros que en algúnlugar existiría un local donde estos chavales pudiesen mostrarse tal como se sentían y poder soltar todas las plumas que se esforzaban por ocultar. 
En principio nos enteramos de una zona cercana al Coliseum donde se entremezclaban las putas y los chaperos, pero ya a muy altas horas de la madrugada. Como ni mi amigo ni yo compartíamos el gusto por los prostitutos con el admirado Pasolini, no indagamos en ese terreno y nos quedamos con las imágenes de La dolce Vita que tan bien reflejo Rosellini.
Hasta el tercer día no pudimos contactar con un italiano que mi amigo conocía de Madrid. Tras cenar los tres en un restaurante típico en el barrio de Transtevere, nos puso en conocimiento de cómo se vive la homosexualidad bajo el poder púrpura. 
Tal como imaginábamos hay locales en los que se reúnenlos romanos gais, e incluso nos dio la dirección de una sauna, pero sin esa acepción, sino que allí se llama El club.
Nuestra primera sorpresa la tuvimos al tratar de acceder al primer local que elegimos para empezar a conocer el ambiente. En el barrio de estrechas calles junto al río, encontramos el lugar pero nada parecía indicar que allí hubiera local público alguno. Tras una pequeña espera pudimos observar como un tipo de traje gris se paraba en el portal indicado, tocaba un timbre y con la puerta a medio abrir se introdujo dentro. Rápidamente le imitamos. Cuando el encargado de abrir nos vio, sostuvo la puerta  impidiéndonos el paso. Tratamos de explicarle que veníamos con conocimiento previo, que éramos españoles con ganas de tomar una copa y mostrando una complicidad que no dejase lugar a dudas de nuestra condición. Fue entonces cuando nos pidió el carné de socio, requisito obligatorio para entrar. Después de muchas explicaciones logramos que el buen señor nos hiciera el carné, previo pago de la tasa correspondiente. Nos explico que ese tramite era obligatorio por las autoridades en concordato con la Santa Madre Iglesia, que nuestros datos pasarían al registro general de “socios” y, algo bueno, nos serviría para poder entrar ya en cualquiera de los locales dirigidos a este tipo de publico, al menos durante todo el año.
Yo confío en que esto haya cambiado en la actualidad, pero cuando aquí en España la homosexualidad era libre y con los limites que cada uno se quisiera poner, en Italia ese registro mostraba lo condicionado que era ser gay y la obligatoriedad de registrarte ante los estamentos oficiales, supongo, que privaría a muchos de acudir a estos lugares para salvaguardar su reputación o incluso, su trabajo.
No recuerdo nada reseñable de aquel local donde los elegantes y bigotudos clientes se miraban unos a otros con bastante aburrimiento. Pero si resultó mucho mas interesante lo ocurrido en el siguiente lugar al que acudimos, me refiero al famoso club que no era otra cosa que una sauna bastante grande y de aspecto moderno y limpio. Lo más original de este recinto resulto ser una especie de piscina con forma de río, es decir, de no mas de un metro de ancha, con sus meandros y curvas caprichosas y con agua hasta un poco por encima de la cintura. Pronto nos dimos cuenta que este especie de río era lo mas frecuentado por los numeroso clientes. El tenerte que quitar la toalla para entrar ya le daba un aliciente inicial a pesar de que la iluminación era bastante escasa, lo normal era ir avanzando por el curso del río cruzándote con aquellos que hacían la travesía en dirección opuesta. También los había parados en las orillas a los que debías 3sortear o no. La práctica habitual era que cuando el que pasaba junto a ti te gustaba y eras correspondido, el cruce resultaba con inevitable roce entre las partes del cuerpo que quedaban bajo el agua debido a lo estrecho que resultaba la piscina. Si el roce era placentero, tan solo había que cambiar de sentido y salir uno tras otro camino de los lugares mas discretos del local. El inconveniente eran los que siempre permanecían varados en las orillas y tenían siempre el anzuelo estirado para poder restregarse con todos los paseantes acuáticos.
