Vivencias de un gay

sábado, 30 de mayo de 2015

97. Marruecos en oferta


La verdad, no sé por donde empezar. Contaré brevemente mi paso por Marruecos porque en realidad no vale la pena perder mucho tiempo en narrar mis experiencias en ese país.

Resulta que sin saber por qué, Paquito y yo nos vimos desde el primer día como integrantes de un grupo de españoles del que ya no pudimos separarnos nunca. Tan solo en algunas tardes que nos decían: «tarde libre», pudimos gozar de cierta libertad, pero el resto del tiempo eran actividades programadas en las que nos llevaban como borregos sin posibilidad alguna de hacer nuestra voluntad. Y del grupo no se salvaba nadie: la mayoría eran mujeres maduras que jamás dejaban de hablar sin importarles si las escuchaba alguien o no y, el resto, parejas de recién casados en su viaje de novios a los que debíamos soportar constantemente su estado de ñoñez exasperante, repleto de momentos intensos de caricias empalagosas, de miraditas eternas cargadas de enamoramiento apasionado... eso sin contar con sus ardorosos y húmedos besos inacabables surgidos en cualquier momento. El resto del grupo debía esperar a que se desenganchasen para seguir las aburridas visitas a los bazares, o a las fábricas de loza y de pieles o, las peores de todas, a las casas de alfombras. En estas últimas nos sentaban como si nos fueran a dar de cenar, nos servían el té con hierbabuena (el primero te sabe a gloria, pero los restantes sobran porque te hartas del mismo saborcito todo el tiempo) y luego se eternizaban en largas letanías sobre las bondades de las mil alfombras que te mostraban.

Nada más llegar al hotel de Tánger, el recepcionista nos dijo algo que nos desconcertó y ya me puso de mala leche, sobre todo porque únicamente fue a nosotros a quienes se lo dijo:
―Les recuerdo a los señores que en este hotel está prohibida la entrada a los jóvenes del país.

Subí a la habitación rojo de ira, más que nada por no haberle sabido dar una contestación rotunda que le hubiera dejado chafado. Más tarde, ya fríamente, reconocí que el ojo perspicaz de este empleado, acostumbrado a clientes con las mismas finalidades que nosotros, le avisó sobre nuestras intenciones y creyó oportuno recordar la norma desde el principio para evitar posteriores situaciones embarazosas.

En nuestra tarde libre de Tánger conocimos a un extraño individuo en uno de los cafés emblemáticos de la ciudad. Estaba sentado en una mesa vecina y al poco de escucharnos hablar en castellano se acercó a nosotros. Su aspecto era como de muñeco de nieve, blanco gordo y embutido por los botones de una camisa que hacía muchos años había dejado de ser su talla y que amenazaban con salir disparados en cualquier momento. Su voz meliflua y cantarina era lo más joven del conjunto; en un rápido cálculo le puse entre setenta y ochenta años, más o menos la edad que debían tener los lamparones que adornaban su blanco traje de corte similar a los que llevaba Neruda en sus años mozos.

Se presentó como un cordobés que llevaba mas de cuarenta años viviendo en esa ciudad, retirado de una misteriosa actividad que nunca llegó a definir y feliz de habernos conocido. Las exageradas maneras femeninas de sus gestos nos dieron rápidamente la pista sobre su sexualidad y algo debió percibir en nosotros de común con él, porque al poco rato estaba hablando de la rica y abundante fauna masculina que Tánger brindaba a los turistas ávidos de disfrutar de sus encantos. Metidos en confianza y cuando le dijimos que nosotros aún no habíamos tenido la ocasión de conocer nada de las maravillas relatadas, el señor se llevo las manos a la cabeza como si le costase comprender nuestra sequía.

―¡Pero eso no puede ser! Unos chicos tan adorables como vosotros no podéis perder el tiempo sentados en un café. Hace mucho tiempo que no organizo una fiesta en mi casa. Siempre han sido famosas mis orgías, pero últimamente estaba perdiendo motivación para volverlas a disfrutar. Vosotros me habéis encendido nuevamente la ilusión y, si os parece, mañana podéis venir a mi casa donde encontraréis de todo y a la mano. Los mejores muchachos de Tánger os estarán esperando. ¿Qué os parece?

