Vivencias de un gay

viernes, 30 de mayo de 2014

7. Más necesidad que deseo

Ligué con un chico en el bar un tal Aurelio, de 36 años, feíto, con una espantosa pinta de farmacéutico de pueblo. Fue el único que me sostuvo la mirada y me dio indicios para acercarme. Había bastante gente en el local, pero daba la impresión de que nadie quería ligar, como si su única intención fuese tomar su copa, sin preocuparse para nada de los que le rodeaban. La gente, o está muy decepcionada del mundo gay, o son todos unas reinas que van de divinas y solo desean que las admiren y punto.

Antes, pasé por una discoteca, me fui cabreadísimo, todos los tíos maduros y potables estaban solo pendientes de cuatro jovencitos que se lucían en la pista para calentarlos, al final de la noche, cada uno elige a su maduro más atractivo y los demás nos quedamos a verlas venir. Es una putada pero, una vez más, me doy cuenta que estoy en esa edad intermedia donde poco puedes hacer, lo malo es que no tengo condiciones para ser un maduro interesante, me falta cuerpo y mentalidad. Había un señor en la discoteca de unos 50 años, con una camisa de flores (horrible por cierto) abierta, que dejaba ver una barriguita en su punto de volumen, medio cubierta de un atractivo vello que me tenía enganchadísimo; el tío no me miró ni por casualidad, solo tenía ojos para los niños avestruces (por las plumas) que bailaban en la pista a su aire, aunque pendientes de cuántos los miraban.

Me fui cabreado al bar y allí pille a este Aurelio, con su pinta de pasar totalmente desapercibido y su carita de pueblo. Fuimos a su casa, un estudio cerca de la calle Preciados, de tres por cuatro metros, donde no te podías ni mover; allí comprobé que desnudo era peor que vestido, porque le olían los pies de tal manera que daba asco y en un sitio tan pequeño, el aire se me antojaba irrespirable. Era más la necesidad que el deseo de estar con este tipo. Al final me pidió el teléfono, le di un número cambiado porque es como el 90 % de los tíos: decepcionante.

jueves, 29 de mayo de 2014

6. El tiempo pasa pasa para todos

Mi fin de semana ha sido bastante aburrido, pero el jueves me encontré con alguien muy especial. Les cuento:

Hace doce años estuve liado con un señor llamado Ernesto durante algo más de un año. Fue una época bonita porque, entre otras cosas, yo era doce años más joven. Esos son muchos años. Ernesto y yo fuimos unos novios un poco especiales, no llegamos a vivir juntos porque él ya tenía una pareja oficial desde su juventud y entonces Ernesto había cumplido los 44. Claro, yo de eso me enteré casi al final de nuestra relación. No fue por eso que terminamos, la culpa la tuvimos los dos, ninguno de los dos supimos ser fieles y en aquella época (bueno, y ahora porque no tengo éxito) yo era muy puta y a pesar de tener a Ernesto como novio, casi todas las semanas me ligaba a un tío para chapuzas cortas en servicios o en la sauna. Como sabéis, eso se acaba sabiendo tarde o temprano, y ambos supimos que ninguno era legal con el otro porque Ernesto también era una polla inquieta y lo que le salía al paso se lo ventilaba.

miércoles, 28 de mayo de 2014

5. El tenis, el argentino y yo

El sábado llamé a un grupo de chicos gais que organizan partidos de tenis aquí en Madrid, para ver si me podía incorporar a su grupo. Es algo que vi en una de esas revistas gratis que reparten por Chueca. Me pareció una buena idea, no solo haría deporte (que me está haciendo mucha falta, no por estar gordo, sino porque tengo las carnes caídas y las piernas cada vez más delgadas y flojas). Así tendría la oportunidad de conocer gente nueva y fuera de los ambientes sórdidos en los que generalmente me muevo. Además, me gusta jugar al tenis aunque no soy nada bueno. Muy amablemente me citaron para el domingo a las nueve de la mañana en las pistas de la casa de campo.