Tuve suerte y en la segunda travesía, un moreno de pelo rizado y blanca piel, rozo su morcillon pene por mis piernas y , como sin querer, toco de pasada con el torso de su mano mi mojado miembro. Salimos hasta una cabina libre y allí conocí el ansia de los romanos por el sexo, aquel muchacho parecía tener un atraso de años, su pasiónpor hacerlo “todo” resultaba agobiante e, incluso, dolorosa en algunos momentos.
Una vez saciados, sofocados por la intensidad ejercida y bañados de blanco, pudimos iniciar un corto dialogo del que pude entender apenas su nombre Giovanni, su origen milanes y que trabajaba y vivía en un país limítrofe pero que procuraba venir a Roma todos los sábados para regular su  oculta sexualidad.
El domingo en la mañana mi amigo y yo acudimos al Vaticano para rematar nuestro viaje visitando lo único que nos faltaba, la Basílica de San Pedro. Tuvimos la suerte de encontrarnos con que esa mañana el Papa Juan Pablo II oficiaba una misa solemne en la explanada de las columnas. Sin querer nos vimos sentados en la primera fila de sillas ante el altar, allí estaba el Santo Padre rodeado de varios cardenales y otros sacerdotes oficiantes. Cuando uno de estos, encargado de leer el evangelio se adelanto al micrófono, cruzo su vista con la mía. Era la segunda vez que nos cruzábamos  en ese fin de semana, el padre Giovanni leyó con buena dicción el texto y antes de dejar el atril me dedico una discreta sonrisa que correspondí agradecido. Comprobé que en su charla no me engaño, efectivamente vive y trabaja en un país vecino, El Vaticano

sábado, 23 de julio de 2016

158. Lisboa moderna y sexual

Al final, tras darme la paliza durante toda la semana para que nos fuéramos el finde a Lisboa, Paquito me convencióAl parecer había conocido a un señor lisboeta en la sauna y a falta de sexo, hablaron sobre las maravillas de la capital portuguesa en cuanto al ambiente gay.
El viernes a mediodía estábamos en la estación de autobuses de Méndez Álvaro esperando a saber en qué dársena colocarían nuestro autobús que nos llevará a la ciudad de la luz.  Reconozco que los vehículos actuales nada tienen que ver con los de antes que han generado toda una leyenda negra sobre los viajes largos en autocar, el trayecto, con buena temperatura interior y con un cómodo asiento, resulto mucho mejor de lo esperado.
Ya en la Terminal de Lisboa empezamos a deleitarnos con la vista de los muchachos tan guapos que se cruzaban con nosotros, los chicos portugueses siempre han tenido un atractivo muy especial, poseen una manifiesta virilidad que navega entre la tosquedad y una elegancia con tintes antiguos,  morenos mayormente, velludos pero de aspecto limpio, y los que tienen los ojos verdes contrastando con el tono oscuro de su piel, resultan fascinantes.
La noche del viernes nos dedicamos a conocer los distintos lugares donde movernos. El Barrio Alto es una de las zonas históricas en el centro de Lisboa, que se encuentra entre el Chiado y Príncipe Real. Es una de las zonas más antiguas de la ciudad, debido a que parte de la zona sobrevivió al terremoto de 1755 que destruyó parcialmente Lisboa. Actualmente, este laberinto de calles estrechas y empedradas, situado en las colinas de Lisboa, es el centro de la vida nocturna en la ciudad. En el Barrio Alto encontramos numerosos bares ,la mayoría son bastante pequeños , por lo que es común que las calles se llenan de gente divirtiéndose, hablando y bebiendo. Según nos dijeron, esto ocurre sobre todo los viernes y sábados por la noche.
La clientela gay tiende a centrarse en la Rua da Barroca, en particular en la intersección de esta con 
la Travessa da Espera, es donde nos mandaban todos aquellos a los que les preguntábamos, ese lugar es conocido como la "esquina gay”.
