Vivencias de un gay

miércoles, 30 de julio de 2014

38. Desenmascarado ante un novato

¡Vaya corte que me llevé el sábado!

Por la fuerza de la costumbre, me acerqué a Chueca (¡cómo no!) a tomar algo y echar una miradita al personal, porque la llegada del buen tiempo, ya sabéis, invita a salir. Ligué por la calle con un chavalito de 18 años, estudiante y despistadísimo en la zona, un pardillo que acabará en las manos de cualquier aprovechado que no sea como yo y que además le gusten los niños.

Me preguntó por el Black and White, que dónde estaba y que cómo era el sitio. Le dije que era de lo peor para un chico de su edad porque lo confundirían con chapero y ya nos enrollamos. El chaval acaba de definir sus gustos sexuales; rompió con su novia hace dos semanas y anda como loco por follar con hombres ahora que ha decidido ser coherente consigo mismo y con los gustos de su corta vida. El chico no paraba de hablar y no sabía cómo deshacerme de él porque estábamos sentados en la plaza donde todo el mundo nos miraba, sobre todo a mí, tachándome de infanticida ¡como si a mí me gustara eso!

Estaba yo preparando la excusa para marcharme cuando nos vio una pareja que yo conozco y que hace poco estuve follando con uno de ellos en mi casa, poniéndole los cuernos al otro. Se sentaron con el niño y conmigo y ni el nombre sabía del chaval para presentárselo. Apenas hablamos del tiempo para empezar cuando de repente me suelta al que le pusimos los cuernos: «Ya sé que mi pareja ha estado follando contigo». Me quedé blanco, no me salían las palabras del cuerpo y ni siquiera me atrevía a salir corriendo. Su tono no era muy de reproche, sino más bien como de cachondeo y, como vio que yo era incapaz de decir algo, agregó: «No te preocupes que ya me lo contó todo y hemos decidido ser pareja abierta, aunque aún estamos en los inicios y no sabemos muy bien ni qué hacer ni cómo irán las cosas».

Vaya corte. ¡Apenas aguanté media hora más! y puse una excusa para marcharme, pero antes nos propusieron al niño y a mí la posibilidad de hacer una cama redonda entre los cuatro porque se pensaban que yo estaba con el chaval emparejado o al menos para follar. Les aclaré la cuestión de que nada de nada al menos conmigo y se quedaron allí los tres planeando algo así como un trío entre ellos, aunque yo al niño no lo veía muy entusiasmado. No me quedé para ver en qué terminaba ese lío tan raro y los dejé a su suerte, bueno, en el caso del chavalín, de su mala suerte, porque lo más probable es que recibiera el primer palo de los muchos que recibirá a lo largo de su vida en Chueca.

Lo pasé muy mal cuando el tío me soltó de sopetón que ya sabía que me había acostado con su pareja. Deberían habérmelo dicho en su momento que eran pareja abierta, pero creo que entonces aún no lo eran y que lo decidieron después de mi encuentro con el más feo de los dos.

domingo, 27 de julio de 2014

37. El desenlace del párroco y el colombiano

Estoy un poco deprimido. El sábado me vi con Pablo y nada fue como yo esperaba. Estuvo muy atento, me agradeció mil veces que le sacara el lío del colombiano de encima, hablamos mucho de todo, pero... ya desde el principio me dejó señales de que entre él y yo no podría haber nada: que si está muy entregado a su trabajo, que si sus encuentros carnales los quiere sin nombres y sin rostros, que si lleva muchos años que no se involucra con nadie porque adora su ministerio sacerdotal y es lo que más le recompensa en la vida, que si su mayor sacrificio es vencer la tentación y cada vez lo consigue más fácilmente... En fin, que el guapo sacerdote solo me puso trabas para que no se me ocurriese ni siquiera pensar en rozarle la mano. Como todos los curas, habla muy bien y te envuelve de tal manera que casi le tuve que dar las gracias por no darme ni la más mínima oportunidad.

Con la moral por el suelo, lo acompañé a la estación de autobuses y no se me ocurrió ni siquiera entrar a los servicios a ver qué ambiente había. Me fui a casa y no he salido hasta hoy.

Hablé con Paquito. Él al menos está feliz. Se ha quitado al colombiano de en medio y me dice que ahora cuando está caliente se va a la sauna, alquila al chapero más guapo y por treinta euros le hace de todo y, como paga, les exige y no les queda más remedio que acceder a todas sus guarrerías. Me contó que el otro día después de estar un buen rato con un chico, como se negó a chuparle el ojete del culo, lo despidió y se ahorró los treinta euros. Otro día, como el chapero no logró mantener la erección para metérsela, tampoco le pagó. Y es que, con lo feo y repugnante que es Paquito, debo reconocer que hay que ser muy buen profesional para simular entusiasmo con él. Os aseguro que ni por todo el oro del mundo estaría sexualmente con un tipo con un físico como el suyo. No piensen que estoy hablando mal de mi amigo; esto mismo se lo he dicho a él miles de veces y él sabe que realmente es feo.

También hablé con otro amiguete que conozco hace muchos años y que está emparejado desde hace tres años. Me dijo que ya empiezan a tener problemas y para superarlos se marchan a pasar unos días a Tenerife. Me encantaría ir a esa isla, pero, claro, en compañía de alguien. En cuanto me lo dijo, me entró el mono de Tenerife.

jueves, 24 de julio de 2014

36. Cambio de ciclo

Gracias a todos los lectores por hacer que este blog creciera y por haberlo hecho suyo. También por cada uno de sus comentarios los cuales leo y que los hace partícipes de la historia de Rafael.

