Vivencias de un gay

domingo, 29 de junio de 2014

24. Una mala racha

Cuando uno coge una mala racha (la mía dura ya varios años) no se puede hacer nada que no sea esperar, pero durante esa espera no te sientes bien, eres consciente de que estás perdiendo una parte importante de tu vida, porque aunque en el trabajo te vaya bien y la salud te respete, sabes que la convivencia con una persona que te quiera (¡con lo importante que es eso!) es fundamental y ninguna otra cosa lo puede sustituir. Ya sé que hay mucha gente que sustituye esa maravillosa convivencia con una práctica sexual desenfrenada, son hombres que piensan que eso es lo importante, satisfacer las urgencias sexuales porque es lo único y lo más evidente que sienten. Pero no son personas felices, siempre se están quejando de lo insatisfactorias que le resultan esas prácticas, de que no ligan; les gusta criticar a los demás para esconder sus carencias, acaban siendo personas vacías, que pueden resultar divertidas en un momento dado, pero que son incapaces de convivir, corroídos por manías de solitarios y malgastando su vida de forma superficial y nada estimulante. Seguro que hay alguien que se identifique con este tipo de gente que menciono.

Mi fin de semana fue normalito para mí, lo que supone un fin de semana que para algunos resultaría muy pobre. El viernes anduve de peregrinación por Chueca, de copa en copa en soledad, viendo cómo la gente se pudre igual que yo. Solo aquellos que entran ya emparejados se lo pasan mejor, son gente que tienen otro brillo en la cara, gente que mira a los demás como desde una atalaya, con esa tranquilidad de no tener que calibrar al público para ver qué se puede pescar, gente con esa felicidad de haber logrado su objetivo y que los coloca por encima de todos a los que como yo ir a esos lugares es una necesidad y no un divertimento como lo es para las felices parejas. Antes se ligaba en lugares como bares, o discotecas, pero ahora ya ni eso; solo los muy jóvenes o los maduros interesantes tienen alguna probabilidad, pero el resto solo somos consumidores y espectadores de la felicidad ajena. No entablé ni una conversación, con los únicos que hablé fue con los camareros para pedirles la bebida así que regresé a casa más aburrido que una mona.

viernes, 27 de junio de 2014

23. Bancarrota sentimental

A veces pienso que mis escritos son aburridos, pero soy así: soy aburrido y triste; al menos ahora que estoy en una fase de mi existencia en bancarrota sentimental. Ya sé que en esta vida todo se paga, pero a veces el precio se me hace excesivo; el no haber sabido mantener el cariño de hombres que, en su momento, pasaron por mi lado, hombres cuyo valor real he descubierto tarde, cuando mi frivolidad ha dejado lugar a una reflexión más realista de la vida. Pasé mi juventud perdido en un sueño idealista, manteniendo mi ilusión a base de ideas tontas y superficiales, valorando la variedad y abundancia de sexo y las cosas tan banales como la moda, la música pachanguera y una absurda mitificación de personajes populares tan de cartón como yo mismo. ¿Y qué me queda ahora que ya la belleza física de la juventud (auténtico soporte de mi éxito) se quedó atrás? Bueno, pues me queda una ligera ilusión por encontrar a alguien que me guíe, que esté a mi lado en algunos amaneceres, que sienta su presencia aunque esté lejos, que eche de menos sus llamadas cuanto se retrase, que me cuente cada día las cosas rutinarias y repetidas que llenen su vida, que me regañe siempre por mis mismos fallos, que me encele cuando le vea un brillo especial al mirar a otro hombre, que me agradezca mi comprensión ante sus fracasos y carencias, que.... y así un montón de puntos suspensivos. ¡No pido yo poco!

Ya sé que con estás cosas que escribo no resulto nada divertido, pero la vida ahora no me está tratando demasiado bien y mis reflexiones son así de aburridas.

Me quería haber ido a la casa del pueblo de un amigo pero va a estar ocupada por su familia que se va a pasar el puente, así pues me toca quedarme en Madrid y ya saben lo que eso supone: bajada a los infiernos, sexo indiscriminado y nada satisfactorio. Me apetecía meterme en un cine y esconderme yo solo en la oscuridad. El viernes o el sábado cenaré con Paquito para que me cuente sus miserias que son aún peores que las mías. Al parecer hace ya unos meses que no le pagan el alquiler de una casa que tiene en las afueras y el lunes se fue a ver a sus inquilinos. No estaban, pero pudo ver los destrozos que le están haciendo en el chalet que casi ni lo reconocía. En fin, que me tocará hacer de animador cuando el que de verdad tiene que animarse soy yo.

miércoles, 25 de junio de 2014

22. «Amable» caballero

Estuve comiendo en casa de unos conocidos que me habían invitado por ser el cumpleaños de uno de ellos, son una pareja de 70 y 73 años que conocí hace muchos años a través de mi novio de entonces. Viven por el centro y al terminar a eso de las siete de la tarde me di una vuelta por Chueca para tomar café. En la cafetería apenas había tres personas, pero mira por dónde, una de esas personas era un señor con muy buena pinta: mayorcito pero bien mantenido, con su bigotito al estilo de Cark Gable que le daba un punto como de antiguo interesante. Cuando me di cuenta de que no solo yo lo estaba mirando sino que él también me miraba, vi alguna posibilidad. Le mantuve la mirada y le sonreí por si acaso. Se acercó y me habló. Ya saben cómo son estas cosas: amabilidad, cortesía, buenas palabras y a continuación un breve retrato de cada uno para que el otro nos vaya conociendo. Pero en este caso ni interesa que cuente nada de su vida, porque el desgraciado no se lo merece. El amable caballero me regaló al oído todo lo que quiso, que si yo le parecía muy guapo (entonces ya debí haber empezado a mosquearme), que si le gustaría conocerme más a fondo...

