98. Conjeturas inquietantes

Al parecer y según me explicó ampliamente el niño, la experiencia de Ávila no salió conforme a lo esperado por ambos muchachos. Las chicas no consintieron tener sexo en la misma habitación. Lógicamente tras unos años de relaciones, ellas han tomado el mando y ya no tragan con todo lo que sus nuevos conquistadores les proponían en aquella primera fase de enamoramiento ciego y complaciente. Al parecer, el fin de semana lo pasaron ellas por un lado y ellos por otro, excepto en la cama, donde ―según palabras textuales de Ángel que no me llego a creer del todo― el mal ambiente diurno justificaba la inactividad nocturna.

El resto de la semana estuvimos hablando normalmente y celebrando el buen resultado en el último examen de su carrera, todo hasta el jueves, primer día de silencio inexplicable y que me sumió en una considerable preocupación. Habíamos quedado para esa noche en que lo llamaría para certificar, entre otras cosas, la hora de regreso por si pudiera acercarse al aeropuerto a recogernos. Pero cada vez que lo intentaba su móvil aparecía como apagado o fuera de cobertura. Y así fue durante los siguientes días hasta que ya dejé de intentarlo, una vez agotadas todas las explicaciones posibles que surgían en mi cabeza.

Decidí esperar a estar nuevamente en España para volverlo a intentar y eso hice apenas salimos del recinto del aeropuerto sin ningún éxito. El lunes opté por lo único que me quedaba por hacer, llamar a Jesús por si él pudiera darme alguna pista del extraño y mantenido silencio del niño.

―Pero ¿no sabes lo ocurrido?

Ante esa pregunta de Jesús me quedé tan helado como un muerto.

―No tengo ni idea ¿Qué ha pasado?
―Ángel está en el hospital, aunque hoy mismo creo que le dan el alta. El jueves estuvo con su hermana montando a caballo y uno de ellos lo tiró. Se ha partido el hombro por tres sitios y lo han tenido que intervenir.

Una gran diversidad de sentimientos encontrados me sobrevinieron al saber lo ocurrido. Por una parte, me alegraba de que haya sido un accidente lo que lo distanció de mí y no su decisión o la aparición de otra persona y, por otro lado, me dolía imaginar a mi niño malherido.

Esa misma tarde recibí la llamada de Ángel explicándomelo todo, su accidente, la perdida de su móvil y, cuando le compraron otro, la continua presencia de su familia le impedía hacerme la llamada que sabía estaba esperando.

Quedamos en que el miércoles lo traería Jesús a Madrid y nos veríamos los tres, pero a última hora su familia no le dejó salir de casa y mucho menos en moto, ya que tiene un aparato colocado que le sujeta el brazo al pecho y no lo puede mover, para colmo de males es el hombro derecho y eso dificulta todo mucho más.

Lograron convencer a su padre para que el viernes lo llevara a casa de Jesús en Las Rozas a pasar el día y así poder ir yo también.

Cuando llegamos a la casa, estaba como un flan de nervioso. Apenas me di cuenta de lo lujosísimo que es el chalé donde vive, pero sí tuve que prestar atención a su mamá ―una mujer bellísima que parecía una actriz de Hollywood, madura, pero con toda su esplendidez a la vista―, que nos estaba esperando en la puerta y nos llevó hasta el salón donde encontraría mi niño. Estaba tan guapo como siempre, con un extraño artilugio pegado al pecho que le daba volumen y aún se veía más atractivo.

Pasamos la tarde de charla sorteando las continuas apariciones de la bella y espectacular mamá de Jesús. Este, por su parte, se portó maravillosamente, dejándonos muchos ratos solos, momentos que aprovechábamos para prometernos en voz baja futuras mamadas que nos hicieran recuperar el tiempo perdido. Al parecer, las masturbaciones con la mano izquierda tienen su pequeña dificultad, pero les da a la acción un matiz algo diferente que las hace atractivas. Yo, para hacer causa común con el niño, ya las he practicado.