A veces veo que son sucias y sin sentimientos las entradas que publico, pero si miramos la realidad: cuántos homosexuales en este mismo momento están en las aplicaciones gais del móvil, los chats, las saunas... En las historias de Rafael se cuenta lo que vive y cómo lo percibe. Pero él también busca el amor, ese príncipe azul que todos anhelamos y que por desgracia no llega o si llega, lo dejamos ir. En muchas de las publicaciones hay sexo: es lo que se cuece, hoy por hoy, en el ambiente. Todos tenemos necesidades fisiológicas, ¿quien no ha tenido sexo con el primero que le sonríe? Hay algo curioso que veo en los bares y discotecas, besamos con más pasión a un desconocido que a nuestra propia pareja. Y en esa búsqueda desenfrenada de encontrar el amor vemos torsos, abdominales, penes, culos, centímetros... pero nunca miramos más allá, nos conformamos con un polvo o dos como máximo, ya que tenemos una oferta muy variada en algunos chats y en aplicaciones gais del móvil.

Se cierra un ciclo y se abre otro con nuevas aventuras más excitantes y así se conocerá más a Rafael y se desvelarán algunos interrogantes que quedaron abiertos en historias anteriores.

Mis más sinceros agradecimientos a mis lectores y a los nuevos que se unirán a partir de ahora en esta segunda etapa. Seguiré publicando como hasta hora.

martes, 22 de julio de 2014

35. Morbosa situación

Esta mañana me ha pasado algo que no me ocurría desde hace muchísimos años. En el autobús para venir a Guadalajara se acomodó en el asiento de al lado un chico de unos treinta y algo, con pinta de mecánico y de los que pasan desapercibidos por no ser ni muy guapos ni muy feos.

Apenas arrancó el bus abrió las piernas dejando reposar la que lindaba con la mía sobre mi muslo. En principio no le presté atención porque a esas horas mucha gente se queda dormida y pierde la compostura, pero siguiendo esa intuición que los gais tenemos para encontrar oportunidades, mantuve la pierna en contacto con la del mecánico. Observé que el chico no tenía los ojos cerrados y la presión de su rodilla era cada vez más intensa. Sospeché que ambos teníamos toda la atención de nuestros cuerpos centrada en el punto de contacto, cada vez más ardiente e intenso.

La confirmación me llegó visualmente cuando pude distinguir claramente su abultado pantalón a la altura de su bragueta. Mi respuesta fue inmediata y con mi corazón latiendo apresuradamente como cuando era adolescente, en un movimiento rápido me coloqué la polla de forma que se distinguiese claramente a través del pantalón y mostrase también su erección a simple vista. Las piernas continuaban apretadas y las respectivas pollas esperando la mano vecina que calmase su impaciencia. Lo malo es que en verano ninguno de los dos llevábamos una prenda en la mano para colocarla estratégicamente sobre nuestras piernas y así actuar bajo ella y, además, en los asientos paralelos viajaba una chica joven que podía ser testigo de cualquier acción que iniciáramos.

De pronto desde el suelo el chico elevó una mochila y se la colocó sobre sus rodillas tapando en parte la visión de la vecina que ni prestó la menor atención a ese gesto. El chico abrió la mochila y se puso a rebuscar algo mientras me miraba de reojo. Era la señal. Puse mi mano en su pierna y él respondió apretando la suya aún mas. Palpé a través de la tela de su pantalón un miembro grande y duro que apuntaba en mi dirección. El chico con la mano que le quedaba libre de sujetar la mochila, se desabrochó el botón de la cintura de su pantalón y bajó un tramo su cremallera a la vez que se estiraba en el asiento y encogía ligeramente el vientre para mostrarme el camino que no tardó ni un segundo en seguir mi mano. Atravesé el pantalón y el calzoncillo y pronto sentí el tremendo calor de su polla que, con un placer intenso, rodeé enteramente recorriendo toda su superficie desde los abundantes pelos de su pubis hasta el mojado capullo repleto de líquido preseminal. Jugueteé con mis dedos por la suave y deslizante superficie de su tremendo glande, ya que otros movimientos eran complicados de hacer en la apretada y ardiente área de maniobrabilidad que tenía. Las palpitaciones de semejante polla eran casi violentas, tanto que pensé que en cualquier momento mis dedos se llenarían de semen. El rostro del chico era todo un espectáculo tratando de aparentar calma pero con la respiración cada vez más acelerada. La parada en Torrejón me obligó a desprenderme con prisa de aquel preciado tesoro y con los dedos aún húmedos esperé al inicio de la marcha para entrar de nuevo a la apetecible cueva de difícil acceso.

Pero para mi desesperación el chico bajó la mochila al suelo y pude ver cómo había cerrado el botón y subido la cremallera como para dar por finalizada la experiencia. No tardé en comprender el porqué de su recomposición: la próxima parada de Alcalá llegó apenas unos minutos después y el chico abandonó el autobús no sin antes dedicarme una muda sonrisa de agradecimiento y resignación. En la última visión que tuve de él aún pude distinguir su generosa erección a través de su pantalón de trabajo. Yo estuve empalmado hasta que llegué a los servicios del trabajo, donde una gloriosa y acuciante masturbación me devolvió a la dura realidad.

sábado, 19 de julio de 2014

34. Amargo secreto

Fui a Vallecas a la reunión de Basurto, aunque no con muchas esperanzas de salir contento, pero, bueno, como me dijo que esperaba a unos maduros muy interesantes, pues allá me fui.

En efecto llegaron tres señores maduros, pero escasamente interesantes y, además, apenas me prestaron la mínima atención que debían cuando les tocaba conmigo. Estaba claro que iban a por los jovencitos y de estos había un montón como para que yo les interesase. Pero me llamó la atención un chaval que estaba allí como fuera de lugar: apenas estaba con otros, no se despegaba de Basurto que no paraba de animarlo para que participase más en el grupo y era obvio que no estaba a gusto en el lugar. Quizá por ser los dos únicos que no estábamos pasándolo bien nos acercamos el uno al otro.