Yo, a la menor oportunidad que tuve, le sonsaqué si era activo o pasivo y ¡por supuesto que era activo y un gran amante! Yo me ilusiono pronto y en esta ocasión no iba a ser diferente, parecía que la tarde tenía un buen principio. Después del café dimos un paseo por toda la calle de Fuencarral y llegamos hasta casi la plaza de San Bernardo y allí fue donde me dice que va a visitar a una amiga que vive cerca con la que había quedado y ya se le estaba haciendo tarde, pero insistió en vernos otro día y cuanto antes, mejor. Se apenó de tener aquella cita que nos impedía seguir juntos, pero eso le daría más interés a nuestra relación, y con un apretón de manos, tras intercambiar los teléfonos, nos separamos. De nuevo un intento fallido, otra desilusión, otra tarde solo y en este caso abandonado en medio de Madrid, sin plan y mojado por todas las partes, porque no se imaginan cómo llovía esa tarde en el centro y con mi paraguas, únicamente, apenas nos tapaba y yo, por cortesía, trataba de que lo cubriese más a él.

Al final me decidí entrar a la sauna Olimpo que estaba muy cerca y entrar en calor. Por cierto, nunca había visto la sauna tan llena como ayer, no cabía ni un tío más. Parecía el metro en horas punta. Se conoce que los días de lluvia a todo el mundo le apetece la sauna. Con tal mogollón de gente ya sé que los mediocres no tenemos la menor oportunidad, los cuatro o cinco niñatos que hay junto con los diez o doce musculosos de gimnasio se reparten el botín y se van pasando uno tras otro a los señores que aún les falta un poco para entrar en la residencia de la tercera edad. Solo queda la opción del cuarto oscuro, pero con tal gentío, si logras entrar, puedes salir violado por todos los huecos de tu cuerpo. Vi un puesto libre en la piscina jacuzzi y me acomodé allí a pesar de que no me tocaba ningún chorrito en ninguna parte del cuerpo. Allí decidí pasar un buen rato entreteniéndome viendo pasar la muchedumbre del pasillo.

Y entre esa marabunta enseguida vi a mi Cark Gable con su toallita, recién anudada a la cintura, ojeando el ambiente a ver a quién se follaba. El muy cabrón tenía pensado venir hasta aquí y no encontró otro gilipollas con paraguas que le acompañase. Porque no me puedo creer que la cita con «su amiga» le durase cinco minutos o diez, que es el tiempo que había pasado desde que nos separamos. Si yo tuviera los cojones bien puestos, lo hubiera pillado de frente y le tendría que haber dicho todo lo que pensaba y se merecía, pero mi frágil moral lo único que me permitió es salir del agua y sin ducharme siquiera, porque sabía que estaba por esa zona, vestirme a toda prisa y largarme a casa sin más ganas de meterme a la cama y desear que pronto diera la hora de venir a la Fábrica a pudrirme.

lunes, 23 de junio de 2014

21. El desconocido se dio a conocer

Mi fin de semana no ha sido ni la mitad de bueno de lo esperado. ¡Hombre!, quizás algo diferente por la presencia de José, que sí me llamó y quedamos el sábado por la noche. Pero la cosa no pinta tan maravillosa como me lo esperaba. Me llamó cerca de las nueve de la noche cuando ya había perdido la esperanza. Estuve pensando en llamarlo, pero me pareció que eso era desprestigiarme y como darle la impresión de que estoy muy necesitado y, aunque sea verdad, no me apetecía que lo descubriera.

Me dijo que estaba en Madrid, que acaba de cenar y me preguntaba que si podíamos quedar a tomar una copa. Yo, que pensaba cenar con él, me tuve que preparar algo rápido para no irme sin comer nada. Nos encontramos en Gran Vía a las diez. Pillamos sitio en una cafetería y allí estuvimos de charla con una sola copa (me he dado cuenta de que es muy tacaño) hasta que pasamos al asunto interesante. Fui yo quien sacó el tema del sexo y quien lo animó a que fuéramos a un lugar a practicarlo. Me desanimaron sus primeras excusas como si no tuviera muchas ganas. Bueno, pensé que era timidez o temí que era yo el que iba demasiado deprisa y cambié de tema dejando que lo retomara él si realmente quería tener algo más que charla. Casi toda su conversación giraba en torno a su anterior relación y se ve muy claro que sigue enganchado a su expareja, porque si no ¿a qué viene hablar tanto de ese tipo que debía ser el motor y la alegría de esa relación y que ahora anda con un chico colombiano feliz de la vida? Cuando yo ya empezaba a estar un poco harto de estar allí y de tanto palique, me soltó que si conocía alguna pensión no muy cara porque, según me dijo: «Me apetece darte un beso, si tú quieres».

Bueno pues ya nos tienes a los dos recorriendo las pensiones de Chueca en busca de una habitación que al ser sábado y tan tarde no pudimos encontrar, todas estaban ya completas. La vergüenza más grande la pasé cuando uno de los recepcionistas de un hostal nos dijo que si la estancia era solo por una hora, que fuésemos a la sala The Place, que allí tomando una copa nos alquilaban una cama para el rato que quisiéramos y que era lo único que podíamos encontrar por la zona. José no lo quiso intentar en ese local porque decía que no lo parecía bien tener que pagar una copa solo para que te alquilasen la cama, así que al final fuimos a mi casa que le salía mucho más barato y además la copa la ponía yo también.

Llegué a casa bastante desanimado y no me apetecía para nada subirlo a mi casa, pero dadas las circunstancias, si quería algo, no me quedaba más remedio. Me animé bastante cuando José se empezó a desnudar después de darme el beso más torpe que recuerdo. Ese día no venía con el bonito traje de la otra vez, ni me pareció tan fondón como yo me había hecho a la idea; sí que está pasado de peso, pero tenía un cuerpo muy bien formado y unos calzoncillos bóxer que prometían. Me fastidió que me pidiera que apagara la luz. A mí me gusta ver y saber qué es lo que me como, pero entendí su timidez. Desde las primeras tientas ya noté que su polla, que era bastante grande, no pasaba de estar solo a mitad de camino. Me dejé las mandíbulas en el intento de ponérsela dura con la boca pero seguía siempre grandota y caída. Le dije:
―Si no te apetece mucho, lo dejamos y lo intentamos otro día.
―No, no, estoy muy excitado y quiero continuar.