El sábado en la noche ya nos centramos más en el llamado barrio gay de Lisboa, es decir, fuimos donde se concentran la mayoría de los bares, discotecas y tiendas dedicadas a la comunidad LGBT. El barrio se llama El Príncipe Real y concretamente entramos en el Lua Rosa, que nos recomendó e, incluso, nos llevo hasta la puerta un travestícon el que charlamos en el restaurante que elegimos para cenar. Hizo bien en acompañarnos porque dudo que nosotros lo hubiéramos encontrado solos, en la pequeña puerta de entrada no existía nada que indicase la presencia de un local de ambiente. Un timbre podía servir de pista, timbre que hay que tocar y esperar a que alguien te abra la puerta. Apenas entramos al local, pequeño pero acogedor, nos pegaron un número en la camisa que nos sorprendió. Pronto nos enteramos del objetivo de ese numerito. En un rincón fuera de la vista general, estaba colgada una gran pizarra de corcho cuadriculada con números, donde tu puedes clavar  un papelito de los que estaban en la mesa con un mensaje, en la cuadrícula del número que quieras. Es decir, si tu has visto un tipo que te gusta, te fijas en su número y le escribes una nota que él verá cuando se de una vuelta por el cartel. Cuando vi un morenazo de un metro ochenta, un cuerpazo casi perfecto y unos ojos verdes que me dejaron mudo, entendí que ese número 12 que llevaba en su camiseta, era la puerta de entrada al paraíso en esa noche. Tras quince minutos de redacciónterminé la nota y la lleve a la pizarra. Justo en la casilla del 12 era donde más papelitos había pegados, incluido el que Paquito dejó unos minutos antes que yo. Lastimosamente en el lugar de la pizarra dedicado a mi número no hubo ni una nota en toda la noche. Pero mi gran sorpresa fue cuando , poco rato después, vi acercarse a nuestra mesa al muchacho de ojos verdes oceánicos, mirar sonriente nuestros números y dirigirse a Paquito, tomarle de la mano y llevárselo a otra estancia donde unas cabinas cerradas servían para culminar las citas generadas con ese jueguecito de las notas y los números. Cuando a los veinte minutos apareció Paquito ajustándose el cinturón y con un gesto de indudable satisfacción, le pregunte:
Por favor dime que le has puesto en la nota para que te eligiera tan directamente.
Tu sabes que yo siempre encuentro las palabras justas, tan solo le puse “ ciento veinte euros”
Reconozco que esa respuesta me resarció un poco la maltrecha autoestima que se me había quedado, pero por otro lado, hundió el mito que creé alrededor del precioso chico de ojos verdes. 
Cuando ya habíamos decidido cambiar de local, un hombre maduro pero con gran atractivo, se acercó a nosotros y en español se presentó y pidió permiso para sentarse en nuestra mesa. Era un brasileño que vivió en España algunos años y al escucharnos le provocó estar con nosotros. Fue una charla interesante y amable, sus constantes elogios hacia mi contribuyeron a que saliese del Lua Rosa con la moral por los cielos lisboetas.

sábado, 16 de julio de 2016

157. Intercambio de parejas


El pasado lunes recibí una llamada de Ángel para decirme que quería hablar conmigo de algo divertido que le pasó el sábado anterior.
Hace mucho tiempo que no lo veía y me gustó quedar con él en una cafetería del centro. Nada más verlo observé lo bien que le sienta el verano, su piel ha tomado un tono cobrizo gracias a los ratos que pasa en su estupenda piscina
Te veo estupendamente, Ángel ¿como te van las cosas?
Bastante bien, tratando de pasarlo lo mejor posible, ya sabes, como siempre.
Tienes algo que contarme.