El chico es más bien feíto, tiene una cara bastante normal y el cuerpo tirando a gordito, lo que le daba aspecto de más mayor. Sin embargo, tenía una mirada muy limpia, entre asustada y complaciente y, a pesar de sus rasgos un poco bastos, se le notaba que era estudiante más bien blandito. Nos pusimos a hablar y me contó que era la primera reunión a la que asistía, que había contactado con Basurto por Internet y este lo convenció para que viniese, que le gustaban mayores pero ninguno de los tres señores que allí estaban y que en cuanto pudiese se marcharía. Me ofrecí a acompañarle más que nada para salir yo también del garaje, ya que con los que estuve «jugando» apenas me habían excitado y el local estaba frío tanto de temperatura como de ambientación.

Ben (se llama Benjamín pero prefiere que lo llamen Ben) tenía el coche bien aparcado, así fue que decidimos no moverlo y entrar a una cafetería cercana, allí mismo en Vallecas, a tomar un café que nos calentara un poco el cuerpo. Estuvimos charlando casi tres horas y cuando nos separamos ambos teníamos la impresión de haberlo pasado bien. Pero lo que más me impresionó fue su historia familiar: resulta que él es hijo único y aunque Ben ya sabía que sus padres no se llevaban bien, al menos están juntos y mantienen una imagen de familia modélica. Ben supo desde pequeño que era gay, más o menos como nos pasa a todos que creemos que somos unos bichos raros y que tendremos que estar ocultándolo de por vida. Pero en una excursión por Chueca conoció a otro chico de su edad que estaba mucho más espabilado y le enseñó todo lo que hay que saber del ambiente. Entre lo que le enseñó estaba la sauna, donde se estrenó sexualmente y le maravilló ver lo fácil que era estar con hombres. Como por la edad era muy tímido, donde más a gusto estaba era en los cuartos oscuros, porque allí no tenía que hablar ni que lo vieran, pues se ruborizaba cuando se dirigían a él. La cuarta vez que fue a la sauna se metió rápidamente en el cuarto oscuro para solucionar sus urgencias sexuales propias de la edad y marcharse cuanto antes a la facultad para no perder todas las clases. En la oscuridad encontró a un señor que le pareció guapo y estuvo con él haciendo de todo hasta que se corrieron los dos. Cuando el señor le dio las gracias Ben se quedó muerto, había reconocido la voz y cuando salieron del cuarto oscuro vio que efectivamente ese señor era su padre.

Ben corrió para esconderse a una cabina donde estuvo llorando horas. Cuando salió de la cabina ya no quedaba casi nadie en la sauna y estuvo dando vueltas por las calles sin atreverse a ir a su casa y sin saber qué hacer ni qué decir a su padre. Me decía que si hubiera tenido huevos lo mejor que se le habría ocurrido era tirarse al metro y solucionar así su encrucijada. Cuando al fin fue a su casa estaba temblando y medio mareado. Su madre se asustó al verlo y supuso que estaba enfermo gracias a lo cual pudo irse a la cama sin apenas ver a su padre que ni le dijo nada y ni siquiera se atrevió a mirarlo.

Me contó Ben que estuvo seis meses sin tener el menor deseo sexual, nunca más ha vuelto a entrar en una sauna, se centró en sus estudios, se echó una novia en la facultad y su padre que apenas habla con él, jamás le dijo una palabra de lo ocurrido. Desde entonces ya nunca salen para nada juntos, se hablan lo imprescindible y los dos se rehuyen constantemente y, si pueden, ni siquiera comen a la vez.

Hace unos días rompió con la novia porque a pesar de que como amiga se llevan muy bien, en realidad Beni no tiene ningún deseo sexual hacía ella y ya no podía parar las peticiones de ella para tener algo más que besos durante los cuales Ben tenía que disimular su asco.

Cuando su padre se enteró por medio de su mujer que había terminado con su novia, por primera vez desde la experiencia en el cuarto oscuro su padre fue a su dormitorio y le dijo: «Has hecho bien en romper con tu novia, no cometas los mismos errores que yo. En está época ya no es necesario». A Ben solo se le ocurrió preguntarle: «¿O sea, que yo soy producto de un error tuyo?». Su padre se quedó sin palabras para responderle y salió huyendo de su cuarto manteniendo el mismo distanciamiento que tenían. Yo no le dije nada al chaval pero me pareció una pregunta demasiado dura como para responderla. Tampoco le dije nada de que pensara en lo mal que también lo estaría pasando su padre porque se notaba que Beni lo odiaba y no le daría jamás la menor posibilidad de escucharlo.

También me contó Ben que solo deseaba terminar su carrera, encontrar un trabajo y marcharse lejos de su casa. Tiene preferencia por Londres, pero dice que cualquier lugar lejos de su padre le viene bien. El problema añadido que tiene es que hasta que ocurrió el incidente de la sauna era buen estudiante, pero que a partir de entonces le cuesta mucho concentrase y las cosas no le están funcionando bien en la facultad (me olvidé de preguntarle qué carrera estaba estudiando). Me cuenta que con frecuencia tiene pesadillas en las que revive punto por punto todo lo que hicieron en aquel cuarto oscuro, despertándose angustiado y asqueado y el día que eso ocurre ya se queda medio inútil para estudiar.

