Vivencias de un gay

sábado, 19 de septiembre de 2015

113. Confesiones en el parque


El sábado había quedado con Paquito para ir al cine a ver la película de las 50 sombras de Grey (pretenciosa película erótica que se queda en una tontería apta para monjitas mojigatas) y, precisamente ese día en que no pensé en los niños, ambos me llamaron. Y los dos querían verme.
Con Ángel la conversación fue banal y casi como un favor me sugirió la posibilidad de tener sexo. Fui cortante con él. Reconozco que tuve que hacer un gran esfuerzo para serlo, motu proprio no me sale; no estoy enfadado con él, aunque tampoco suspiro por verlo. No necesité mentirle: la cita con Paquito era anterior a su llamada y, ante su sorpresa, no cambié mi plan.

―Me he quitado de encima a Isa para estar contigo y tú no eres capaz de hacer el menos esfuerzo para verme ―protestaba Ángel―. Comprenderás que no me quedaré en casa.
―Sí, ya supongo que te irás de caza ―le contesté―. Pues no me esperes por el Cool que, imagino, será donde acabes la noche. Ten cuidado, recuerda que no todas las joyas son reales.

Me quedé un poco triste. Sé que en el fondo es un ingenuo, que con todo lo listo que parece lo pueden engañar una vez más. Reconozco que me sentí mal, yo lo inicié en este mundo y ahora es como si lo estuviera abandonando a su suerte. Espero que no le pase nada, no me lo perdonaría.
Con Jesús la charla fue más amable, estaba afectado porque era el primer fin de semana que no saldría en ningún momento con su novia y sin que ninguno de los dos tuviera otro compromiso.

―Necesito hablar contigo ―me decía―. Tengo que decirte algunas cosas, aclararte alguna de mis actitudes que, probablemente, no entiendas. Por ejemplo, sé que el otro día en aquella oficina vacía no me porté bien, noté tu decepción por mi falta de respuesta y aún no sé cómo no te enfadaste mucho más conmigo.
―Te equivocas, Jesús. No me enfadé en absoluto. Yo fui quien metió la pata, el que no supo ser comedido y sí cometer el error tan habitual en el mundo gay de pensar que todo vale y que la ocasión hay que aprovecharla. Lo siento.
―No, como sospechaba, estás en un error. Fuiste muy caballero y conformista, pero es mejor que hablemos cara a cara. Si hoy has quedado con tu amigo, quizás mañana podamos vernos. ¿Qué tienes que hacer antes de comer?
―Ni antes ni después tengo nada que hacer el domingo.
―Podíamos vernos por la mañana, en la tarde estaré con mi padre.