Veras, el sábado después de dejar a Isa en su casa, me di una vuelta por Chueca para recordar viejos tiempos. Entré a tomar una copa y sin saber como, empecé a charlar con un señor que estaba justo a mi lado. El tipo súper simpático, con unos cincuenta años bien llevados, más alto que yo y quitando una leve barriguita, propia de la edad, muy en forma. Estábamos tan a gusto charlando que me propuso salir a una terraza con menos ruido para estar más cómodos.
A ver Ángel, ve al grano – le interrumpí – supongo que me vas a contar que al final te fuiste con él, ¿no?
Pues no. Lo interesante de la charla llegó cuando me dijo que, efectivamente yo le gustaba mucho, pero que tenía pareja y que su chico era muy aficionado al intercambio de parejas, algo que ya habíanpracticado en alguna ocasión. Me dijo:
    “Me encantaría estar contigo pero solo sería posible si tu estuvieses emparejado y          llegáramos los cuatro a un entendimiento.”
Sobre la marcha se me ocurrió una idea y le dije que yo también tenía pareja y que podíamos quedar los cuatro para ver si había posibilidades de tener una sesión.
¿Y porque me cuentas todo esto?
¡No te enteras, porque tú vas a ser mi pareja!
De primeras lo traté de loco y fantasioso, pero luego me di cuenta de que hace mucho que no tengo aventuras y esta resultaba un tanto nueva e intrigante.
Podemos quedar con ellos, pero si su chico no me gusta no seguiremos adelante.- le aclaré.
Ángel lo arregló todo para que el sábado nos conociéramos todos en la terraza del Oscar. Efectivamente el señor maduro era muy interesante, el niño sigue teniendo buen gusto, y su pareja resultó ser un chico de unos cuarenta y cinco, con un espectacular cuerpo esculpido tras muchas horas de gimnasio. La oveja negra del grupo era, evidentemente, yo y temí que fuera el que rompiera los planes. Tras un rato de charla superficial, el hombre mayor pregunto a todos, aunque la pregunta estaba especialmente dirigida a su chico: “Bueno, entonces ¿nos vamos a nuestra casa los cuatro o nos tomamos otra copa por aquí?” La respuesta del gimnasta no se hizo esperar “Por mi nos vamos todos a casa y ¿por vosotros? “
Tras un OK por nuestra parte, apuramos nuestras copas, bajamos al aparcamiento de la plaza y en unos minutos nos encontrábamos en el salón de un chalet de La Florida, con una nueva copa en la mano. Apenas había tomado el primer trago, el chico musculoso me tomó por los hombros y me dijo: “Ven te voy a enseñar la casa” Antes de traspasar la puerta del salón pude ver como Ángel y el señor unían sus rostros en lo que debía ser un beso que ya no pude ver.
La visita a la casa se limitó a un lujoso dormitorio donde mi anfitrión comenzó a desnudarse con una sonrisa en la cara mientras observaba la admiración que reflejaba mi mirada ante las formas perfectas que iban quedando a la vista. Me parecía que todo estaba ocurriendo demasiado deprisa, pero mi pene estaba respondiendo sin importarle mis consideraciones. Aquel inmenso pecho de tetas tan grandes como armoniosas, con los músculos del estómago perfectamente definidos bajo la bronceada piel, terminaba en un vientre plano enmarcado por esos eróticos arcos que bajaban por sus caderas y llevaban la vista hasta un moreno y grueso pene semi erecto. Apenas me despojé de la ropa, el muchacho me tomó en sus brazos, con suma facilidad,  para posar mi cuerpo en el centro de la cama. Inmediatamente se coloco sobre mi cuerpo pero en sentido inverso y sin rozar mi piel, sujetándose con los brazos y pies a escasos centímetros. Cuando noté como su pene caía sobre mi boca entendí sus planes, confirmados cuando sentí como buscaba con su boca mi polla y se la introducía hasta la garganta. Su posición hubiera sido imposible para , pero él parecía cómodo y sin esfuerzo visible. Fue un sesenta y nueve intenso y prolongado, su miembro adquirió unas dimensiones a juego con el resto de su espectacular cuerpo y yo deseando que no se cansara nunca porque aquel caramelo me encantaba. Cuando ya me dolía la mandíbula  me retiré ligeramente y en un salto se coloco en paralelo. Chupé sus pezones y le agarré con todas mis fuerzas las tetas para las que me faltaban dedos. En un momento dado salimos de la cama colocándome detrás para ver y tocar aquellas perfectas nalgas, redondas pequeñas y duras como lisas rocas de ébano. Ese gesto marcó el rol para los siguientes movimientos, de una mesilla sacó un preservativo que me colocó tras humedecer mi polla con su lengua. Se lubricó con un gesto rápido y se subió en el borde de la cama adoptando la posición de perrito esperando a sentir mi rabo que entró en apenas dos embestidas. Fui controlando mis movimientos hasta que escuché un sordo alarido noté como el chico eyaculaba sobre la cama, imprimí más velocidad a mis entradas hasta que, unos segundos antes de correrme, la saqué, retiré el condón y regué su amplia espalda de blanco líquido.