Me llevó hasta mi barrio en su coche pero no nos intercambiamos teléfonos ni nada, me dijo que su historia nunca se la había contado a nadie y que si lo hizo conmigo era porque sabía que no nos volveríamos a ver. Antes me había contado que no tenía ningún amigo en el ambiente (el que le enseñó a moverse por nuestro mundo se emparejó y desde entonces no lo ha vuelto a ver) y que solo tenía amigos heteros de la facultad que no conocían para nada sus inquietudes reales. Yo tampoco insistí para nada en volvernos a ver, en realidad el chico no tiene nada en común conmigo. Físicamente y por la edad no me sugiere nada sexual y la verdad es que tampoco quiero ser el hermano mayor de nadie, pero su historia me impresionó.

jueves, 17 de julio de 2014

33. Algo más que un buen consejo

Ayer por la tarde fui a casa de Paquito porque entiendo que ahora me necesita, aunque mi temor era encontrarme con el colombiano al que ya le he cogido un poco de miedo porque ya no hay ninguna duda de que es un delincuente común que puede generar algún disgusto gordo. No estaban ninguno de los dos, pero a Paquito lo localicé en el café Figueroa por el móvil. Está superpreocupado con el lío del cura. Resulta que lo había llamado (no entiendo por qué tenía que haberle dado su teléfono) y le ha pedido que se vieran nuevamente porque las cosas se han complicado y quería explicárselo en persona. Me decía que lo notó tan desesperado que le dio miedo preguntarle más y ha quedado con el cura hoy lunes a la noche. Me ha pedido Paquito que le acompañase a la entrevista y, aunque no me apetece nada meterme en ese lío, comprendo que mi amigo me necesita y, ya que él se ha metido en el follón, habrá que echarle una mano, aunque te juro que no me apetece nada ver a este cura que ha estado jugando con fuego y se ha quemado.

Pero, a pesar de que sigo estando en el momento más bajo de mi historia, cuando caminaba hacía el café Figueroa me crucé con un chico de unos 20 años que se me había quedado mirando. El chaval no era feo, aunque su aspecto en general era como si hubiera llegado del pueblo ayer mismo: ropa de corte antiguo, zapatos de los que se ponía mi abuelo y un corte de pelo estilo Manolo Escobar. No le presté más atención que hacerle la radiografía que he descrito. Los chicos tan jóvenes no me dan ningún morbo, puedo reconocer su belleza pero no pasa por mi cabeza ni la menor idea erótica. Los hombres o están hechos del todo o se quedan a medio camino, y eso significa que todo se queda a medias. Es una pena que yo no tenga ese gusto por la juventud porque hoy posiblemente hubiera ligado con el guapo paleto que, claro, al menos me ha servido para levantarme un poco la autoestima.

Pero tengo que contar la entrevista con Pablo el cura. Nadie sabe de la mala gana con que yo iba; lo hacía con la responsabilidad de ayudar a un amigo, pero totalmente obligado. Cuando hemos llegado al café Gijón, pasaron cinco minutos de la hora prevista y enseguida me dice Paquito: «Allí está, es el de pelo blanco del rincón».

¡Qué señor tan atractivo! Este ha sido mi primer pensamiento cuando lo he visto. Al llegar a la altura de su mesa mi estado anímico era otro muy distinto al que llevaba, empezaba a gustarme la idea de haber ido. Nos presentó mi amigo y noté un cierto desconcierto en el gesto del cura —obviamente, no me esperaba—. Paquito le dijo que yo estaba al corriente de todo y que nuestra amistad podría servir de ayuda. Estuvimos hablando de cosas sin importancia para romper el hielo, donde yo me mostré lo más amable que pude. Luego nos contó las últimas novedades de su relación con el colombiano. Al parecer, el hecho de que Paquito estuviera enterado de todo irritó sobremanera al colombiano y se presentó en la Iglesia para hablar con él. Cuando se quedaron solos, tu compatriota sacó una navaja y enseñándosela lo amenazó seriamente con usarla en la próxima ocasión si no le daba el dinero o si hablaba nuevamente con Paquito. El hombre, a pesar de estar muy nervioso, trataba de mantener la compostura con cierta dignidad. Llevaba un jérsey de cuello alto con dibujos verdes y azules que le quedaba de impresión; no podía por menos que imaginármelo vestido de cura y eso me daba un morbazo increíble. Pablo —así nos presentó Paquito— es un señor de unos 55 años, algo más bajo que yo, con un rostro sonrosado, una mirada clara y de buena persona y con un cuerpo relleno, pero sin llegar a ser gordo para nada. Su conversación es cálida y llena de humanidad, es evidente que no se merece lo que le está pasando. En cuanto lo vi, decidí que tenía que ayudarlo, le hablé de un conocido mío abogado (gay, por supuesto) que nos podía dar alguna recomendación. Esto lo tranquilizó tanto que me animó a telefonearle en ese momento, aunque no confiaba en pillarlo. Hubo suerte y lo localicé. A pesar del tiempo que no hablábamos, se mostró encantado conmigo y, tras prometerle que nos veríamos en breve, le planteé el caso con el mayor detalle y haciendo hincapié en las especiales circunstancias laborales de Pablo. Con una agilidad admirable nos propuso un plan: en principio hablaría con el colombiano para que desistiese de sus intenciones y para decirle que si no lo hacía, presentaría una denuncia utilizando un hombre de paja. Este abogado conoce a personas que por dinero se hacen pasar por las víctimas y las denuncias se presentan a su nombre, es gente que no tiene nada que perder y pueden sacar así algún dinero. De esta forma al colombiano se le puede complicar mucho la vida y a Pablo solo le quedaría hacer una denuncia por falsos testimonios y ofensas contra su honor en el caso de que tu compatriota mantuviera su versión en el juzgado, implicando a un cura que ni conocía. De todas formas, en estos casos el abogado nos dijo que ante el planteamiento de todo esto el colombiano se quitaría de en medio porque tiene todas las de perder y, si no es tonto, pondrá tierra de por medio.

No sé si será porque, aún sin entenderlo muy bien, veía Pablo que yo lo estaba ayudando o porque nos hemos caído bien mutuamente, el caso es que a partir de ese momento la conversación la hemos monopolizado él y yo únicamente. En el apretón de manos de la despedida me ha parecido que estaba dándome algún mensaje. Ya sé que no debo ilusionarme, pero la verdad es que ya tengo ganas de verlo nuevamente, aunque no hemos quedado en nada en concreto. Ya sé que me diréis que soy un caso perdido y que me enamoro de todo, pero reconozco que este señor me ha gustado y tengo casi la certeza de que yo no le he parecido mal; el problema es que puede ser pasivo a pesar de que en su aspecto no lo parece en absoluto. Yo sé por su relación con Paquito que el colombiano es activo, claro que los chaperos suelen ser redondos por las necesidades de su trabajo y cabe la posibilidad de que Pablo sea perfecto. Aunque lo más razonable es que no haga cavilaciones gratuitas porque hasta ahora las cosas que pueden suceder solo están en mi cabeza.

martes, 15 de julio de 2014

32. El párroco seducido

Tengo una historia increíble que contarles y no me aguanto ni un segundo más para contarla. Es de Paquito, el colombiano y otro.