Pues a simple vista nos pareció muy bien y, ya que era el último día de permanencia en esa ciudad, sin duda, una buena manera de despedirnos del lugar.

El buen señor nos dio la dirección de su casa que apuntó pulcramente en una servilleta del local y continuó poniéndonos la miel en los labios de todo lo que encontraríamos en su casa. Poco antes de marcharse nos dijo con un lastimoso gesto en su rostro.

―Os agradecería que, si podéis, contribuyeseis con 800 dírhams (unos 60 euros), para hacer mucho más fastuosa la fiesta de mañana. Mi situación de retirado ha echo que mi economía ande un tanto maltrecha y, claro, a alguno de estos muchachos les hace falta el dinero para darles el último empujón, aunque la mayoría acuden dichosos de poder disfrutar de mis encantadoras fiestas. Veréis cuánta generosidad hay en ellos, únicamente comparable con su belleza.

La cantidad pedida era mucho menos que el precio de cualquier alfombra y ambos sacamos prestos nuestro dinero que el señor recogió con rapidez. Con la cortesía de no contarlo ante nuestros ojos y con él en el bolsillo, se despidió de nosotros con un hasta mañana adornado con un pícaro guiño de ojo cargado de promesas.

En cuanto nos quedamos solos pensamos en la muy clara evidencia de que nos habían estafado. Y lo peor no era el dinero, sino el esfumamiento de nuestro futuro gran polvo orgiástico. Por si nos daba alguna pista que certificara lo que nos parecía ya sin solución, se me ocurrió tomar en ese momento un taxi para ir a la dirección escrita en la servilleta. Así lo hicimos. Una pequeña esperanza nos sobrevino cuando vimos que la dirección existía y estaba muy cerca del café de la entrevista. Justo cuando estábamos llegando al número de la calle que debía ser el destino prometido, pudimos ver a nuestro hombre atravesar la verja que separaba un descuidado jardín de la calle. Al menos todo parecía indicar que el señor vivía allí. Más tranquilos y con renovadas expectativas, volvimos al café esperando al día siguiente para volver a esa vieja casa de dos pisos, altos y ennegrecidos pero de noble aspecto.

Al regresar al hotel encontramos al inefable guía que nos mortificaba cada día con sus largas peroratas. Cuando le íbamos a aclarar que al día siguiente no contara con nosotros para su excursión, nos recordó que a las ocho de la mañana debíamos estar en la recepción del hotel con el equipaje preparado para llevarnos al aeropuerto donde tomaríamos el avión hacia Marrakech. Según nosotros, un repentino cambio de planes de la organización que maneja los hilos del opresivo grupo; según el guía, un habitual despiste por nuestra parte. Lo que fuese, nos privó de la bacanal que el señor cordobés nos vendió magistralmente.

Si en Tánger la oferta de muchachos había sido constante, en Marrakech llegaba a la desesperación. Se ofrecían como guías pero estaba muy claro lo que realmente nos estaban vendiendo. Y si no hubieran sido tan críos y su aspecto fuera más limpio, hubiera valorado mucho tanta oferta, pero para algún chico más hecho que nos surgía, era feo e incluso inquietante. Entre el miedo de Paquito y mi escasa predisposición, nos pasábamos el escaso tiempo libre de que disponíamos diciendo «no, no, no...».