Después de un apacible descanso, tirados los dos uno junto al otro sobre la cama, nos dimos una corta ducha en el baño adyacente y salimos al salón. Allí nos encontramos a Ángel conversando con el señor maduro. En un ambiente más relajado, tomamos una copa más y nos despedimos con unos besos en cuanto llegó el taxi que nos habían pedido.
¿Como te fue? – le pregunte.
Regular, el señor me gustaba más vestido que desnudo, ¿y a ti?
Bueno un polvo más y ya está – no quise contarle que lo disfruté de aquella manera para hacer causa común con su evidente desencanto.
Nos fuimos a dormir a mi casa para la mañana siguiente tener nuestra mutua felación habitual que es lo que al niño le gusta.

sábado, 9 de julio de 2016

156. Sexo libre en la playa

Sois  muchos los que me habéis pedido una mayor información de este singular lugar de veraneo, Cap D’Age y creo que, contando mis experiencias del primer día que estuve, se mucho más grafico y para los que no lo conozcan les quedará una imagen mucho más precisa.
Yo sabía que me encontraría un camping nudista, en la costa española ya he vivido experiencias de este tipo y siempre me han resultado agradables, pero, en principio, me sorprendió su gran extensión.
Una vez pasado el control de entrada donde te proveen de una pulsera que te identifica como integrante del lugar, recorres calles y plazas con edificios de apartamentos y hoteles por las que circulan todo tipo de personas con la naturalidad de cualquier otra calle de todos los  pueblos costeros, solo que sin nada textil encima. 
En las oficinas de recepción del camping repletas de gente haciendo sus correspondientes gestiones de inscripción o de pago de salida, resulta un poco complicado de gestionar la dirección de tu mirada porque, casi sin querer, se desvía al festival de genitales que pululan a tu alrededor en la estrechez del habitáculo.