Ayer estuve con Paquito, me lo contó todo y me quedé pasmado. Resulta que el domingo cuando fui a verlo y los encontré discutiendo apenas estuve cinco minutos y más tarde me dice mi amigo que necesita verme para contarme algo. Quedé con él y esto es lo que me contó con pelos y señales.

Empiezo: el sábado pasado suena el móvil del colombiano y como estaba durmiendo lo coge Paquito y responde. Un hombre pregunta por el latino amigo de Paquito y este le pregunta quién es. «Soy un amigo, y ¿usted quién es?». Con bastante mosqueo Paquito le dice que es su pareja. El otro se disculpa y corta rápidamente. Pero a los dos minutos suena de nuevo el móvil y mi amigo se da cuenta que es el señor de antes quien vuelve a llamar. Le parece tan raro que en tan poco espacio de tiempo repita la llamada, que contesta de nuevo. El otro señor le pregunta a Paquito que si es español y que si realmente forma pareja con el colombiano. Ante las afirmaciones de mi amigo y con un mosqueo de cojones Paquito le pregunta que a qué vienen esas preguntas. Entonces el señor se presenta: «Mire, me llamo… (No me acuerdo del nombre) y quisiera poder hablar con usted, pero no por teléfono porque es una cuestión delicada». Con preocupación y curiosidad por parte de Paquito, se citaron para el domingo después del almuerzo.

Para no hacerlo tan largo, os explico el resultado de su entrevista: resulta que ese señor conoció en la sauna al colombiano. Estuvieron haciendo sexo y quedaron para otras veces. El colombiano le dio confianza, lo sedujo, le regaló el oído con bonitas palabras de amor y este pobre hombre cayó en sus redes y le contó que era el párroco de una iglesia de un barrio de Madrid e incluso invitó a su nuevo amante a ir a una misa que él celebraba. Todo fue muy bien hasta que el latino le empezó a pedir dinero. El cura en un principio se lo dio pensando que era alguna necesidad puntual, pero cuando se percató de que en realidad lo que quería ese chico era un sueldo fijo, se lo negó. El pobre hombre le pidió que se olvidara de él y que no se viesen nunca más. Pero el colombiano es malo y jodido, empezó a ir a la iglesia de ese señor y al final le planteó directamente un chantaje: o le daba el dinero que le pedía o le contaba a todos los fieles de su parroquia las secretas aficiones de su admirado cura.

Imaginaos la cara que puso Paquito ante semejante relato. El cura le estaba pidiendo ayuda porque estaba muy desesperado; por una parte, decía no tener dinero y, por otro lado, sabe que si lo denuncia a la policía, el escándalo acabaría hundiéndolo del todo.

Mi amigo ya sabía que su querido amante era un chulo y un chapero, pero desconocía que también era un delincuente. Esa era la discusión en la que los pillé el domingo: el colombiano le dijo que en sus cosas no se metiera y Paquito le avisó que o dejaba en paz al cura o que se olvidase de él para siempre, y que si el párroco no se atrevía a denunciarlo, lo haría él mismo.

Mi consejo fue muy claro: le dije que se olvidara de una puta vez de ese tipo que solo le trae líos y malos rollos, y que se olvide también del cura que no es problema suyo. Si al párroco le gusta sacar los pies del plato y que lo follen, pues que cuelgue la sotana o que sea más listo y discreto.

¿Qué os parecen los marrones en que nos metemos a veces los solteros? Ya me diréis qué piensan de todo esto y si tengo o no razón en mi consejo.

domingo, 13 de julio de 2014

31. El albañil del sexo


En el portal estaba él. Pero para hablarte de él tengo que retroceder un poco en el tiempo porque nunca te hablé de este tío, pues hasta ayer nada supuso para mí; y, bueno, en realidad ahora sigue sin suponer nada. Resulta que están haciendo obras en uno de los pisos de la finca. Aprovechan sábados y domingos para trabajar, y entre los trabajadores hay uno que es turco (eso lo sé desde ayer) y que ya me ha saludado otras veces. Cuando me ve se para y me dedica una sonrisa que en ocasiones me pareció exagerada, pero nunca pensé nada porque el tío es un obrero sin ninguna pinta de entender ni por casualidad. Además, hay que reconocer que es guapete —tendrá unos cuarenta años pero está tan arrugado y ojeroso, con unas cejas juntas y pobladísimas, que casi ni dejan verle unos ojillos pequeños y maliciosos: hasta parece que tuviese más años—. Como siempre, llevaba una gorra (suicísima, por cierto). No supe que era calvo hasta ayer. Pero, sin duda, lo mejor era su sonrisa, porque se le ve una dentadura correcta.