Durante el fin de semana venían a verle familiares de fuera y, como es de entender, yo no estaba invitado a la reunión. Me he dedicado a limpiar mi pequeño piso ―mucho más pequeño después de conocer las tremendas casas donde viven mis muchachos― y apenas dimos una vuelta por Chueca el sábado por la noche Paquito y yo, aunque solo fuera para comprobar que todo sigue igual en este Madrid de nuestros pesares.

Cuando dejé a Ángel en casa de Jesús tuvimos, este y yo, una breve conversación que me parece importante. Me llevó en su moto hasta la parada del bus y esperó conmigo hasta que, tras una media hora, llegó el vehículo. Durante este espacio de tiempo hablamos y trascribo lo más sustancioso:

―Te veo muy enamorado de Ángel. Solo había que observar lo nervioso que estabas antes de verlo. ¿Estás seguro de que eres correspondido?
―Hombre, yo creo que en la misma medida no, pero sí pienso que Ángel siente algo por mí, aunque nunca lo hemos definido demasiado.
―Claro, él nunca define nada, deja que sean los demás los que marquen la pauta, sin mojarse. Yo creo que Ángel es de los que les gusta que la gente sienta cosas por él, eso lo llena y es, incluso, capaz de luchar por mantenerlo, pero corresponder con el mismo sentimiento se le hace muy difícil. Se alimenta con la admiración y el cariño de los demás y con eso tiene suficiente.

Noté cierto tono de reproche hacia su amigo. Pensando luego sobre sus palabras me inclino a creer que este chico sigue enamorado de Ángel.

Luego dijo algo que subió un tanto el tono de la conversación:

―Esto que te voy a decir, Rafa, es broma, pero... ¿Qué pensaría Ángel si tú y yo tuviéramos algo?
―¡Ja, ja, ja! ―me quedé sin saber qué decir ante lo insólito de la cuestión y solo se me ocurrió reírme para certificar el tono de broma de la pregunta―.

Para destensar el momento y poniendo una cara de pillo exagerado le dije:
―Pero cuídate de las bromas que estás muy bueno como para desaprovechar cualquier ocasión de pillarte. Je, je... Y tú no sabes lo listos que somos los gais como para dejar pasar una buena presa.

Haciendo caso omiso a mi irónico comentario, y decidido a decir todo lo que llevaba en mente, continuó con otra pregunta sin esperar contestación puesto que él ya tenía la respuesta:
―¿Pues sabes lo que yo creo que pensaría Ángel si tú y yo nos liáramos?
―¿...?
―Que mientras no le quitáramos nada de nuestro cariño hacia él, no le importaría en absoluto.
―Bueno, Jesús, yo no sabría muy bien qué reacción tendría nuestro amigo ante la hipótesis que has planteado. Tú te relacionas con él desde que erais pequeños y sin duda lo conoces mucho mejor. Los jóvenes en general y los gais, hoy en día, coinciden en un liberalismo que no siempre va de la mano de los sentimientos.

La llegada del bus cortó la charla que, me pareció, no era tan intrascendente.

Le he dado vueltas a esta pequeña, pero significativa conversación. Por un lado, muestra los sentimientos de Jesús hacia su amigo, por otro, puede que, entre el tono de broma, esté escondida una sugerencia para poner a prueba ciertas integridades. La posibilidad de tener algo con Jesús me turba un poco; reconozco que el chico es muy atractivo y solo pensarlo me da mucho morbo, pero sé que sería un error. Aunque a veces tuve la impresión de que Ángel, incluso, ha provocado alguno de mis encuentros con su amigo sin tener muy claro el porqué, no creo que le gustase. Pero hay momentos en que pienso como Jesús, que quizás no le importaría compartir, siempre que fuese él, la estrella del grupo. De todos modos, veo muchas dosis de despecho en el pensamiento de este chico y si le quitas el paraguas de broma que dio a su proposición de estar conmigo, queda muy claro que mi valor en todo esto no sería más que el de ser utilizado con fines ajenos a mi voluntad, pero, posiblemente, de mucho interés para Jesús.

Es probable que todos estos últimos pensamientos sean solo fruto de mi cabeza y de mi manía de darle vueltas a las cosas hasta acabar tergiversándolas, por eso es muy importante recibir otras impresiones que, desde fuera, me aportaran la objetividad que necesito.