91. Cita casi a ciegas

Tras mucho pensarlo y en vista de que Ángel sigue en su viaje por Londres, me decidí a aceptar la invitación de mi hermano y he pasado el puente de San José en Almería. De este viaje solo hay dos cosas que yo considero importantes, siendo la menos importante que mi hermano tiene una amante y, al parecer, allí todo el mundo lo sabe y todo el mundo lo acepta, aunque mi cuñada se hace la tonta para salvar su dignidad, y me da la impresión de que traga para no perder estatus. Hablando de forma indirecta con ella, le dije que a la gente hay que pagarle con la misma moneda, pero claro, la pobre no está como para que se la rifen los hombres; el matrimonio heterosexual suele pasar por encima de las mujeres como las apisonadoras, se quedan hechas una piltrafa; en mi cuñada no se sabe dónde la espalda se convierte en cadera ni dónde el culo pasó a ser pantorrilla; es de esas mujeres que no pueden llevar minifalda porque se le verían por debajo las tetas. Afortunadamente, los días en Almería han sido más llevaderos porque mi sobrino más repelente estaba en un campamento.

La otra cosa importante es la llamada de Jesús.

Sí, cuando menos me lo esperaba, mientras tomaba el sol tranquilamente en la playa de Roquetas de Mar cerca de Almería, recibí la llamada de ese niño. Yo me quedé bastante cortado y él se quedó aún más cortado cuando se enteró de que no estaba en Madrid.

―Es que me ha dicho Ángel que estabas solo en la capital y que como yo también ando un tanto aburrido aquí, pues que te llamara por si te apetecía quedar y charlar un rato. El día que nos conocimos fue un momento nada más y apenas pudimos ni hablar y como los dos somos colegas de Ángel, pues... pero, claro, si ya estás en la playa, no tiene sentido esta llamada.

Creo intuir por las palabras de este chaval que el niño está manipulando la situación. Quiere que nos veamos a toda costa. Cada vez que yo hablo con él, me menciona a su amigo con cualquier excusa. Está empeñado en meterlo de por medio. Su tesis es para que yo le ayude a conocer el ambiente desde una perspectiva reposada y positiva, evitar que caiga en manos de los habituales abusones interesados que llenan el mundo gay.

Recordando estas intenciones del niño, le dije a Jesús que yo volvía a Madrid pronto y que podíamos quedar esta misma semana.

En cuanto he regresado y conocido los turnos en el trabajo, lo he telefoneado y tenemos una cita para hoy en la cafetería Chicote de la Gran Vía. Y ahora vienen mis grandes dudas.

¿Qué hago yo con otro nene que está totalmente virgen del ambiente? ¿Adónde lo llevo? ¿Le debo proponer ir a la sauna el primer día? ¿No pensará que me lo quiero beneficiar desde ya mismo?

Por otra parte, también pienso que puede ser una estrategia de Ángel para tenerme controlado y que este chaval le sirva de espía. Este es un pensamiento que no para de dar vueltas en mi cabeza: ¿Cuáles son las verdaderas intenciones de Ángel que se esconden tras este interés en que Jesús y yo nos conozcamos más? ¿De verdad es para ayudar a su amigo? ¿Para formar una especie de trío de amigos íntimos y no tener él que prescindir de ninguno? ¿Para que sirva de cizaña entre el niño y yo y así tener el pretexto ideal para poner distancia conmigo?

Estoy un poco agitado con esa cita que, sin comerlo ni beberlo, tengo con este muchacho. Por otro lado, siento que me da un poco de morbo este niño que, según la vaga imagen que tengo de aquella extraña noche en que nos vimos, no tiene aspecto de niño sino de hombrecito machito y atractivo. Siendo sincero, reconozco que algún pensamiento he tenido, como pura fantasía, algo como tener algún rollito con ese chaval, pero en plan más romántico ―esas locuras que se piensan en los momentos de soledad―. De todas formas, hay que esperar a que pase esa primera entrevista. Además, otro niño en mi vida sería muy fuerte; yo lo que de verdad necesito es un hombre grande y bruto, aunque sea un maltratador de esos que están de moda.
Ahora  que faltan solo unas horas para encontrarme con él, lo que siento es pereza y un poco de miedo. A mis años y en mis circunstancias no me apetece ser maestro de nada ni de nadie; ya lo intenté con Ángel y solo me está dando dolores de cabeza. Estoy dudando respecto a qué actitud tomar ante este muchacho, si mostrarme frío y medio desagradable para limitar a una ocasión nuestra relación o ser como yo soy y dejar que las cosas fluyan de forma natural y espontánea a ver por donde sale el sol.

Esta mañana he tenido la última conversación con Ángel. Me contó que solo en una ocasión se pudo despistar de su hermana. Salió a dar una vuelta por un parque que estaba al lado de su hotel ―él ya sabía que en los parques ingleses siempre hay lío― y pudo observar cómo se liga allí. Me decía que los tíos se medio esconden tras los setos y cuando pasas te enseñan la polla por si te interesa la mercancía y te acercas. Solamente le entró un lord mayor (lo de lord se lo pongo yo porque así me lo imagino) y bien vestido que le propuso cenar con él y luego visitar «su cama» ―según sus palabras textuales―. Como el tipo era amable, Ángel le contestó con una cordial negativa que no desanimó al señor. Me contaba que cuando el inglés se enteró de que era español, acabó ofreciéndole un montón de libras, tantas que le podían haber salido gratis todas sus compras en Londres.

Hasta aquí lo que contó. Si hubo algo más, no lo sabré nunca, pero con lo curioso que es, me cuesta aceptar que eso fue todo. En realidad, entre los dos ya hay muchos silencios. Tengo la impresión de que ya no me lo cuenta todo como al principio, aunque él sí me pregunta más que antes, o al menos esa es la sensación que yo tengo.

Por cierto, he leído que en Londres han llevado a cabo un campeonato de onanismo, para ver quién se hacía más pajas en menos tiempo. ¡Qué ocasión he perdido para ganar algo en mi vida!

Entiendo las críticas que algunos comentaristas me hacéis por meterme en esos locales de sexo, pero aseguro que es cierto que no hice nada en el Dólar. Primero, que no llevaba otra idea que tomar una cerveza y pasar un rato. Segundo, eran las ocho o nueve de la nohe y apenas estaban los cinco o seis desesperados de siempre que se tenían que conformar con chupársela al niño de la puerta, porque entre ellos ya se conocen a la perfección hasta las verrugas que cada uno tiene debajo de los testículos. Este tipo de lugares cuando se animan y hay posibilidades de pillar algo nuevo o interesante es a partir de las dos de la madrugada. Es a estas horas cuando este antro se convierte en el refugio de todos aquellos que no han logrado tener entre sus labios ni una mísera polla y van a la desesperada sin perder ya tiempo para elegir. Y el niño de la puerta, pues sí, es, en definitiva, un putón con ciertos principios que quizás a él le sirvan para tranquilizar su conciencia, pero que a su pareja lo está enterrando por el peso de tamaña cantidad de cuernos por día.

Paquito no para de darme la lata con los preparativos de nuestro viaje de vacaciones, pero yo ni me acuerdo de eso para nada; tengo cosas que solventar antes y no me gusta cómo están discurriendo las circunstancias actuales. A veces me viene la idea de cancelar el viaje y centrarme solo en lo que ocurra en Madrid.