El Retiro estaba pletórico de gente y preciosos sus árboles de hoja caduca con unos colores de postal. El entorno no podía ser más apropiado para las intimidades, por supuesto, habladas.
Estuvimos desde las once hasta más de las tres, el tiempo se pasó tan rápido que a los dos se nos hizo tarde; hablamos de muchas cosas, pero las importantes, las que mayor repercusión pueden tener en el futuro de nuestra amistad, es lo que os cuento:
―Volviendo a lo que hablábamos ayer por teléfono―me decía Jesús―, respecto a mi actitud ñoña en la oficina que vamos a alquilar, seguramente tú te esperarías otra cosa.
―Sí, pero debes considerar que en el mundillo en que me muevo, las relaciones sexuales espontáneas es algo muy corriente y me dejé llevar por la inercia sin pararme a pensar que tú no eres una persona más de las que uno se encuentra en un lugar cualquiera y, si las circunstancias son tan favorables como aquellas, surgen actos lascivos aunque de bajo contenido ―estaba esforzándome en que comprendiera mi desafortunada postura, pero mis argumentos no eran convincentes―. Como ves yo fui el que se equivocó y te pido, una vez más, disculpas.
―En realidad no se equivocó nadie, si yo fuera un chaval gay «normal», el momento hubiera discurrido de otra manera. La cuestión es que yo tengo muchos líos en la cabeza.
―Sí, ya sé, Jesús, que tienes muchos problemas que yo debería haber considerado.
―Hay cosas que no sabes y que quizás no te guste saberlas.
―Me gusten o no, será mejor que lo sepamos todo, ¿no crees? ―empezaba a esperarme cualquier cosa, estos niños son una constante caja de sorpresas―.
―Yo ya acepté mi homosexualidad ―comenzó su explicación tras una profunda inspiración del rico aire matinal que El Retiro nos regalaba―, pero empezar de cero me va a resultar muy complicado. Tengo dos cosas muy claras, que si se complementaran sería maravilloso, pero que por desgracia caminan en sentido contrario. Físicamente, me atrae Ángel y hasta ahora ningún otro hombre me inspira tanta atracción como el cuerpo de mi amigo, pero emocionalmente lo detesto. Desde que era pequeño he vivido con ese deseo en mi cabeza, todos mis actos sexuales ―incluidos los que llevé a cabo con Begoña)― han estado marcados por la presencia o el recuerdo de las formas de Ángel. Cuando hago el esfuerzo de imaginar otro cuerpo entre mis manos, siento que estoy traicionando mis ideales más compactos y mi libido se resiente de tal manera que desaparece. Comprenderás que tenga miedo a intentar cualquier aventura con otro hombre que no sea Ángel porque estoy seguro de que, antes o después, le fallaría.
―¿Esto lo sabe tu amigo? ―le pregunté para darle pie a que continuara con su exposición―.
―Sí, pero esto a él le da lo mismo. Con decirme que son cosas del coco que se pasan con el tiempo, tiene suficiente.
―Yo no soy psicólogo ni tengo idea de estas cosas de la mente, pero si tuviera que darte una opinión, te diría que cuando en tu cabeza entre otro hombre por el que sientas algo más que sólo atracción física, todo tu problema desaparecerá.
―No lo creas, Rafa ―en este punto de la conversación noté cierta vacilación en Jesús―, tengo que decirte que ya me he sentido atraído por un hombre, al que valoro mucho por ser buena persona, cariñoso e incluso al que veo guapo, por el que noto un fuerte deseo emocional, pero ningún deseo carnal.
―Vaya, de ese no me habías hablado nunca ―la sorpresa estaba a punto de estallar―. ¿Lo conozco yo?
―Está delante de mis narices en este momento.
―¿Te refieres a mí o hay alguien atrás? ―la pregunta, a la vez que me giraba para ver si a mis espaldas solo un magnífico roble ocupaba su lugar, surgió para disimular mi desconcierto―.
―Perdona por mi atrevimiento, Rafa. Eres la primera persona con la que puedo hablar de estas cosas, hasta ahora la imagen que he tenido de la homosexualidad ha sido siempre mala. En mi entorno familiar es un tema maldito, entre mis compañeros de estudios solo es motivo de burla, en el Opus, pecado, con Ángel las cosas resultan demasiado superficiales y en mi interior, una realidad de la que no puedo huir. Solo contigo siento un equilibrio que me hace comprender que no todo es tan negativo. Te confieso que me siento muy a gusto contigo, al menos hasta que... la cercanía física es inminente.
―Te agradezco tu sinceridad, Jesús. Esto que me has dicho me gusta mucho, no solo porque yo te haya cogido, también, un gran aprecio, sino porque siempre he valorado mucho más los sentimientos que el simple deseo físico.
―Lo sé, y por eso me he atrevido a contarte esto. Desde hace un tiempo intuyo que los dos sentimos algo el uno por el otro.
―Sí, tienes razón. Lo que ocurre es que en mi caso llevo el lote completo. Me gustas de todas formas, incluso en el terreno físico ―entendí que era el momento de sinceridades y no quise dejar puntos oscuros con respecto a mi interés por Jesús―.
―Eso no hace falta que me lo jures, ya lo he notado en más de una ocasión, pero... ¿crees que esta diferencia de deseos puede afectar nuestra relación?
―Supongo que no, y dependiendo cómo entendamos esa «relación» ―mi respuesta fue poco convincente, pero no supe qué decirle―.

En realidad, en ningún momento yo me había planteado relación alguna con Jesús, por su edad, por su entorno social y por su peculiar forma de ser. A este muchacho lo veo muy distante a pesar de que, efectivamente, me gusta en todos los aspectos.

La tarde nos pilló de improviso y tuvimos que separarnos casi corriendo. Durante el resto del día le estuve dando vueltas a las palabras del chico, pero por muchos razonamientos que era capaz de ordenar, no le vi ningún resplandor al túnel.

6 comentarios:

  1. YA JESUS A RAFEAL LO RECHAZO. RARO ES PERO RAFAEL TAMBIEN RECHAZO A ANGEL. TODOS RECHAZAN A TODOS . ENTENDERLO NO PUEDO. DECIR DEBO QUE TODO ESTO PARECE ABURRIDO . GUSTARIAME QUE RAFEAL ENCONTRTRA UN SEÑOR QUE LO TENGA EN CASA Y SI QUIERE CONOCER MAS CHAVALES DE NI POCOS NI MUCHOS AÑOS TENDRA QUE DE ELEGIRLOS FUERA DE MADRID

    ResponderEliminar
  2. Pues el libro de cincuenta sombras me encanta. Me puso cachondo aunque la peli resulto una mierda elijieron un actor muy blandito y no hacia nada creible el personaje

    ResponderEliminar
  3. El chaval de murcia tiene razon esto ya parece parte de la novela de Marcel Proust a la busqueda del tiempo perdido, osea parece reptitivo

    ResponderEliminar
  4. A mi me dicen que fisicamente no pero que de caracter si y pongo distancia de por medio. Una relación debe incluir sexo y que tu compañero te encandile, si no es un fracaso anunciado.

    ResponderEliminar
  5. Desgraciadamente nos interesa más el físico que el carácter. Luego el físico desaparece o nos aburre y nos queda un tipo con mal genio un violento o un guarro al que tendremos que aguantar sin que nos excite nada.

    ResponderEliminar
  6. También se puede uno separar no hay xq aguantar a un marido toda la vida. Yo tengo 26 anos y ya me separe dos veces. Ahora estoy libre y espero acertar mejor con el próximo lo quiero mucho mas mayor q yo y para variar q sea feo pero buena persona. Ya fracase con los anteriores guapos jovenes pero inestables, vanidosos, interesados, mas putas q las gallinas, y aburridos en la cama. Esta bueno este blog.

    ResponderEliminar