Bueno, pues ayer cuando llegué a casa estaba haciendo cemento en la calle y al verme bajar del taxi me saludó y me cogió la maleta. A pesar de mis ruegos para que no la subiese, no la soltó hasta que no estábamos dentro de mi casa. Me vi obligado a ofrecerle un café para agradecerle el detalle y me dijo que sí, que se tomaría un café. Les digo de verdad que yo estaba deseando que se lo tomara, se marchara y me dejara tranquilo, pero, cuando menos lo pensaba y sin dejar de ofrecerme su macabra sonrisa, al pasar junto a él para sacar unas galletas, me agarró el culo con toda su manaza dándome un susto de mucho cuidado. No supe qué decirle y, como si no hubiera pasado nada, seguí hasta la cocina. Pero de repente me di cuenta de que me había excitado y tenía la polla como un palo de tiesa. Estaba en la cocina sin atreverme a salir y sin saber qué hacer cuando apareció en la puerta con una mano tocándose, por encima del pantalón, su polla que, obviamente, también estaba tiesa y la otra mano pasándosela por la boca. Les juro que fue contra mi voluntad, pero como si tuviera imán, mi mano fue directamente a aquel bulto que se le notaba bajo el pantalón. A partir de aquí todo ocurrió demasiado deprisa como para ser contado: el tío me bajó el pantalón casi de golpe, me dio la vuelta contra la pared y empezó a tocarme las nalgas con una fuerza que casi me hacía daño. Pronto me di cuenta de que ya no eran los dedos los que me estaban abriendo el culo: el tamaño y la calentura me hizo comprender que lo que estaba tratando de entrar en mi agujero era su polla y, por cierto, de grandes dimensiones. Yo estaba tan excitado como asustado. Me quise volver para decirle que tenía condones en la chaqueta, pero no me dejó. Me tenía sujetado por el cuello contra la pared y apenas podía moverme. Cuando escuché que se escupía en la mano y me untaba el ojete con su saliva noté que ya era tarde para condones, y al segundo siguiente tenía su polla dentro de mi culo. Hacía mucho tiempo que no me dañaban al penetrarme, pero el tío estaba como poseído que ni escuchaba mis quejas. Me folló tan salvajemente que me hizo correr con un gustazo acojonante. Poco después me fijé que él también se iba a correr y con un movimiento rápido me aparté y pude ver cómo caía su leche en mi camisa (no me dio tiempo de quitármela) y en mis piernas. Por lo menos eso me tranquilizó un poco porque estaba seguro de que no pensaba sacarla y si llegaba a dejarme dentro toda su carga, me hubiera preocupado mucho más. Sin limpiarse se vistió y, dándome las gracias ¡solo por el café!, se marchó, dejándome tan aturdido y nervioso que ya ni me pude acostar. Creo que es la primera vez que me han violado porque esto es más una violación que un polvo, a pesar de que yo me corrí, y reconozco que estuve tan excitadísimo que hasta ahora cuando lo recuerdo siento un cierto cosquilleo por el pubis.

Aún no sé si lo que me pasó es bueno o malo; hubo momentos en que estaba tan asustado que incluso temblaba, pero el caso es que también disfruté. Yo nunca habría estado con un tipo así sin ningún aseo previo. Ahora lo que tengo miedo es a que llegue el próximo sábado y vuelva a encontrármelo en la escalera y tampoco puedo preguntar a la vecina cuánto le queda para que terminen su obra.

Quizá no le dais mucha importancia a todo esto que me ha ocurrido, pero comprended que en mi vida monótona y aburrida cualquier cosa que me pase es para mí todo un acontecimiento. Y ya me diréis qué pensáis de esto que me ha ocurrido. ¿Os habéis sentido violados de esta forma?

viernes, 11 de julio de 2014

30. Enganchado al chat

Hoy he pasado un día muy raro aquí en la fábrica. Resulta que esta mañana me he metido en el chat de ya.com. Prácticamente estaba solo en el trabajo, hoy no vino nadie y los guardas no son de mi círculo, por lo que estaba absolutamente solo. Apenas entré en el chat, entablé conversación con un tipo cuyo seudónimo era Santo Diablo. Un tipo muy especial, con una conversación muy amena y a veces muy tórrida y sexual. No me ha querido dar ni su nombre (me dijo que le llamara solamente San) y tampoco me dio su móvil. Hemos estado hablando desde las nueve y media de la mañana hasta hace un rato, a eso de las diez de la noche, que se había despedido porque le apetecía dormir un rato. Hemos parado tan solo dos horas al medio día para comer, yo creí que luego ya no se conectaría y que había terminado el asunto pero con sorpresa a las cuatro en punto me ha vuelto a pinchar y solo hemos parado unas cinco o seis ocasiones porque lo llamaban por teléfono. Apenas me ha contado cosas de él: tiene unos cuarenta años, está separado y con tres hijos, solo ha tenido una relación homosexual, pero reconoce que toda la vida ha tenido fantasías homo, incluso cuando «fabricaba a mis hijos follándome a mi mujer», según sus palabras textuales.

Me dijo lleva unos meses enganchado al chat y conociendo a miles de gais pero nunca ha quedado con ninguno, quiere que le cuenten cosas del mundo homo, que le expliquen como hacen el sexo, y a cambio les explica cómo es su cuerpo milímetro a milímetro y ¡no os imaginais cómo sabe ponerte cachondo a tope! Cuando me describía su polla no he tenido más remedio que sacármela y hacerme una paja, gloriosa por cierto. No sé ni en qué trabaja ni desde dónde estaba escribiéndome, cuando le hacía una pregunta que no le interesaba responder, me decía: «Inicia otra línea de conversación que nos interese a los dos». Me ha dicho que no debo ser tan transparente porque pierdo valor y me agregó que a la próxima indiscreción o asunto muy personal que le dijese, me cortaría. Eso fue sobre las siete de la tarde y a partir de ese momento he tenido que tener un cuidado de la ostia en lo que le decía porque no quería que me cortase. Naturalmente, le he dicho muchas cosas de mí pero es que tantas horas de charla da para mucho y en realidad el que escribía mas siempre era yo. Como veis, todo muy raro pero muy apasionante, se me ha pasado el día sin enterarme y ahora sí que me siento muy cansado. Espero que no tenga ninguna incidencia en esta noche porque quiero dormir como una marmota. No sé si es provechoso este sistema o ¿es un tiempo perdido? ¿Qué pensáis vosotros?

miércoles, 9 de julio de 2014

29. Un desubicado en el Orgullo

Estando apoyado en una farola esperando el paso de la siguiente carroza se acercó un señor canoso de mediana edad, vestido deportivamente, dejando ver un buen cuerpo y marcaba un buen paquete, con ganas de entablar conversación. Ajenos al bullicio que nos rodeaba, entablamos un diálogo interesante. Este hombre me contó que durante 26 años estuvo viviendo en pareja con un muchacho que siempre lo alejó del ambiente gay porque estaba convencido de que ese era el secreto para mantener la pareja unida, sin fisuras ni influencias exteriores. El sistema les dio resultado porque me hablaba de todo ese tiempo de felicidad hasta que hace un año su chico murió por un cáncer. Me decía este buen hombre que tras un año de duelo sentía la necesidad de relacionarse nuevamente pero que su desconocimiento del ambiente gay era absoluto y eso le tenía paralizado y solo.