4. No vuelvo a dar mi teléfono ni a Richard Gere

Y si no os dio un ataque de pasmo, agarraos ya que el final se las trae: Cuando nos despediamos en la puerta de su casa, yo totalmente callado y serio, preparándome para decirle que no me llamara nunca más, me suelta:

—Bueno, Rafael, como veo que estás muy afectado y te aprecio mucho, si quieres, subimos a casa y te dejo tocarme. No quiero que te vayas con las ganas de estar conmigo. Solo permíteme que yo esté quieto y con los ojos cerrados, tú me puedes tocar por donde quieras.

lunes, 26 de mayo de 2014

3. Cuando uno está caliente y no descarga, se le olvidan todos los riesgos

Ayer estuve en la sauna. Fui sin ninguna intención, pero, claro, aquello está lleno de tíos y las buenas intenciones desaparecen en cuanto ves un buen rabo en las duchas. Cuando vi a este tío, de unos 40 años, con un cuerpazo macizo, marcado, pero como si no fuera de gimnasio, ya no tuve ojos para ningún otro. Cuando entró en el vapor, me coloqué a su lado. Me extrañaron dos cosas: una, que no se le acercase ninguno de los que allí estaban a la espera, y otra, que rápidamente me prestó toda su atención. Cuando me dijo para ir a la cabina me pareció de perlas. Salió primero él y cuando yo me disponía a hacer lo mismo, me paró un señor y me dijo al oído:

—Supongo que te lo dirá, aunque a veces no lo hace, pero tienes que saber que ese tipo es seropositivo. Si tú no lo eres, ten cuidado.

Comprenderéis mi acojonamiento. En vez de seguirle, me escondí y en cuanto pude me vestí y salí de allí casi corriendo. Total, estuve quince minutos pero ya tengo el trauma encima. ¿Creéis que por tocarle la polla (mejor sería decir el pollón) con la mano tengo algún riesgo? Yo creo que no, aunque me pareció que le salía mucho líquido preseminal. Como había muchos tíos en la cabina de vapor, me dio corte mamársela y no lo hice de milagro, aunque pensaba hacerlo en cuanto lo pillara solo. Menos mal que ese señor me avisó. ¿Se imagináis si no me dice nada? Parecía buena persona, pero quizá lo hizo para joderme la tarde. Aunque si no me conoce de nada, ¿por qué me iba a odiar tanto como para decirme una cosa así?

Sé de sobra que a las saunas no se puede ir porque es terreno peligroso, pero cuando uno está caliente y no descarga, se le olvidan todos los riesgos y entra como un corderito.

Esta tarde voy al cine con Roque, espero que no me lleve a la chorrada de la Guerra de las galaxias.

Estoy un poco sugestionado con el sexo. Apenas me cae algo bueno una vez cada seis meses, y aunque solo sea para eso, me considero aún joven y con necesidades fisiológicas. Me masturbo de vez en cuando, pero me da rabia pensar que, mientras otros hacen realidad sus fantasías sexuales, yo me tengo que conformar con imaginarlas a base de pajas. Vale, no soy guapo, pero veo a tipos más feos que yo con unos hombres que para mí los quisiera. ¿Será que tienen encanto personal?, ¿son más lanzados?, ¿se les nota la simpatía en cuanto abren la boca? o ¿será (y apuesto por esto) que estoy maldito y me ha mirado un tuerto? Eso sin contar con los caribeños que aquí en España tenéis un éxito acojonante, por vuestro color de piel, por vuestro hablar meloso y porque soléis tener unos cuerpazos de impresión. Pero eso lo comprendo y sé que contra eso no puedo competir; por lo demás, pienso que soy del montón, bastante normal.

Te juro que no me explico lo que pasa conmigo, luego te contaré lo de Roque, pero para eso tienes que estar sentado, no sea que te dé un mareo, porque es la ostia.

Bueno te lo cuento: como sabes, quedamos el viernes para ir al cine, y tal como me temía, nos metimos a ver la Guerra de las galaxias. Debo reconocer que me la esperaba peor, no es la película de mi vida, pero pasé el rato entretenido. Lastimosamente no había ni un tipo que me llamase la atención, el que hace de maestro del chaval que se convierte en villano, si en vez de rubio hubiera sido moreno, me hubiera dado morbillo. A Roque le entusiasmó, es seguidor fiel de esta saga de películas y se lo sabe todo de Lucas, su director. Salió del cine abducido por los galácticos. Fue después de cenar cuando ya me harté de esta situación y le pregunté directamente:

—¿Te gusto físicamente?