Yo lo seguí intentando con todas mis artes, la verdad es que me apetecía mucho que aquello se endureciera porque su tamaño me parecía el ideal, y en general el cuerpo de José me gusta. Cuando vio que mis esfuerzos no lograban lo que quería me explicó:

Hace unos años me operaron de la próstata, y esta es la máxima erección a la que llego desde entonces, y aunque no me salga la leche, me puedo correr sin problemas a pesar de que no la tenga tan dura como tú. De todas formas esta pequeña pega no es importante para mí, ya que siempre he sido pasivo.

E imaginaran mi decepción, la perspectiva de tener que hacer de macho no me ilusionaba nada en absoluto, no niego que alguna vez me toca hacerlo, pero este tío lo tenía todo para ser un activo de puta madre.
―¿Quieres que te penetre? ―me vi obligado a preguntarle―.
―Lo estoy esperando toda la noche.

Su culo no era ni mucho menos lo mejor de su cuerpo, totalmente caído y tembloroso como un flan aplastado, aún no me explico cómo no se me bajó a mí también. El caso es que entré como si pasara por debajo de la puerta de Alcalá. Cuando empezó a gemir como una mujer, el poco morbo que tenía desapareció y acabamos los dos cada uno por su lado y con su correspondiente manita. Lo sorprendente es que José se corrió, aparentemente y sin ninguna expulsión de semen, sin que se le pusiera dura. Al parecer se lo pasó muy bien y así me lo dijo. Me dio las gracias varias veces y quedamos en volvernos a llamar.

Pero las cosas han perdido un poco o un mucho de interés por mi parte. Cuando vas conociendo a la gente te das cuenta de que nada es perfecto, y aunque yo estoy por la labor de ser muy comprensivo y nada exigente (ya no estoy en condiciones de exigir aunque me haga el interesante), existe un límite del que no puedes pasar. Creo que entenderán lo que estoy tratando de decir, pero es que a mí José apenas me compensa en casi nada, un buen aspecto de macho que se queda solo en aspecto no vale. Su tacañería tampoco ayuda mucho a darle valor y si vas juntando una y otra cosa, pues acabas un tanto desencantado. El próximo día que me llame no sé cuál será mi reacción; voy a esperar a ver cómo el tiempo moldea las cosas. Ya os contaré.

jueves, 19 de junio de 2014

20. Experiencia voyerista

Soy un curioso cabrón y un desleal con los amigos. Os explico lo que he hecho y veréis que tengo razón. Ayer me tocó guardia nocturna en la fábrica, y también estaba de guardia el vigilante maduro que es gay y que su pareja trabaja también aquí, pero en otro turno debido a que una vez los pillaron en los servicios y ya no les permiten coincidir en el mismo turno. Me llevo muy bien con ellos, aunque no saben nada de mí, pero puede que lo sospechen.

A eso de las once de la noche viene el maduro a verme al despacho para decirme que va a venir su compañero a estar un rato con él y que si le daba permiso para entrar porque ese día no tenía turno el joven. Como en definitiva trabajan los dos aquí, me pareció que no pasaba nada que se vieran. A veces también vienen las mujeres de otros empleados a traerles la cena o cosas así. Cuando llegó, me vinieron a saludar y estuve un rato de charla con ellos. Pero claro, el maduro está como un tren y me puso cachondo; no solo el verlo, sino que me imaginé lo que harían después. Poco más tarde tomé un papel en la mano de los turnos para preguntarles una chorrada y fui a la zona donde tienen sus cuartos y vestuarios. Como allí no hay nadie, desde lejos ya les escuché que estaban follando y me acerqué sigilosamente por si veía algo. Y, madre mía, lo que vi:

Habían dejado la puerta medio abierta porque, aparte de que no había nadie, así podían escuchar si saltaba alguna alarma en al panel exterior. El maduro estaba desnudo de cintura para abajo y el chaval totalmente, los dos tumbados en un banco del vestuario haciendo un 69 impresionante. Me puse nerviosismo. Creí que iban a escuchar mi corazón de lo fuerte que latía. No veáis el joven el pedazo de polla que se gastaba. Al maduro no se la pude ver porque me pillaba al contrario. No me quedé apenas rato porque mis nervios me podían, si me pillan me muero de vergüenza y hubiera quedado ante ellos como el culo. Con una erección de caballo (bueno, de poni) volví al despacho a pajearme como un salido adolescente. Como he puesto la camisa de sudor nervioso y hasta las seis de la tarde no salgo para cambiarme. Cuando unas horas después vinieron a darme las gracias y a decirme que el chaval se marchaba, me puse rojo de vergüenza y yo creí que me iban a notar algo aparte de darme un susto de muerte porque ni los oí llegar. Me dijeron que vinieron despacio por si estaba echando una cabezada. Han pasado ya un montón de horas y aún me caliento cuando lo estoy escribiendo.

Ha sido una experiencia acojonante, en mi puta vida pensé que ser voyerista era tan estimulante. A pesar de verlo en los videos de los bares de sexo y en las saunas todos los días, pero como aquí era a traición, la cosa era mucho más excitante. Hoy me hice la paja más rápida desde que tenía quince años. ¿Han visto como soy un cabrón voyerista? Lo malo es que ahora cada vez que vea al joven y me acuerde de su miembro, me voy a excitar seguro.