Me pidió consejo e información para ver dónde podía conocer gente, en cualquier otro día que no fuera el del Orgullo. Me di cuenta enseguida de que el hombre no pretendía ligar y que su petición era totalmente real. Os aseguro que me vi impotente para darle un buen consejo. ¿Lo iba a mandar a la suciedad de las saunas? ¿O quizás a la promiscuidad de los cuartos oscuros? Le podía hablar de los canales de contactos de Internet, pero tendría que decirle que allí solo encontraría sexo fácil y de poca duración. Cuando nos separamos me di cuenta de la poca ayuda que le proporcioné. Sería por esto o por el frustrante espectáculo que teníamos delante. El caso es que se marchó con la decepción impresa en su rostro. ¿Que hubierais hecho vosotros? ¿Adónde lo hubierais mandado?

lunes, 7 de julio de 2014

28. Día del Orgullo Gay

Por fin pasó el día del Orgullo Gay. Aún no entiendo muy bien por qué tenemos que estar orgullosos de ser gais. Primero, porque la vida no resulta nada fácil para los de nuestro género. Y si has nacido antes de 1975 en España, o antes de 2014 en Hispanoamérica, Rusia o los países árabes, las dificultades pueden ser dramáticas. Y, segundo, porque nosotros mismos nos encargamos de estropearlo todo mucho más de lo que nos desean nuestros enemigos; nos empeñamos en relacionarnos de forma sucia, promiscua y olvidando valores tan importantes como, por ejemplo, el amor. Nos convertimos en sexoadictos y coleccionistas de experiencias —cuanto más variadas, mejor— para no aburrirnos. Las únicas barreras que pueden mitigar la actividad sexual las inventamos nosotros mismos: porque no es guapo, porque es poco dotado, porque es mayor, porque es joven, etcétera. Y como de todas formas se ha demostrado que hay gustos para todos, pues desenfreno orgásmico y poco más.

Quizás el orgullo lo justifiquen los costosos avances que hemos logrado en los últimos años, ya no nos queman en la hoguera, ya «casi» no nos señalan por la calle, si muestras tus preferencias, ya «casi» no pierdes el trabajo si llevas a tu marido a la fiesta de la empresa, ya «casi» no pierdes la relación con tu familia cuando sales del armario y hasta puedes decir, sin que te fulminen con la mirada, que te gusta Lady Gaga en el descanso del partido.

De todo esto sí me puedo sentir orgulloso; de las mariconadas exageradas que los musculosos esculpidos a base de ingredientes muestran en los camiones del desfile, no. De esto me siento avergonzado. Y no porque se muestren casi desnudos, ni porque las familias hetero que acuden a reírse de los mariquitas se burlen de tal esperpento, ni por la apariencia exclusivamente despendolada y fiestera; me siento avergonzado porque la gran mayoría de los homosexuales no nos identificamos con esa imagen. Me gustaría también ver encima de esos camiones a científicos, profesores, médicos, militares, políticos, sacerdotes, funcionarios, jueces, presidentes de Gobierno, obreros de la construcción... que son gais pero que no van al gimnasio ni se meten hormonas, ni se travisten ni se meten rollos de papel higiénico en la entrepierna.

sábado, 5 de julio de 2014

27. ¿Cama o moral?

Lo mejor de ayer fue lo que me pasó después de dejar a Paquito cuando me iba a tomar el bus para ir a mi barrio. Me encontré con un chico (bueno, debe tener ya unos 45 años más o menos) que es pareja de otro señor que yo conozco desde hace mucho tiempo y a los que algunas veces veo cuando salgo por Chueca. Lo saludé como siempre, de pasada, pero enseguida me di cuenta de que el tipo quería pararse y hablar más rato. Tuve que aceptar su invitación para tomar algo en Chicote. Le pregunté por su pareja y aquí es donde empezó como a sincerarse. Me dijo que después de tantos años la relación se había hecho un tanto rutinaria pero que seguían juntos y «felices». Pronto empezó a adularme sin cortarse ni un pelo, que si yo siempre le había parecido un chico  atractivo (¿?), que incluso alguna vez había fantaseado en secreto conmigo (¿?), y, cogiéndome la mano y apretándomela, en fin, tratando de ligarme de la forma más tradicional posible. A mí este señor ni me gusta ni me disgusta, he estado con tipos mucho más feos, pero es la pareja de alguien a quien conozco mejor que a él y me da reparo estar metido de por medio.No es que yo tenga una gran moralidad pero no puedo por menos que pensar en la otra persona. Yo siempre los he visto como una pareja bien avenida y felices, de esas a las que estás acostumbrado a verlos siempre juntos y como que no te pega verlos separados. Cuando me dijo claramente que tenía tiempo de acompañarme a mi casa, si yo quería, tuve un momento de debilidad y sopesé la posibilidad de echar un polvo con este tipo que, por momentos, me estaba pareciendo cada vez más atractivo. Pero de pronto me vi como una serpiente metiéndose de por medio para destrozar una pareja, sabiendo que estaba haciendo el mal. Imaginé al engañado señalándome como el causante de su ruptura y me entró muy mal rollo. Inventé una excusa tonta para que viera que era una negativa elegante, pero no pude resistirme a dejar la puerta abierta diciéndole que quizás otro día aceptaría su amable invitación para acompañarme a casa.