—Ya sabes que lo físico es lo de menos, —me contestó— yo no lo valoro. Me gustas por la forma de ser, no por tu cuerpo y si vienes conmigo por mi físico, creo que no es la dirección apropiada.

¡Imagínate, decirme que si voy con él por su físico! Tendrías que verlo, la barriga le llega desde el cuello hasta las rodillas. Pero aún hay más, cuando le pregunté que si él no tenía necesidades sexuales me dijo:

—Sí, como todo el mundo, pero lo soluciono alquilando un chaval por una hora y me olvido de esa necesidad para dedicarme a las cosas importantes como estar contigo.

Cuando le digo que no entiendo una relación así, que me gusta que todo vaya en la misma persona, me contesta:

—Yo creía que tú tendrías tus rollos sexuales con otros y nunca me preocupé de ese aspecto. Lo que no imaginaba es que te apeteciera acostarte conmigo. Nunca he estado con nadie si no es pagando.

Y ya me remató cuando me dice:

—No creo que el sexo entre tú y yo salga bien. Me he acostumbrado a cuerpos adolescentes y perfectos, seguro que el intento entre nosotros dañaría nuestra bonita amistad.

En definitiva, ¡es un putero! Un usuario de chaperos, los polvos se los compra y a mí me quiere tener para escucharle. Estoy seguro que no lo escucha ni Dios por lo plasta que es. Me armé de valor y, ayudado por el cabreo que tenía, le dije claramente: esas relaciones no me gustaban, que aspiro a un señor como pareja que me haga feliz en todos los terrenos, incluida la cama, y cuando la gente paga a críos para utilizarlos sexualmente, me parece horrible.

domingo, 25 de mayo de 2014

2. ¿Por qué los tíos que están buenos y son guapos siempre traen alguna complicación?

Soy gilipollas sin remedio y dado que ya no soy un crío, lo mío tiene difícil solución. El Warms, ya sabes, el local que tiene el cuarto oscuro, nunca lo consideré peligroso, un poco guarro sí, y si me apuras: muy guarro, porque la limpieza brilla por su ausencia y siempre sales pringado de semen, de orina o de quién sabe qué. Pero nunca me pasó nada peligroso. Ahora ya sé algo más de este local. Explico:

Ayer me llegó, una carta de una sociedad donde decía que en el Warms, de nueve a once de la mañana, podía pasar a recoger documentos que habían encontrado en el propio local. Llegué temprano. Me dieron los carnés y las tarjetas (que ya no me valen de nada porque las anulé todas el mismo sábado por la noche). Me dijo el empleado que me atendió que en la noche del sábado habían recogido unas diez carteras (la mía le gustó porque no apareció) y veintidós carnés de identidad. ¡Imagínate el guapo cabrón el negocio que hizo esa noche! Tenía razón el empleado cuando me dijo que a la gente la roban y no dicen nada, nos callamos y el tío, o los tíos, pueden seguir su trabajo sin que nadie esté alerta. Debería haberme quedado en el local, buscar al hijo de puta y denunciarlo allí mismo, pero ¿quién es el valiente que se atreve? Primero, porque el tío lo más probable es que lleve navaja y te raje allí mismo. Segundo, porque tienes que dar todos los datos a la policía y ¿a quién le gusta que lo identifiquen en un lugar así? Como ves, los gais siempre estamos en inferioridad de condiciones y pueden hacer con nosotros lo que quieran, pues nunca nos quejamos. ¿Por qué los tíos que están buenos y son guapos siempre traen alguna complicación?

¡Cuántas veces veo a tantos chavales que pierden tiempo en los parques! Ya sabes que los mariquitas somos muy superficiales en casi todo lo que valoramos en esta vida, y aquí también me incluyo yo. Parece que solo nos preocupan cuestiones tan chorras como los trapitos, que si esto está de moda o no, que si mi aspecto es chic, que si hay que ir al local del momento o, lo que es peor (y yo aquí no me incluyo porque pasé por eso cuando era joven y aún más gilipollas), estar esclavizado por las putas marcas. Me parece que (igual si me equivoco) lo mejor es cuidar el aspecto, pero también cuidar el intelecto que es lo importante.