¿A vosotros os gusta mirar?... ¿o que les miren mientras hacen sexo? Mi grado de necesidad es mucho, ahora estoy esperanzado con que me llame mañana José el de Colmenar, me daré un margen hasta las seis de la tarde y si no ha llamado él, pues lo haré yo; es una oportunidad que no me apetece dejar pasar.

miércoles, 18 de junio de 2014

19. Conociendo a un desconocido

Sin mucha gana entré a un bar a buscar a mi amigo Paquito con el que había quedado previamente en ese lugar. Mi intención era largarme cuanto antes a cualquier otro sitio o a casa tras ver a mi amigo. Pero mira por dónde que entró un señor de unos 55 años canoso (aunque con una calvicie ya muy visible), con un poco de sobrepeso pero con un traje precioso y unos ojillos muy vivos y escrutadores que lo miraban todo, casi seguro, que por primera vez. Decidí quedarme un rato vigilándolo para ver cuál era su rollo. Imaginaba que ficharía a un tío que le gustase y se largaría con él. Se pidió una cerveza y antes de que se la sirvieran, ya empezó la procesión frente a él de los chicos que llenaban el local, como no se decidía a hablar con ninguno, los más atrevidos se empezaron a enrollar con él. Me gustó su seriedad y educación al ir despachándolos de su lado. Sin apenas probar su cerveza, pagó y salió del local. En vista de que mi amigo no llegaba, decidí salir tras él tratando de coincidir juntos en la calle. El tipo me estaba gustando cada vez más y me arriesgué entrando en conversación. Hice un comentario en voz alta para que él lo oyera, pero como si no fuera dirigido a nadie: Este local cada vez está más lleno de chaperos.

Y entonces el tipo me contestó: «Pues sí, me lo recomendó un conocido, pero no me avisó que clase de personas había». Le pregunté que si conocía la zona y me dijo que apenas un poco. Le propuse enseñarle otro lugar diferente y aceptó ir conmigo al Golden. Y hablamos, hablamos y hablamos. Se llama José, vive en Colmenar donde tiene una tienda, me parece que de ferretería, y acaba de salir de una relación de un montón de años. Me contó que su ex y él trabajaban en un taller y allí se conocieron y se hicieron socios montando la tienda y luego con el tiempo se hicieron también pareja. Según parece, su relación tras varios años estaba ya muy agotada y ya casi ni se aguantaban, por lo que su pareja abrió otra tienda en Tres Cantos y allí se ha liado con un dependiente sudamericano que contrató. Ahora ya están cada uno por su lado y José ha decidido volver a la «circulación», como él mismo dice. Me habló de los locales que había cuando él era joven y de las redadas de la policía que siempre los amenazaba, locales que ya no queda ninguno. Estuvimos casi tres horas de charla, y aunque no se habló nada de sexo, me da la impresión de que le he caído como bien. Para mí que es activo y si es verdad lo que me dijo, me da la impresión de que debe tener un atraso enorme. Al despedirnos nos intercambiamos los teléfonos con la consabida promesa de llamarnos. Yo no las tenía todas conmigo pero para mi sorpresa ayer lunes me llamó. Me dijo que este sábado pensaba bajar otra vez a Madrid y que me llamaría por si podíamos tomar una copa juntos y seguir con la charla. Yo no le aseguré nada, para hacerme el interesante, como cuando era joven y deseado, pero quedamos en que hablaríamos el sábado. Pues estoy un pelín emocionado, claro que sin quererme hacer muchas ilusiones que si no luego vienen los palos, pero pienso que si ha estado tanto tiempo emparejado es porque le gusta ese rollo de vivir en pareja y ¿quién sabe? También sé que cuando se quite el precioso traje que llevaba perderá mucho. Su cuerpo está ya bastante gastado, pero como el físico no lo es todo y quizás en la cama, es una fiera. Sea lo que sea, al menos me libró de ir al Warms o a otro local que probablemente sería mi destino ese sábado.

¿Vosotros que pensáis de esto? Ojalá tenga suerte y pueda contar pronto los polvitos con «mi pareja».

lunes, 16 de junio de 2014

18. Panorama desolador

Ya todo es recuerdo: de vuelta a Madrid. La misma mierda de siempre. El sábado me di una vuelta por Chueca y ya agarré la depresión habitual. La gente ni te mira y si lo hace, es para perdonarte la vida. Está claro que me voy a tener que dedicar a contratar chulos para poder tener sexo. El próximo fin de semana me iré a buscar un árabe de alquiler para recordar ese olor a pies que tanto me erotizaba.

¡Vaya aburrimiento que es esta ciudad! ¡Vaya rollo tener que vivir en Madrid en vez de Túnez! Estamos en un mundo occidental totalmente deshumanizado, encima yo he entrado en una fuerte crisis de mi enfermedad de los últimos años: la soledad, y se me hace muy cuesta arriba mirar hacia adelante viendo un panorama tan desolador. Ya sé que es una enfermedad muy extendida, que Madrid está lleno de gente sola, que a lo único que podemos aspirar es a echar un polvito deshumanizador con un desconocido cada vez. Desconocido que no siente nada por ti, porque lo que siente es la misma soledad que tú y lo más fácil es el contacto físico ya que de sentimientos y afectos aquí nadie sabe nada. Esto es una mierda y todos estamos revolcándonos en ella.

El viernes salí de copas conmigo mismo y nadie me prestó más atención que una mirada examinadora de las que nunca salía aprobado. Recorrí los lugares menos cutres de Chueca pero, en vista del fracaso, acabé de nuevo en la trampa del Warms. Tras dos mamadas a sendos desconocidos que no me dieron ni las gracias, y dejar que un abuelo, que no sabía ni lo que tenía entre las manos, me hiciese una torpe paja. Regresé de madrugada a casa con la frustración y la desesperación en el cuerpo. Yo comprendo que hay gente que así lo puede pasar bien, haciendo sexo sucio cada día con alguien distinto, pero para los que tenemos un poco de dignidad y nos negamos a ser pura basura, esto es muy frustrante, te lo aseguro.

