83. Identidad oculta

Estuvimos este sábado en la casita de Ávila. Bueno, en realidad solo estuvimos durmiendo. La casa no reúne muy buenas condiciones como para estar mucho rato, porque en aquella zona la temperatura es dura pero, eso sí, la comida es espectacular.

Hablamos mucho, comimos mucho y follamos poco. Después de limpiar ―y no del todo― el dormitorio de arañas (estaban en todos los lugares: el techo, las paredes, la cama...) hicimos el sexo mediocre al que estamos condenados. Los prolegómenos nos salen de maravilla, pero cuando hablamos de penetración, el niño, sin dejarme otra opción, me pone directamente el preservativo y, si hay crema, la coloca en los lugares oportunos para que no quepa la menor duda de quién es el receptor, o sea, él. El problema es que su culo tan infantil, la presencia de los insectos alrededor, su absoluta pasividad y las serias dificultades para la penetración por su estrechez contribuyeron a que mi libido se cayera de tal forma que ya no logré levantar cabeza en el resto de la noche. El niño, sin embargo, no tuvo ninguna dificultad en correrse apenas la tuvo en mi boca. Su primera andanada me dio de lleno en el paladar, si apunta un poco más abajo me hubiera entrado directamente hasta el estómago; el segundo disparo me llenó la oreja de leche.

Ángel mantiene los parámetros clásicos de los heterosexuales: cuando termina se olvida prácticamente del otro, no ha asumido aún que entre los gais hay más generosidad y el polvo finaliza cuando los dos se corren. Sin preocuparse apenas de las consecuencias de su corrida y dando por hecho que yo no tenía ninguna necesidad debido a mi fracaso anterior, el niño se sumió en el mundo de los sueños tan feliz.

Hablamos bastante durante este fin de semana de su amigo Jesús. Le ha impresionado mucho el descubrimiento de la increíblemente bien oculta identidad real de su amigo. Jamás sospechó nada ni de su latente homosexualidad ni, mucho menos, de los verdaderos sentimientos que tenía hacia él. Todas sus actitudes las justificaba simplemente la amistad que entre ellos existía, la fidelidad, la camaradería, la generosidad tantas veces demostrada, la gran compenetración existente desde las travesuras infantiles, la coincidencia total en gustos incluso mujeriegos (sus novias se parecen y sus relaciones con ellas son paralelas)... todo lo explicaba la gran amistad que siempre se demostraron a ellos mismos y ante los demás. Ángel nunca sospechó de que todo era fruto del interés emocional que su amigo le profesaba y de la habilidad que este tenía para ponerle todas esas capas a lo que simplemente era amor.

Me decía que ahora, tras saber la gran verdad, recordaba muchos hechos puntuales que, de no haber estado tan ciego, demostraban que eran consecuencia de un sentimiento mucho más poderoso que el de una buena amistad. Me aseguraba Ángel que le daba mucha pena ver todo lo mal que su amigo lo debió haber pasado durante su niñez y adolescencia sabiéndose tan diferente a los demás y teniéndose que esforzar constantemente para adoptar una actitud simulada que le permitiera no ser solo uno más sino incluso ser un chico admirado y muy valorado en su entorno. Todo ello avalado por su aspecto exterior muy varonil que yo sí recordaba de la noche en que estuvo en mi casa. Es tan alto como el niño, mucho más ancho de hombros, con las piernas y brazos muy formados gracias a un considerable tono muscular y con un rostro más cuadrado y angulado que en nada se parece al aniñado de Ángel. Físicamente este muchacho aparenta varios años más que el niño y solo tienen en común ese aire pijo que denota mucho dinero a su alrededor.

Le cuesta más comprender el gran enfado de su amigo cuando se sinceró con él confesando sus nuevos gustos; entiende que hubiera sido el momento ideal para contarle a su vez la gran verdad y estar más unidos que nunca. Yo pienso que la actitud del muchacho en cierta manera es lógica, ¡menudo chasco se llevaría! Y más cuando siempre lo había admirado por lo contrario; además, pienso que mi presencia en la vida de su gran adorado puede haber contribuido a ese cabreo y a esa actitud de reproche que el niño no llega a entender.

Fui crítico con ese muchacho por la actitud de engaño que mantiene con su novia, la chica no tiene la culpa de que la sociedad machista de los burgueses sea tan cerrada e injusta como para que la esté utilizando solo para aparentar que es como ellos quieren que sea. Que engañe al Opus me da igual porque ellos mismos son en sí un gran misterio comenzando por su fundador, cuya personalidad destaca por «otras cosas» y no solo por su inteligencia. Pero lo de su novia me parece fatal y le aconsejé que tanto él mismo como su amigo aclarasen cuanto antes sus relaciones con esas chicas y las liberasen pronto para darles tiempo para rehacer su vida. En este punto Ángel me dijo algo que no acabo de creerme: asegura que su novia lo tiene todo claro y que si no ha buscado a otro, es porque ella no quiere y prefiere mantener su actual estatus de cara a los demás.

Nuestro fin de semana terminó el domingo por la mañana en que se metió en su mundo familiar y hasta el momento ya no he tenido noticias suyas.

De todas formas estoy replanteándome un poco mi vida, siento que todo gira en torno al niño y no sé si eso es lo ideal. Él tiene una vida mucho más diversificada y se faja en muchos frentes a la vez, siendo yo una más de sus ocupaciones. Lo malo es que, quitando el trabajo, no tengo muchas opciones para rellenar una existencia demasiado escasa de sensaciones.