El último día antes de regresar encontramos, tras mucho preguntar, un baño turco. El aspecto de la puerta de entrada ya nos indicó lo poco recomendable que era penetrar en el recinto, pero en un alarde de inconsciencia y valentía entramos. Las bombillas eran tan escasas y de tan poca potencia que nos costó un buen rato acostumbrar nuestras retinas a la penumbra reinante. Tras un angosto pasillo desembocamos en una amplia sala presidida por un largo y alto mostrador tras el cual un empleado nos proporcionó un acartonado trapo blanco y una palomilla de madera para que dejáramos en ella la ropa que nos tuvimos que quitar allí mismo bajo su atenta mirada. El fuerte olor a humedad dificultaba la respiración y disimulaba otros humores de indefinidos orígenes. La sauna consistía en varias salas abovedadas unidas por un pasillo, todo ello cubierto con un palmo de agua tibia sobre la que caminábamos con cuidado para no salpicar a los clientes que ya estaban dentro. Unas letrinas muy primarias componían el resto del local. En las paredes llenas de herrumbre permanecían colgados unos pequeños baldes cuya finalidad descubrimos en breve. Cuando dimos una vuelta por el riachuelo del pasillo observando las salas y tomando conciencia de donde nos habíamos metido, pudimos constatar las dos principales actividades que allí se ejercían. Principalmente se trataba de tomar uno de los baldes disponibles, agacharse y recoger agua tibia del suelo para echársela por el cuerpo. En dos rincones de una sala pudimos ver a sendas parejas de árabes tocándose, en lo que bien podrían ser unos preliminares para hacer sexo, o también una forma de ayudarse en el baño de partes corporales menos accesibles para cada uno. En ningún caso se habían desprendido del trapo totalmente empapado que cubría sus genitales. Allí sí que pudimos ver hombres de verdad, maduros e, incluso, alguno que en Occidente hubiera sido catalogado como «oso». Claro, que viéndoles la cara la especie más cercana a ellos serian los orangutanes.

Salimos pronto de allí en busca de la ansiada ducha en el hotel y llenos de temor y aprensión por lo que pudiéramos haber pillado en tan tenebroso lugar.

El domingo aterrizábamos, felizmente, en Barajas con la maleta cargada de suvenires y con la cabeza vacía de buenos recuerdos. Desde unos días antes, una seria preocupación me rondaba el alma y una mala premonición ocupaba cada rincón de mi mente.

Un día sí y otro no hablaba con Ángel por teléfono con dos excepciones: la primera, mientras estuvieron el fin de semana en la casa de Ávila con sus respectivas novias y, la segunda, mucho más inquietante que ya contaré.

15 comentarios:

  1. NO GUSTAME RECONOCER QUE YO TENIA RAZON Y A MARRUECOS IR NO DEBIESTEIS. ALEGRARME DE QUE LO PASATE MAL NO DEBO. PERO ESPERO QUE RECONOZCAS QUE UNA MALA DECISION FUE. SI ENFERMEDADES NO PILLASTE YA CONTENTO DEBES ESTAR. VIAJAR POR ESPAÑA ES MAS BONITO. TU AMIGO NO TE ACONSEJA BIEN. PARA ESTE VERANO RECOMIENDOTE ASTURIAS. A MI PADRE LE GUSTA IR A ANDORRA PERO YO QUISIERA QUEDARME AQUI. DENTRO DE UNOS AÑOS IRE A MADRID Y BARCELONA PERO YO SOLO.

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  2. Marruecos es un pais de mierda ¿A quien se le ocurre ir alli? Todos quieren follarte pero con dinero por medio. Y si le pagas a uno y le tocas el culo sin querer se largan con la pasta y te quedas sin polvo. Alli cualquier excusa es buena para estafarte.

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  3. Yo nunca participó en comentarios pero esta vez dado el tono peyorativo del comentario anterior sobre Marruecos quiero decir que Marruecos es un país acogedor increíble y con gente muy buena esa ha sido mi experiencia y asi lo manifiesto

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  4. Putos moros te petan el culo y luego, según ellos no son maricones

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  5. Yo estuve en un baño así como el que dices quizás hasta fuera el mismo la diferencia es que cuando yo fui no había nadie nada más que cientos de cucarachas grandes rojas en la actitud amenazante mirándome desde las paredes a ver qué hacía