De Roque casi ni te hablo, me sigue llamando todos los días pero cada vez son más las veces que ni le respondo al teléfono. Hemos quedado este viernes para ir al cine. ¡A ver qué película escoge! Aunque por lo menos en el cine está callado. Cuando termine de escribir me voy a meter en la página de contactos, una en la que hay fotos de la gente, a ver qué veo. También podría meterme en el chat, pero es que nunca hay nada interesante, solo algunos diciendo mentiras, niñatos que se conectan para reírse de la gente o tíos monstruosos que en persona jamás se comerían ni una rosca.

sábado, 24 de mayo de 2014

1. Esta es mi historia y de aquellos que quieran entrar en ella


Me llamo Rafael y en este mundo de soledades, de incomunicación, de barreras y de falta de comprensión necesito un amigo que me escuche siempre, que si no quiere, que no me conteste, pero que yo lo sienta al otro lado del ordenador, leyendo mis palabras; que cuando se me ocurra algo bueno o malo, yo tenga la ilusión de sentarme frente al teclado y se lo pueda contar. Sin miedo a los reproches, sin esperar consejos interesados, sin la agonía de pensar que pueda hacer daño a quién me lee. Y por todo esto te escribo a ti, porque eres la persona a quien nunca fallaré ni jamás engañaré, ni te haré reproche alguno; sé que nunca me dejarás en la estacada y todo por la única y definitiva razón de que NO TE CONOZCO:

Hoy, 24 de mayo del 2014, te escribo la primera entrada usando, para empezar, la tópica frase: «sólo dos líneas…». Verás que lo que me ocurre no es extraordinario. Tan solo el discurrir de una vida demasiado corriente, leerás nombres de personas y lugares que no conoces pero que pronto te serán tan familiares como lo son para mí. Sufrirás mi inexistente estilo literario en este blog: esta es mi historia y de aquellos que quieran entrar en ella.

Únicamente dos líneas para contarles qué me pasó el sábado. Roque y yo estuvimos tomando algo en la cafetería hasta las doce, más o menos. Un aburrimiento, como era de esperarse, charla y más charla hasta que se cansó. Lo acompañé a su casa sin subir.

Un sábado a esa hora no me iba a meter en casita. Decidí ir al Warms, hacía mucho que no me pasaba por allí. Mira, nada más entrar, veo un chulo guapísimo: alto, con unos ojos verdes que me dejaron impresionado; el pelo moreno, un poco largo. El único inconveniente era su juventud, unos 28 años como mucho. Lo miré un rato en la parte de la discoteca hasta que lo vi entrar al pasillo del laberinto. Lo traté de seguir, pero con toda la gente y la oscuridad lo perdí enseguida. No veas cuál fue mi sorpresa cuando de repente lo veo pegadito a mí y mirándome a la cara. Me dio un vuelco el corazón y me arriesgué a echarle una mano que no rechazó. Cuando le anduve por la polla, por encima del pantalón, me di cuenta de que le costaba empalmarse, es lógico, un tipo tan espectacular tiene que estar harto de sexo. Sin esperarlo, me dice al oído: «Vamos a una cabina». Imagínate lo contento que iba yo buscando una, con mi pedazo de tío cogido de la mano, para que no se perdiese entre la multitud. Nada más entrar, el tío me empezó a meter mano y a desnudarme con una pasión que ni me lo podía creer.

Cuando le empezaba a desabrochar el pantalón, me dijo que tenía que ir un momento al servicio, que le esperase sin moverme de allí. Y lo esperé, y esperé y lo seguí esperando y cuando el tiempo era demasiado, empecé a comprender que en el camino otro me lo había pillado, o que, simplemente, se había arrepentido de estar conmigo. Suelo casi siempre tener esa suerte. Cuando me vestí y recompuse mi ropa, fue cuando me di cuenta de que mi cartera había volado de mi bolsillo con los sesenta euros que llevaba y, lo que es peor, todas las tarjetas y mi DNI. Tuve que marcharme corriendo a casa para llamar y anular las tarjetas. Esta mañana he tenido que ir a la comisaría a poner la denuncia. ¿Qué te parece mi suerte? Como ves, en esta vida siempre me toca la parte jodida.