Vivencias de un gay

miércoles, 28 de mayo de 2014

4. No vuelvo a dar mi teléfono ni a Richard Gere

Y si no os dio un ataque de pasmo, agarraos ya que el final se las trae: Cuando nos despediamos en la puerta de su casa, yo totalmente callado y serio, preparándome para decirle que no me llamara nunca más, me suelta:

—Bueno, Rafael, como veo que estás muy afectado y te aprecio mucho, si quieres, subimos a casa y te dejo tocarme. No quiero que te vayas con las ganas de estar conmigo. Solo permíteme que yo esté quieto y con los ojos cerrados, tú me puedes tocar por donde quieras.

Me quedé tan a cuadros que no podía ni reaccionar. Cuando me rehice, solo pude decirle:

—Mira tío, vete a la mierda, olvídate de mi, no tienes ni puta idea de lo que quiero. Por favor, no me vuelvas a llamar nunca más y lo mejor es que nos olvidemos el uno del otro urgentemente.

Me di la media vuelta y me largué sin mirar atrás ni por casualidad. Llegué a casa entre satisfecho por haber salido de este marrón, cabreado por lo gilipollas del tío y por haberle aguantado tanto tiempo. Te juro que está mal de la cabeza y no le vuelvo a dar mi teléfono ni a Richard Gere, aún suplicándome. El sábado por la mañana Roque me estaba llamando nuevamente; como no le respondí, me dejó un mensaje diciéndome: «si se me había pasado el enfado, que enfadarse era normal entre parejas y que cuando se me pasara todo, volvería a ser como antes». ¿Qué puedo hacer? ¿Qué piensan de este grillado? Es que nada más recordarlo me produce asco y cabreo, solo se me ocurre cambiar de número mi teléfono y rezar para que no me busque.

Mejor cambiemos de tema porque estoy muy quemado con este siniestro tipo.

Verdaderamente debí ser más directo desde el principio con el subnormal de Roque. Por donde lo mires es un tipo detestable, y lo de alquilar niños es espantoso, no me había dado cuenta de lo horripilante que es eso. A no ser que tengan más de diez y ocho años, con esa edad ya son mayorcitos para saber lo que quieren.

Tenía el móvil lleno de sus mensajitos hasta que ayer domingo me llamó desde una cabina, eso me despistó y le cogí el teléfono. Me dijo:

—Ya me he dado cuenta de que lo nuestro no seguirá, pero solo quería quedar como personas de educación y por eso insistía tanto.

—Muy bien, te pido educadamente que no me llames nunca más, olvídate de mi teléfono y de mí —le contesté lo mejor que pude—.

Hasta el final la cagó, diciéndome que sería yo mismo el que lo buscaría y le rogaría volver a salir, porque era un gran sicólogo, que sabía que yo estaba enamorado de él. ¡No te jode con la gilipollez con la que me salió! Espero que se haya terminado esta pesadilla de una puta vez.

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