El martes o el miércoles, ya no me acuerdo bien, fui a unos grandes almacenes para comprarme una máquina de fotos, porque la que llevé a Túnez está estropeada y no ha salido ni una foto bien, y subí a los servicios casi por inercia. Allí estaba un chaval bastante guapote que al momento me enseñó su cola tiesa. Cuando me iba a poner a su lado para echarle mano, se la guardó y salió de los servicios con una sonrisa. Fui detrás y allí estaba esperándome. Hablé con él, pero me dijo que se tenía que ir, que estaba su hermano por otra planta y que quizá lo estaba buscando, pero me dio su teléfono para llamarle por la noche. Al fin un chico guapo me hacía caso. Bueno, eso creía yo. A la noche cuando llamé me salió una señora asegurándome que me había equivocado. Comprobé el número y vi que era el que me había dado el chico, pero comprendí que era inventado y me lo dio para tomarme el pelo.

Como veis, ya es mi ritmo normal y esto no tiene pinta de poderse solucionar.

sábado, 14 de junio de 2014

17. Segunda parte (Viaje a Túnez)

Tiene un hablar muy sugerente, un poco afeminado que no le pega con su cuerpo tan viril y dándonos a entender desde el principio que podíamos contar con él para lo que fuese. El chico se dio cuenta enseguida de qué pie cojeábamos mi amigo y yo. Supo que éramos los clientes ideales para sacarse un salario extra. Estuvimos todo el día con él de turismo. Nos llevó a las tiendas donde le dan comisión por lo que compren los turistas que lleve y  comimos en el restaurante que él también nos dijo, un poco caro pero muy bueno. Al final de la tarde, poco antes de regresar al hotel de vuelta, fue cuando me dijo (a mí, no a Paquito que ya noté que le caía mucho peor que yo) que él vivía en un cuarto bonito y si quería tomar un té con él allí.

Dejamos a Paquito en el hotel con una cara de cabreo impresionante y me fui a su cuarto que, por desgracia, estaba bastante lejos del hotel. El cuarto de bonito nada, un sucio habitáculo lleno de ropa por todos los lados y con esterillas en el suelo en vez de cama. Ni té ni nada, fuimos directamente al asunto... y ¡qué asunto! Cuando se quedó desnudo con una polla gigante más dura que una roca apuntándome, casi me desmayo. Me dio un condón para que se lo pusiera y de los nervios  me resultó imposible, se lo puso él y nada más colocárselo, me dio la vuelta, me untó bien untado el ojete con aceite de oliva que tenía en un plato y me penetró como un salvaje. Años hacía que no me sentía desvirgado, ¡¡¡que polvazo me echó!!! El único inconveniente fue que se corrió enseguida, o al menos eso me pareció a mí, que hubiera querido estar allí violado toda la noche. El chico fue muy amable y no dudó en chupármela hasta que me corrí.

Como ves, un sueño, todo fue perfecto, y su falta de higiene apenas me importó. Es tan guapo que por primera vez el olor de pies me pareció buenísimo. Le di el equivalente a 30 euros y se puso contentísimo, haciéndome prometer que al día siguiente lo repetiríamos.

Efectivamente, cuando bajamos a desayunar ya estaba allí esperándonos. Nos volvió a acompañar todo el día y a la tarde repetimos exactamente igual el sexo del día anterior. Y así el tercer y cuarto día. Lo único es que el cuarto día, a la hora del sexo, vino otro amigo suyo (mucho más feo pero muy interesante) para estar con Paquito que el propio Ibrahim se encargó de buscar.

El quinto día teníamos que ir a otra ciudad: Monastir. Pero yo lo arreglé para poderme quedar en Túnez y que se fuera Paquito solo con otro grupo de españoles. A mí Monastir me importaba nada, yo lo que quería era a mi dios tunecino y nada más. Me pasé el resto del viaje en el mismo hotel con el mismo guía maravilloso. Por el día llegó a ser un poco rollo porque repetíamos lugares y él siempre ponía el mismo empeño en enseñarme los lugares que ya me sabía de memoria. Me hubiera gustado estar con él sentado en un bar, ir al teatro, a cenar por la noche... pero no, se limitaba a ser guía y a la tarde acercarnos a su cuarto, follar siempre con prisa y al terminar despedirse rápidamente y hasta mañana. En alguna ocasión me habló de su novia, creo que cuando me dejaba se iba a verla y seguramente a follársela.

Y así hasta el último día en que, con una gran pena, pero con el culo destrozado, me tuve que despedir de él. Me ha dado sus señas de Internet pero, o están mal o son falsas, porque ya le he querido mandar un correo y me indica que la dirección no es correcta.

Paquito regresó el último día de Monastir con bastante cabreo conmigo por no haberle acompañado y diciéndome mentiras como si fuera un niño. Me decía que había estado con chicos mucho más guapos, que allí sí dejaban subirlos al hotel, y que la ciudad era muy bonita, probablemente la única verdad que me contó.

Decididamente, cuando me retire me iré a vivir a Túnez, espero que aún pille a Ibrahim de buen ver y si no, me buscaré otro para que me endulce mis últimos días. Adoro a los árabes, aunque son un poco sucios, y muy negociantes, el dinero estaba presente en todas sus conversaciones, allí no hacen nada si no hay pasta detrás.

jueves, 12 de junio de 2014

16. Viaje a Túnez (primera parte)

Os contaré lo mejor que me pasó en ese maravilloso país que se llama Túnez:

El viaje fue una pesadez porque el avión tuvo un retraso de tres horas y al llegar  allí, el bus que tenía que llevarnos al hotel ya se había marchado. Cogimos un taxi de un tipo que se brindó amablemente, pero apenas íbamos a salir del recinto del aeropuerto, lo paró la policía, hubo una discusión con el taxista, nos hacen bajar del coche y tras quitarle la documentación, lo dejaron marchar. Allí estábamos Paquito y yo, los dos mariquitas en medio de la carretera y con dos policías (buenísimos) contemplándonos. Menos mal que pronto pararon otro taxi de otro color y nos pudimos marchar al hotel. Al parecer (o eso creímos entender), el primer taxista era un timador y no era legal o algo parecido. Claro, que el segundo taxista también debía ser un espabilado porque nos pidió cien euros por el recorrido. Allí no llevan taxímetro los coches. Nos pareció tanta burrada que le preguntamos al establecimiento y él mismo se apañó con el taxista. Nos dijeron que lo incluirían  en la factura, pero la cantidad correcta era muchísimo menos. El hotel: de las mil y una noches, como si estuviéramos en una película; y los empleados mucho más de película. Nos gustaban todos: el de recepción, los botones, los camareros...

