- ¿Te acuerdas de nuestro amigo Simón? – me preguntaba Paquito mientras tomábamos café el viernes en la plaza Zerolo.
- Como no, un buen tipo sin duda, – le respondí -hace unos meses que no nos vemos, a ver si le llamo y quedamos. Supongo que seguirá con ese chaval alemán que tan buena pareja formaban.
- Si, continúan juntos, lo sé porque ayer hablé con él y me lo confirmó.
- Que bueno, me gusta que la gente encuentre estabilidad en este mundo tan complicado.
- Pues me temo que las cosas no son tan buenas.
La expresión de Paquito al decir estas últimas palabras se había ensombrecido y su mirada seria me dejaba entrever que tenía algo que contarme.
- Suéltalo ya Paquito, se que tienes alguna noticianueva respecto a esta pareja y que estás deseando contármelo.
- Pues si, efectivamente. No es algo que pueda sorprendernos porque en este mundo de Chueca ya pocas cosas nos pueden pillar de improviso.
Como intuí que la narración sería larga por la forma de acomodarse en el asiento, pedí otro café deseando que no fuese algo malo para el bueno de Simón, un joven veterinario de Badajoz instalado en la capital y que hace unos meses formó pareja con un estudiante alemán, más joven, de aspecto inteligente, algo tímido y muy educado y discreto en su actitud.
- Antes de nada – comenzó Paquito – dime si te acuerdas de aquella tarde que salimos los cuatro a tomar unas cervezas y de retirada pasamos por la puerta de aquel local en Lavapies de la puerta morada.
Por supuesto que recordaba esa salida, en realidad no han sido muchas las ocasiones en que coincidimos de marcha los cuatro. Con el puntito alegre de tres o cuatro cervezas se nos ocurrió entrar en aquel bar para terminar la noche de forma diferente. Este local tiene la peculiaridad de ser nudista pero solo en las noches de luna llena, algo que incidía justamente aquella noche. Simón, Paquito y yo estábamos de acuerdo en tomar la última en aquel lugar. Paquito parecía el más interesado porque, como me confesaría después, tendría ocasión de ver al joven alemán desnudo, cuyo cuerpo se intuía agradable y estaba bien formado, sobretodo, con la ayuda de su juventud y así poder constatar lo que nuestro amigo Simón se beneficiaria cada noche.
Antes de entrar Simón le explicó a su enamorado las características del lugar. Cuando el teutón se enteró de que debía desnudarse por completo, la expresión de su rostro de aterrorizó. “No Simón, no. No Simón no” repetía con espanto. “ Tu sabes Simón que yo soy contrario a este tipo de locales donde impera la promiscuidad, soy fiel guardián de mi intimidad y no podría mostrarme de esa forma tan indecente ante los demás”.
No me extrañó demasiado su actitud porque concordaba con esa imagen de timidez que el muchacho siempre había mostrado.
Paquito se quedó con las ganas y Simón, en el fondo, se mostró satisfecho con la forma de ser de su pareja que no hacía mas que confirmar sus virtudes.
Además la llegada al local fue una serendipia, no estaba rompiendo ningún plan establecido, podíamos buscar otro lugar o, simplemente, cerrar la noche en aquel momento.
- ¿Qué tiene que ver aquella noche con lo que me tienes que contar?
- No nada, solamente quería estar seguro de que recordabas como es este muchacho alemán – me aclaró Paquito.
- ¿Y que te contó Simón?
- Poca cosa, que seguían juntos, al parecer les van bien las cosas a pesar de que su chico está ahora muy ocupado trabajando con otros compañeros de facultad en una tesis conjunta y le toca reunirse con ellos en cualquier momento.
- Pues si, eso suele ocurrir cuando estudias.
- Bueno ahora quiero que veas algo que encontré el otro día trasteando por Internet – me decía mi amigo mientras sacaba una tablet de la tremenda bolsa que siempre le acompañaba.- Precisamente lo que vi fue lo que me impulsó a llamar a nuestro querido Simón.
Tras estar manipulando el aparato un buen rato, me mostró en la pantalla la fotografía de un chico únicamente vestido con un correaje que le unía los hombros con su desnuda cintura, exhibiendo de frente sus excitados genitales , mostrando una fusta en una mano y unas esclavas policíacas en la otra. Tardé unos segundos en descubrir, tras aquella insinuante sonrisa,el rostro del alemán, pareja de Simón.
- Pero… ¿Donde hás encontrado esta foto? – pregunté intrigado a Paquito.
- La encontré en esta página – Me mostró nuevamente la pantalla donde se podía leer en un sugerente logotipo: “Chaperos.com”
- Tiene que haber un error, esto que me estás enseñando es muy fuerte.
- Pues mira el mensaje que este chico da en el pie de su foto explicando sus especialidades: “Experto en técnicas sadomasoquistas, si quieres gozar sufriendo llámame, soy tu amo.”
Una inquietante pregunta me sobrevino de pronto:
- ¿Le hablaste de esto a Simón?
- ¿Cómo se te ocurre? – el gesto de Paquito mostraba una mezcla de asombro e impotencia – Las palabras de Simón no dejaban lugar a dudas: él no tiene ni la menor idea de las actividades “extraescolares” de su pareja, solo había que escuchar la veneración y el entusiasmo que hablaba del alemán.
La gran duda sobre cual tendría que ser nuestra actitud hacia nuestro amigo quedó colgada en el aire: ¿Deberíamos decirle y abrirle los ojos? ¿O deberíamos callar y no hacerle daño?