¿Vosotros qué pensáis de estas situaciones que por otro lado se dan con cierta frecuencia en nuestro mundo gay? ¿Qué hubieran hecho en mi caso? Sé que en nuestro entorno ocurre muchas veces que estás harto de ver a un tipo que no te produce ninguna emoción, pero de repente cuando te enteras de que se ha emparejado con alguien lo ves de forma distinta y darías cualquier cosa por acostarte con él. Aún no sé si hice bien o mal desaprovechando está ocasión y estuve toda la noche dándole vueltas al asunto.

jueves, 3 de julio de 2014

26. Una propuesta mal encaminada

El sábado ligué. Bueno, la cosa no es tan sencilla ni tan maravillosa. Os cuento:

Dos de la madrugada, a la salida de la discoteca veo venir de frente a un tipo realmente atractivo y que mantiene su mirada hacia mí descaradamente. Al pasar junto a mí me regala una sonrisa que me dejó medio mareado y sin pensármelo dos veces me doy media vuelta y lo alcanzo casi en la puerta del local donde yo pensé que se iba a meter. Tras los correspondientes saludos decidimos ir a otro lado a tomar algo porque de allí, ya le había dicho, acababa de salir y quería cambiar. Su acento me equivocó al principio, hablaba como argentino pero me aclaró que era uruguayo. El tío macho macho por los cuatro costados, sin nada de pluma, incluso con las uñas un poco sucias (ya sabes que eso es un síntoma inequívoco de heterosexualidad) y bebedor de ron a palo seco. Todo era estupendo hasta que me preguntó: «¿Yo te gusto?». Así tan directamente me dejó sorprendido y casi sin respuesta, pero al fin le dije que en principio sí. «¿Y estarías dispuesto a hacer sexo conmigo?». Ya vi que la cosa era muy directa, pero la verdad es que me apetecía meterme con semejante tipo en la cama. Le contesté afirmativamente. «¿Y te importaría que participara también mi mujer?».

En ese momento acabó la magia. Yo soy muy gay y no soporto a ninguna mujer ni en la cama conmigo, ni siquiera cerca; el solo pensamiento de que estaría desnuda, jadeante, y queriéndome tocar ya me producía un gran desasosiego. Con toda la gran pena del mundo le expliqué que yo no era el hombre que buscaba y que estaba perdiendo su tiempo conmigo. De todas formas nos terminamos la copa y hablamos algo más. Me dijo que eso lo hacía por su mujer que le aburría ya el sexo con él (¡imagínate la gilipollas aburriéndose con un hombretón tan fenomenal como aquel!) y que habían llegado al acuerdo de que fuera con un gay porque él por su parte no podía soportar la idea de ver a su mujer en brazos de otro hombre, pero que de cualquier forma solo una de las veces que lo habían intentado salió bien. Me enseñó una foto de su mujer y era una especie de Rocío Jurado con una pinta de come hombres que a mí me resultaría del todo imposible, casi ni mirar si se me pone en picardías.

Así, pues, a la decepción de la discoteca donde apenas nadie me miró (la gente o va en pareja o busca gente mayor o va simplemente a pasarlo tomando una copa o incluso bailar y nada más), pues se juntó la pena de tener que renunciar a este uruguayo que estaba como un camión de rico. Ya os imagináis como terminé la noche, en casa peli porno y pajita para poder dormir. ¿Os gustan los tríos?

martes, 1 de julio de 2014

25. ¿Pareja o no pareja?

Creo que la clave de la estabilidad es el estar con pareja. Yo tardé en comprender que esa es la mejor situación para un gay. Cuando era joven y pude establecer una buena relación, la cagué por mi promiscuidad y cuando ya lo he comprendido, es tarde. Sí, ya sé que habrá personas que no crean que sea tarde, pero te aseguro que una vez metido en la rueda de las actividades de sexo por sexo, es muy difícil salir de eso, más bien, es imposible. Todo se degrada en tu persona, tus valores, tus ilusiones, tu autovaloración; cuanto más te dedicas al sexo fácil, más sexo necesitas y coges tal adicción; que la perspectiva de una relación estable con sentimientos te parece tan imposible como poco atractiva, porque eso supone estar un tiempo sin tu ración de sexo sucio a la que tu cuerpo ya se ha acostumbrado y tu mente te pide. Claro que, inmediatamente después de saciar tu necesidad, te sientes sucio, decepcionado siempre, porque esta clase de sexo es tan acuciante como insatisfactoria, y cuando llegas a mi edad, ya se te acabaron las oportunidades de salir de esa espiral demoníaca porque, incluso a ti mismo, se te hace muy cuesta arriba tener que cambiar tus hábitos a estás alturas.

El problema es que hay muchos hombres que se han acostumbrado de tal manera a este ritmo asqueroso de vida que, incluso les parece bien, y ya no se quejan. Por una parte, así no dan lástima y por otra, se quieren autoengañar creyéndose que así son felices. Hasta que profundizas en su corazón y entonces, en un momento que les pilles flojos, te van a confesar siempre que, en realidad, a ellos no les gusta ese ritmo de vida y que lo verdaderamente deseable es una pareja estable, aunque lo ven tan difícil y poco probable que, ya ni siquiera compran el boleto de la lotería por haber perdido la fe en que les toque.

Pasados los 30 TODO EL MUNDO (y lo escribo con mayúsculas) desea la calidez y la felicidad de una pareja estable. Y quién te diga que es feliz con sexo por sexo es o porque está mintiendo o porque su calidad personal vale una mierda. Sí que veo a gente que solo busca sexo variado en su vida, pero os aseguro que son personas de ínfimo valor moral, gente auténticamente degenerada que da más lástima que otra cosa, porque jamás conocerá la felicidad verdadera. Bueno y también están los que tienen furor sexual, pero eso es una enfermedad que tiene tratamiento psíquico.