El gran encuentro fue al día siguiente. Uno de los camareros que servían los desayunos nos dijo que su hermano era guía oficial y que por poco dinero nos  podía acompañar a ver la capital, Cartago, un pueblecito especial que lo visitan todos los turistas y todo lo que quisiéramos. Como supimos que hablaba español, le dijimos que sí. A los cinco minutos apareció el tipo más guapo que he visto en años, alto y musculoso, con un pelo rizado por todo el cuerpo, con unos ojos grises claros, que te quitaba el  aliento cada vez que te miraba y con una sonrisa cautivadora que te dejaba temblando. Le dije a Paquito que no me interesaba visitar nada, que solo quería estar mirándolo a él. Pedimos que fuera nuestro guía y que, si quería, nos  acompañase a nuestra habitación hasta que nos arregláramos para ir a donde él dijese. Entonces ya nos enteramos que a las habitaciones no pueden subir los tunecinos y se tuvo que quedar en la puerta donde ni siquiera pueden entrar el resto de los hombres del país, excepto Ibrahim (así se llama mi adorado dios) por ser hermano del camarero que trabajaba allí. Le dije a Paquito que se quedara con él mientras yo subía a cambiarme para que no nos lo quitara alguno de los turistas que ya le habían echado el ojo.

Continuará...

martes, 10 de junio de 2014

15. La esperanza de Túnez y el patinazo local

Estoy un poco nervioso por el viaje de vacaciones. Tengo la maleta encima de la mesa y aún no he metido casi nada de lo que seguro llevaré (bueno, una cosa sí he metido: una caja de condones a punto ya de caducar). Cada día meto unas cosas y saco otras. Tengo los armarios desorganizadísimos y ya no encuentro nada; tampoco sé qué voy a encontrar en ese país tan rarito. Resulta que para llegar a Túnez tienes que sobrevolar Italia y me han entrado muchas ganas de ir a Roma, Venecia, Florencia, que serán mucho más bonitas que las ciudades de Túnez y de Monastir, que son los dos sitios donde tenemos hotel. Yo, la verdad, es que de cultura árabe sé más bien poco, conozco a Mahoma y poco más. Al parecer las visitas concertadas son mayoritariamente de mezquitas y lugares santos, pero santos para ellos y no para mí. Siempre queda la esperanza de que se enamore de mí un morazo de estos grandotes, fuertes y mal encarados, que le salga el morbo por todos los poros sudados de su piel. Paquito está empeñado en que entremos en un baño turco. Le han dicho que es ahí donde está la marcha en los países islámicos, ya que todo lo referente a la homosexualidad está muy prohibido y perseguido en su cultura retrógrada y como te equivoques de dirección, te puedes ver metido en un buen lío con cárcel y todo.

Lo del viaje a Túnez ya me tiene de los nervios, y no porque me haga especial ilusión, ni mucho menos, pero si no voy, me quedo un año más en España y en Almería que es aún peor; no todos tenemos la posibilidad de elegir el destino y con la compañía deseada.

El sábado estuve tomando un cubata con Paquito en un bar. Hablando y hablando de nuestro viaje, viaje que a él le ilusiona mucho y a mi apenas nada. Se me acercó un señor con ánimo de ligarme, ¡tiempo que hacía que no me pasaba eso! Claro que no había apenas nadie como para elegir. Era un tipo raro, de edad impredecible, llevaba ropa juvenil de marca, pero su cara y su cuerpo le denunciaban como de unos 58 años como poco. No me gustó, principalmente, por dos razones: Llevaba el pelo teñido y los hombres con el pelo rojizo del tinte no me dan confianza (ese señor con el pelo blanco hubiera estado mucho más atractivo y además genera buenas vibraciones), y, segundo, porque sin pedirle su opinión, empezó a hablar mal de los inmigrantes sin saber si yo pudiera tener amigos de esa condición. Me dijo:
—Tengo sitio.
—Yo también —le contesté—. Estoy esperando a algún tipo que me guste para ocuparlo, aunque con lo vacío que está el local, me va a tocar esperar un buen rato.
 Entendió la indirecta y se marchó del lugar.

lunes, 9 de junio de 2014

14. El modista que nunca me miró a la cara

Mientras espero el día de ir a Túnez, estoy recordando aquellas vivencias con el modista italiano. A veces creo que me hubiera gustado vivir en la vieja Italia, todas las ciudades son muy hermosas y los italianos, aparte de ser narigudos, no son feos, solo un poco sucios y muy machistas; allí todos reciben muy a gusto por detrás, pero todos son machos. Hace años conocí a uno de Milán, muy relacionado con el mundo de las modas y amigo de todas las mariquitas modistas españolas, y recuerdo que solo estaba obsesionado con mi polla, y eso que es de las normalitas tirando a flaca. Creo que nunca me miró a la cara ni a ninguna otra parte del cuerpo. Siempre se buscaba compañía femenina y sobre todo modelos despampanantes para fomentar su imagen de virilidad inexistente, las dejaba en el hotel y luego me llamaba para comerme la polla con desesperación. ¡Qué tiempos aquellos en que por lo menos alguien me llamaba!

Bueno, no quiero empezar a quejarme y a compadecerme de mí mismo, aunque se comprende que esta edad es muy mala y si conocieran a más gente de mi edad con la que tuvieran confianza, te confirmarían lo que digo, porque los de mi generación estamos justo en el momento en que para los chavales no somos lo suficientemente maduros y para los maduros somos viejos, y encima es la época cuando más necesidades sexuales tenemos.