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  6. Soy visitante habitual de Marruecos. Antes de compradme una casa allí usaba los hoteles para hospedarme. Antes que nada debo decir que, amparado en el anonimato que tan acertada respeta este blog, mi interés principal por Marruecos es el acceso fácil que los europeos tenemos a los bellos muchachos marroquíes. Los hoteles caros y los que están dentro de los circuitos turísticos son reacios a dejar que los oriundos suban a las habitaciones. En los hoteles de segunda categoría no ponen pegas y en su caso los recepcionistas admiten una propina por mirar hacia otro lado. Adoro este país entre otras cosas porque aquí existo. En España dada mi edad (cincuenta y tres años) ya soy invisible para los jóvenes, sencillamente no existo y si no les queda más remedio que mirarme aunque sea para no tropezar conmigo, su mirada está llena de asco, de rabia hacia un "viejo" que ha tenido la desvergüenza de mirarlo. En Marruecos la edad no tiene relevancia, se mueven más por el gusto de estar con un europeo y , tampoco hay que esconderlo, por la posibilidad de pillar algunos dirhams que les facilite darse un capricho. Reconozco que, tal como dice un comentarista anterior, son activos de primeras. Pero luego con el tiempo y con la seguridad que ningún colega se enterará, no tienen inconveniente en voltearse y con sumo agrado por su parte. Ningún chico español o latino, por mucho dinero que te saque, demuestra nunca el respeto y el afecto que estos jóvenes marroquíes son capaces de darte. Para los maduros que quieran seguir disfrutando del sexo como cuando eran más jóvenes, sin tener que sufrir la discriminación de la edad, Marruecos sigue siendo un paraíso.

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    1. Pues te buscas a uno de tú edad; Lo que dices no es discriminacion, sino vejez, acepta que se te pasó el arroz.

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    2. Tu también llegarás a viejo y querrás seguir comiendo arroz. Recordaras muchas veces esté Blog hasta el final de tu vida sexual.

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    3. No mi hijito no, comere sopa y buen vino, porque asumo mí edad

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    4. Los gustos nunca cambian, si ahora que eres joven te gustan jóvenes, luego cuando te hagas mayor no pienses que te va a variar el gusto. Espero, por tu bien, que te gusten los hombres maduros porque sino te espera una vejez muy solitaria. Eso si: sopa seguro que comerás y vino dependerá de tu colesterol

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    5. Me llamo Carlos tengo 27 años y me gusta este debate entre estos dos hombres porque a mi me asusta mucho la vejez. Pienso muchas veces en que pasara cuando llegue a viejo, sin hijos que te cuiden y sin pareja porque a mi me gustan mayores que yo y por logica si alguna vez tengo la suerte de encontrar pareja , lo normal es que se muera antes que yo.
      Tengo un amigo que quiere morirse a los cincuenta años porque a partir de esa fecha ya ni ligas ni se te empina la polla y te pillas enfermedades de colesterol de corazon de cancer.....

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    6. En el mayor de los casos, el mayor que busca a un joven, es porque se encuentra sólo y son los jóvenes los únicos que los aguantan por un interés económico, y el mayor se cree que es por amor; así que personalmente prefiero ser mayor y estar sólo, a tener que mantener a un niñato.

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    7. Tienes razon que a veces se da el caso que dices. Pero recuerda que toda relación se basa en el intercambio de algo. Tu me das compañia y yo te aporto sustento economico, tu me das amor y yo te doy confort y solo en pocas ocasiones se cambia el amor por el amor. Espera a ser mayor y entonces podras decidir si prefieres la soledad o eres mas feliz compartiendo tus recursos con quien te aporte alegria, buen sexo y cariño aunque solo sea por simbiosis o agradecimiento.
      Estar solo y abandonado pudiendo no estarlo es una elección dificil.

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  7. Tio eres visitante habitual en Marruecos y escritor profesional. !Vaya parrafrada¡ Del pais vecino se dicen muchas cosas. Algunas ya son leyendas. A mi me gusta pero no me ponen loa moros. Ese es mi problema. Felicidades por el año del blog

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  8. Señores no hablar mas de Marroccues
    Los que gusta y llos que no gustan sienprre es mal para los moros. En mi país todo es lo mismo que en España . hai activos y luego también pasivos come yo. Hay turismo para seso pero chicos con la novias dehadas en la casa son los que se van con los turistas. No nunca estamos los gais en la plaza para cobrar. Yo aora estoy 6 años en España y no nunca he cobrado euros para amar.

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