Una vez instalados en la cabaña que nos han designado, nos toca desvestirnos y mostrar nuestras intimidades al resto, tratando de contagiarnos con la naturalidad y despreocupación de todos nuestros vecinos. La primera actividad que nos toca, es ir a la zona comercial para proveernos de todo aquello necesario para empezar las vacaciones al sol. Los primeros pasos con el pene suelto te limita la velocidad y los movimientos. Ver como a cada paso tu polla va pegando de una pierna a la otra incluso con chasquidos ruidosos, te frena en la marcha para que “aquello” se mantenga en perpendicular, como péndulo de reloj de pared, pero quieto. Las personas con las que te cruzas te sonríen, y en esos primeros instantes de desnudez, dudas si lo hacen por amabilidad o porque se están riendo de ti. Involuntariamente te paras ante cualquier escaparate para comprobar que no hay nada raro en tu aspecto, pero lo único que te ves más extraño es que vas totalmente en pelotas, como todos los que caminan a tu lado y eso te tranquiliza. En la frutería hay que tener cuidado para no ir dando pollazos a la fruta expuesta en los estantes que están precisamente a esa altura. En el supermercado cuesta encontrar las cosas y si lo que buscas esta en un nivel bajo, esperas a que nadie pase por el lugar porque, al agacharte para cogerlo, imaginas la visión que muestras a los que están tras de ti. La mayor atención debes ponerla en la fila para llegar a la cajera, mantener la distancia exacta es primordial, ni muy lejos para que no piense el señor de adelante que te molesta su cercanía, ni muy cerca para que tu capullo no golpee las nalgas del que te antecede. Recuerdo que en la panadería el espacio era muy pequeño y los clientes esperando su barra de pan eran muchos. Todos estábamos a milímetros unos de otros. Yo tuve la desgracia de tener a mi lado a un hombre bellísimo, un galán de cine con un cuerpo perfecto y una magnifica polla que en reposo lucía enorme y que, con la mayor despreocupación por su parte, recorría de cuando en cuando mi cadera y parte superior de mi desnudo traserosin que el galán fuera consciente de los recorridos de su miembro. Cualquier otro día posterior ni lo hubiera notado, pero en ese momento empezó a provocarme una incipiente erección que yo trataba de parar mentalmente con ningún éxito. Se que algunos de los presentes vieron lo que me estaba ocurriendo, pero a nadie parecía importarle lo más mínimo. Al fin salí de la panadería con las dos barras, una en la bolsa y la otra cimbreando a la altura de mi ombligo.
En la playa todo parecía más normal. O eso creía yo. Recorrimos la orilla para ir conociéndola, abandonamos una primera parte en la que abundaban las familias y nos instalamos allí donde las parejas mixtas y unisexuales eran mayoría. Apenas extendimos nuestras toallas pude observar unos metros más allá como rápidamente se formaba un gran corro de gente. Avisé a mis compañeros: “creo que han debido sacar a algún ahogado, mirar el bullicio que se ha montado allí, vamos a verlo”.  Según nos acercábamos vimos que otras personas nos imitaban. El conglomerado de gente que formaba la circunferencia era compacto, tanto que tuvimos que esforzarnos para tratar de ver a la victima del ahogamiento. Cuando antes que nada vi a un hombre en la parte de enfrente del círculo con la vista fija en el epicentro masturbándose, sentí rabia por la crueldad de la escena. Pero pronto empecé a comprenderlo todo en un grado de asombro absoluto. No había ningún ahogado, dos mujeres y tres hombres estaban haciendo sexo en grupo a la vista de todos, uno le comía el coño a una rubia, la morena estaba siendo penetrada por un chico de color, mientras no soltaba de su boca el rabo del tercer tipo implicado. El espectador masturbador no era el único que practicaba el onanismo público, otros muchos de la primera fila hacían lo mismo e incluso vieyacular sobre la arena a más de uno. Lo que me dejó más alucinado fue el aplauso final de los espectadores cuando el moreno sacó su miembro del coño de la rubia y se corrió en su vientre.
La actividad de los corros no paró en toda la tarde, apenas terminaba uno empezaba otro un poco más allá. Luego descubrimos la parte de la playa gay, algo más apartada de la orilla donde ocurría lo mismo pero aumentado y sin aplausos.
Lo que allí pasa es para verlo porque contado es difícil de creer. Paseando por la zona gay pude ver, por ejemplo, a un tipo atado a un árbol con un látigo a sus pies para que cuando pases le hagas el favor de pegarle unos cuantos latigazos.
En la noche lo importante ya no es la desnudez sino los trajes que tanto ellos como ellas se ponen para ser más provocadores y originales, se pueden ver tipos con calzón de cuero con un hueco atrás para mostrar todo el culo y otro hueco adelante para llevar fuera el pene y los huevos, al hombre que arrastra tirada por un collar de perro a su mujer… en la noche lo más decente es ir simplemente en pelotas.