Por un lado, quiero que llegue ya el día de partir, pero por otro lado tengo la impresión de que no me va a gustar este viaje. Son como unas vibraciones negativas que me están mosqueando. Todos los años se me acaban haciendo demasiado largas las vacaciones. Después de venir de Túnez iré a Almería con mi hermano y su familia, que seguirá tan plasta como siempre, y eso es lo que acaba de rematar el mes, pero no tengo mucha más familia y hay que cumplir con ellos.

domingo, 8 de junio de 2014

13. ¿Tópicos o realidades de los viajes?

Tengo una compañera en la fábrica que todos los años se marcha a Cuba de vacaciones con su marido. Al principio nos contaba que era por vivir el último resquicio del comunismo en el mundo, que si por ayudar a los cubanos pobres, que si no sé por cuántas más historias altruistas. Una noche, en una media borrachera intimista me confesó que realmente van a follar, ella con cubanos calientes y su marido con tías espectaculares a cambio de un cepillo de dientes. Me comentó que era su gran ilusión de todo el año para combatir el tedio de las repetitivas y aburridas relaciones sexuales que cada vez practicaban menos dentro del matrimonio. Por eso, cuando me viene alguien diciendo que se va a Cuba o al Caribe a descansar en la playa, a mí ya no me engañan y sé perfectamente que van simple y llanamente a follar todo lo que puedan comprar. La gente sabe que vas allí y por pocos euros te pones ciego a fornicar sin ningún compromiso posterior. Allí nadie te va a pedir el teléfono para llamarte después, ni te vas a encontrar en Madrid con la persona que te has tirado cuando vas a un restaurante con la familia y encima, son tan calientes los lugareños, que te hacen creer que les gustas y que eres la persona de su vida.

Ya tenemos los billetes y los hoteles para las vacaciones a Túnez. Me aseguran que adonde vamos es el país menos peligroso de todos los árabes, pero cada día que se acerca el momento de partir, tengo más miedo; ya saben cómo están ahora las cosas de mal con los islamistas y a veces me arrepiento de lo proyectado. Además, no sé si aguantaré a mi amigo Paquito tantos días seguidos con sus gilipolleces. Confío que no sea verdad lo que me han contado de estos lugares árabes, sobre lo de que tienen muchas garrapatas para pegarte, chinches en las camas y ladillas en los servicios públicos, que no puedes ni entrar a mear sin que te salten a cientos al vello púbico. Supongo que cuando regrese tendré que someterme a una sesión de desparasitación intensiva de ladillas, chinches y demás microbios para no expandirlos por España.

sábado, 7 de junio de 2014

12. Amenaza silenciosa

Ayer me encontré con un chico que conocí en la sauna hace bastantes años, cuando yo no faltaba ni una tarde a ese lugar que era la mejor en aquel momento. Lo encontré muy envejecido y parecía imposible que fuera el mismo que siempre llamaba tanto la atención por el cuerpazo que tenía. Era pareja del dueño de ese negocio y cuando le pregunté por él, me dijo que estaba en el hospital en cuidados intensivos esperando a su muerte en cualquier momento. El virus ya no le daba más respiro y hacía ya un año que ningún retroviral, incluso de los nuevos que han sacado, lo ha podido detener.

Como supondréis, este chico también está con la enfermedad y me impresionó mucho cuando me contaba que está siguiendo los mismos pasos que su pareja, y que, igualmente, ya se le están terminando los nuevos inventos medicinales que, de momento, se lo están parando. Calculaba que para el próximo verano moriría también. Según me decía, la putada de la enfermedad es lo mucho que tarda en desarrollarse. Ellos fueron fieles desde que se conocieron, pero el virus tardó siete años en manifestarse en su pareja y los pilló desprevenidos. Me contó que la sauna sigue funcionando pero que la lleva un administrador; él se dedica a ayudar a los nuevos infectados en una asociación, el poco tiempo que le permite no atender a su pareja. Precisamente ayer venía de verse con un chaval de 17 años al que le acababan de pronosticar la enfermedad y, me contaba, que el chico lo único que había hecho en la vida era chupársela a un gay vecino de su casa que, como supo después, era portador del virus.

Imaginaos la noche que he pasado dándole vueltas al asunto. Soy consciente de que ya me toca hacerme otra vez la prueba porque, aunque no me han penetrado sin condón, sí que he chupado montones de pollas y quién sabe si alguna no llevaba la cagada encima. Este fin de semana no pienso ni asomarme a la ventana, repasaré las pelis porno y me mataré a pajas hasta que me quede tan harto que tan solo pensar en sexo me dé ganas de vomitar.

Mensajes como el de hoy, tan pesimista y tenebroso, no vale la pena escribir, pero es que el encuentro de ayer me ha dejado muy jodido, el comprobar los terribles peligros por los que nos movemos siempre me afecta mucho.

jueves, 5 de junio de 2014

11. Una ilusión más fallida

Ayer me ligó un tío por la calle. Bueno nos ligamos a medias. Camino de casa me senté un rato en una terraza del centro a tomarme una coca y refrescarme, cuando veo a un señor que estaba pasando por delante, me mira fijamente y me sonríe. Al principio no pensé que era conmigo y tras bajar los ojos de primeras, lo volví a mirar. Cuál fue mi sorpresa cuando lo veo parado en una sombra y mirándome con una sonrisa de oreja a oreja. Automáticamente se me puso la polla dura (para que vean el estado de necesidad que tengo). Como ya había pagado, me levanté y despacio me fui acercando, al llegar a su altura me dijo: «Hola», y tras contestarle, me preguntó mi nombre. Hablamos. Me dijo que vivía muy cerca y que si estaría dispuesto a acompañarle a tomar algo.

