Vivencias de un gay

sábado, 27 de junio de 2015

101. Chicos gais, atractivos y... con novia


El niño estaba preparando un plan «especial» para este sábado, pues bien, le cuadraron las cosas y tuvimos ese plan...

Me llama el mediodía del sábado para decirme que quiere ir a Chueca a cenar, luego a tomar una copa a un club gay, para cerrar la noche en el Cool. En principio no me parece mal ―ni bien―, pero me preocupa su hombro, sobre todo a la hora de ir a la discoteca. Y empiezan las oportunas aclaraciones. Ir al Cool no requiere necesariamente bailar. De acuerdo, pero ir para no bailar... Segunda explicación: su coche lo conducirá Jesús que también viene. Las cosas empiezan a tener más sentido aunque sigue sin entusiasmarme el plan. Y, tercera explicación, mucho más farragosa y que produce mi total desconcierto primero y luego mi desaprobación:
―Nos encontraremos en el Chicote, y cuando nos veamos fingiremos sorpresa, ya sabes, nos diremos frases de este estilo: «¿Cómo así tú por aquí?», y tras las palabras de salutación, nosotros te propondremos que te unas a nosotros para pasar la noche. ¿Alguna duda?
―Todas. ¿Para qué coño tenemos que hacer toda esa comedia?
―Es una sorpresa, y para que salga bien tienes que estar preparado con lo que te estoy diciendo.
―No me gusta esta historia y no entiendo qué clase de sorpresa estás preparando, pero o me lo aclaras todo ya mismo o yo no me muevo de mi casita.
―Eres un aguafiestas, Rafa. Vale, te lo explico todo. Hemos convencido a Isa y a la novia de Jesús para pasar el sábado en Chueca. Queremos que conozcan un poco el ambiente para irlas mentalizando poco a poco de que lo gay no es tan tenebroso y repulsivo como ellas se creen. Se lo hemos planteado como una especie de aventura y al final han dicho que sí.
―¿Y qué pinto yo en medio de esa función?
―¡Joder, Rafa, qué desagradecido eres! La otra razón de este plan es que nos permite a ti y a mí estar un sábado juntos, ¿es que no lo entiendes?
―Pues sí que vamos a tener una velada íntima rodeados de tanta gente. Voy a parecer el papá con su familia numerosa.

Y una vez más no supe negarme y eso que estaba seguro de que aquello no podría funcionar.

Nos encontramos según lo previsto, hicimos el teatro correspondiente y ahí me tienes de pronto besando a mi enemiga y a la infeliz novia de Jesús. Como tuve tiempo de sobra para observarlas, puedo hacer un rápido retrato de ellas. Isa es una chica realmente bonita, se le ve la clase en todo: su vestir, su forma de hablar, sus gestos, es la compañera perfecta para un joven ejecutivo, pero no para Ángel. Viéndolos juntos, la impresión natural era de hermano pequeño guapo y rico con su hermana mayor igualmente guapa y rica. Lo más difícil que hube de soportar fue su inquisidora mirada; cada vez que clavaba sus ojos en los míos, ya fuera con sonrisa incluida o seria, me daba la impresión de que estaba hurgando en mi cerebro, buscando muchas más respuestas de las que podía darle.

Su antagonista es la novia de Jesús (siento no recordar su nombre, apenas le presté atención en la presentación ―bastante tenía con actuar conforme al guión― y su novio se pasó la noche llamándola «nena»): esta chica es feíta, de presencia insignificante, de mirada huidiza producida por unos ojos de indefinido color, separados por una gran tapia que difícilmente se le puede llamar nariz.