No veáis lo emocionado que estaba tratando de disimular mi erección. Recordé que no estaba limpio, ni mi calzoncillo estaría en condiciones de ser mostrado a la luz, así es que le puse una excusa de algo urgente que tenía que hacer en ese momento, pero que más tarde podíamos vernos. Así aprovecharía para ducharme y poner mi culo en condiciones perfectas. Le pedí el teléfono y quedamos en hablarnos más tarde. El tipo estaba bastante bien y me apetecía darme un revolcón con él. Su aspecto era normal, tirando a feo, calvo, más bajo que yo y con su correspondiente barriguita (¿qué tipo de más de cuarenta años no tiene su barriga?), pero tenía una mirada de morboso que me calentó. Tras prepararme lo llamé. Lo encontré bastante despistado para haber pasado solo hora y media, hasta que recordó quién era yo. Le costó un montón. Le pregunté si aún mantenía la invitación a su casa y me responde directamente: «¿Tú qué haces?». Como no entendí muy bien a qué se refería, si a qué me dedicaba en la vida o qué estaba haciendo en ese momento, le pedí que se explicara. Me sorprendió al decirme que lo que le interesaba era lo que yo que hacía en la cama. No supe qué decirle, me pilló desprevenido esa cuestión tan directa, pero con la pinta de macho que tenía le dije que era redondo. Tras un silencio más largo de lo permitido, por educación me dice: «Oye que será mejor que lo dejemos». Solo me dio tiempo de decirle: «Vale», antes de que me colgara el teléfono. ¿Qué os parece mi jodida suerte? Tomad nota de las cosas que tenemos que sufrir cuando la juventud nos roba la belleza, se queda con ella y no nos deja más remedio que seguir caminando, más viejos, más feos y más humillados cada día.

miércoles, 4 de junio de 2014

10. Sexo birrioso y sin él

Este fin de semana he tenido sexo. Pero de ese birrioso en un bar con cuarto oscuro. Por mucho que tardes en ir, siempre encuentras a la misma gente. Es como ir a trabajar a una fábrica: siempre están los mismos en sus lugares de siempre y haciendo lo mismo. El sábado entró uno despistado, debía ser turista, pero como allí no se abre la boca para hablar, pues ni sé de donde sería. Nos tiramos a por él en masa, a ver quién se lo quedaba. El tío no valía nada, pero era novedad y eso allí se valora mucho. Polla nueva, aunque sea tan pobre como lo de este señor que entró más por curiosidad que por sexo, es todo un aliciente para los que ya nos conocemos de memoria. Tuve suerte y pillé un buen sitio, mientras yo se la mamaba, otro se la metía por detrás (por cierto el señor no debía haberse preparado el culo porque cuando el de atrás se la sacaba para volvérsela a meter, me venían unos olores muy desagradables), otro le chupaba los pies y otros dos se la metían en la boca a la vez. Como ves muy poco agradable este tipo de sexo sucio, pero es lo único que me pude llevar a la boca.

Ayer estuve chateando unas horas y después de mucho rollo inútil, quedé con un tipo que parecía interesante. Me tocó desplazarme hasta cerca de la plaza de Las Ventas y apareció un tío demasiado buenorro como para ser verdad. Efectivamente, en cuanto empezamos a hablar me dijo del dinero que le tenía que dar (¡50 euros!) y ahí mismo me di la vuelta y me largué, no sin antes reprocharle que no dijese por el chat que era simplemente un puto. Está visto que la gente ya solo quiere dinero y lo demás no importa, pero la situación en el mundo es jodidísima, aquí ya nadie suelta un duro por simplemente follar (y mira que está cada día más barato) pero la gente no está por la labor de pagar por algo que hoy por hoy es gratis.

lunes, 2 de junio de 2014

9. No todo lo que brilla es oro

Estuve en la lonja de Vallecas. Tal como prometió Basurto, fueron seis franceses maduritos que fueron lo mejor de la tarde. Además, la gente joven que normalmente acude a estas reuniones se ha marchado  de vacaciones a la playa y el nivel de edad era mucho más interesante. Ya sabes la norma de estar un poco con todos, pero me centré sobre todo en un señor de Marsella, a pesar de ser mayorcito, tenía un cuerpo fuerte y una polla juguetona. Era simpático, hablaba un poco de español, había sido camionero en su juventud y le tocó viajar mucho por España. El tío me provocó una corrida en medio de la reunión con una mamada magistral. Salimos juntos, después de cenar en Chueca y tomar una copa en un bar, acabamos en su hotel. Aquí se rompió la magia de la noche. Una vez desnudos en la cama, me pidió que yo fuera el activo. Tenía muchas ganas de sentir una polla en su interior. Y ahí me tienes a mí de machito, tratando de automentalizarme para mantener una erección lo suficientemente consistente como para que pudiese entrar en su culo que, a pesar de ser excesivamente peludo, se movía como el de una mujer. Después de tres intentos fallidos y tres condones desaprovechados —en cuanto se la ponía en el ojete, después de mucho rebuscar por entre los pelos, se me aflojaba y así era imposible metérsela. Además, estaba demasiado cerrado, como si no se la hubieran metido hace siglos— acabamos los dos pajeándonos mutuamente con más pena que gloria.

domingo, 1 de junio de 2014

8. Alternativas en el centro comercial

Ayer estuvimos mi amigo Paquito y yo de compras, pero no compramos nada. La ropa es mala fea y supercarísima, los comerciantes quieren hacer su agosto y no saben cómo timar a la gente. Los únicos que compran son los niñatos jóvenes y las niñas pijas que no tienen otra inquietud en la vida que ponerse un modelito distinto cada día.

Pasamos toda la tarde en el centro comercial, de servicio en servicio, ojeando pollas de abueletes, o viendo cómo se la meneaba algún moro salido, en clara provocación, tratando de tocársela al único señor que valía la pena. Este, al final, se metió en una cabina, con un chavalín que bien se podía haber quedado perfectamente en casa jugando a la Play Station y habernos dejado a ese señor canoso y guapísimo para los necesitados que andábamos detrás de él. Está bien lo del lío de los servicios en este centro comercial, hay muchos servicios y puedes ir de uno a otro, aunque al final, en todos son la misma gente que también se van cambiando. Aparte de no haber vigilantes incordiando, están bastante limpios. Finalmente, nada de nada, acabé en casa, más caliente que una mona en celo y haciéndome la correspondiente paja para poderme dormir.