La voz cantante de la velada corrió a cargo de Isa. Ella era la que preguntaba, la que marcaba los tiempos de estancia en los lugares y la que rebatió toda calificación positiva que Ángel se atrevía a hacer de cualquier cosa. Si al niño la parecía agradable el restaurante, su novia resaltaba la cercanía entre las mesas, el tono de ruido elevado, el lento servicio y la mediocre comida. Si en el lugar donde entramos a tomar la primera copa Ángel resaltaba la normalidad del ambiente, a pesar de ser solo masculino, su inefable novia mostraba su irritación por haber notado como todos «esos hombres» les prestaban una excesiva atención a sus personas. Naturalmente, la novia de Jesús corroboraba absolutamente todo lo que su amiga precisaba y sus respectivos novios siempre andaban escasos de argumentos para variar el pertinaz derrotismo de ellas. El punto culminante de esa actitud ocurrió en el Cool. Cuando apenas había transcurrido una hora de estar en uno de los laterales superiores, un señor con muy buena pinta se acercó a Ángel para invitarlo a una copa que el niño rechazó gentilmente. Isa apenas esperó a que el ligón se retirara unos pasos para estallar en improperios contra todos:
―¡Lo que me faltaba! ¡Que delante de mí traten de llevarse a mi novio! ¡Vaya descaro que tienen estos tíos! Pero... ¿a dónde nos habéis traído? ¡Solo falta que os quitéis también vosotros la camisa y os bajéis a retozar entre semejante gentío!

Logré que no saliera corriendo del local explicándole que es muy habitual que los chicos gais, sobre todo los jóvenes se acompañen por amigas (no le dije que se las llamaban «mariliendres» para no empeorar las cosas) y que ese señor pensaría en esa posibilidad más que en querer quitarle el novio en sus narices.
Mis únicas actuaciones en toda la noche fueron esta y una posterior mucho más decisiva. Tal como me imaginaba, fui siempre un convidado de piedra que encima tuve que soportar el insistente interrogatorio de Isa:
―¿Tú vienes mucho por estos «ambientes»? ¿No tienes novia? Qué bien te conoces esto, ¿noooo? ¿Por qué empezaste tan tarde en la universidad?

Cuando ya la situación era insostenible, dejamos el local. Debo reconocer que tanto el niño como Jesús fueron objeto de atención y deseo de muchos de los asistentes, a pesar de ser un lugar donde los guaperas son mayoría ―aunque no para mí―; estos muchachos fueron los reyes del mambo mientras estuvimos allí. No solo son jóvenes, atractivos y con clase, su mayor virtud era su novedad; en estos sitios siempre acuden los mismos clientes y la aparición de dos elementos nuevos y bellos no pasó desapercibida.

Antes de irnos el niño tuvo un detalle conmigo, se apiadó del calvario que estaba pasando y en un momento en que las circunstancias eran propicias me dijo:
―Vete al baño y espérame que luego voy yo para darnos al menos un besito.

Obedecí puntualmente, pero cuando vi lo que allí se cocía, comprendí que el prometido beso sería lo máximo que lograríamos. Apenas se podía entrar, entre los que trajinaban con droga y los que estaban haciendo todo tipo de sexo, la posibilidad de orinar requería mucha habilidad y suerte. Cuando el niño entró, el espectáculo le resultó mucho más atrayente que mi boca y casi le tuve que arrastrar del brazo para salir de allí.

Mientras caminábamos hacia el estacionamiento donde tenían el coche, poco antes de cruzar la calle San Bernardo, pude ver a Paquito acercarse a nosotros con una amplia sonrisa que indicaba su satisfacción por habernos visto. Inmediatamente reaccioné adelantándome al grupo mientras les indicaba:
―Esperad un momento que voy a saludar a un conocido que es un poco pesado y así me lo quito pronto de encima.

Sujeté a mi amigo por los hombros y le di la vuelta en dirección contraria. Le expliqué someramente la situación y quiénes eran las chicas del grupo, pidiéndole que me saludara únicamente a mí para evitar engorrosas explicaciones posteriores. Lo entendió y siguió su camino no sin echar alguna miradita a mis acompañantes. Ayer domingo tuve que comer con Paquito para explicárselo todo. Me dijo que ni siquiera se había percatado de la presencia femenina y que al verme tan bien acompañado pensó en unirse a nosotros para poder sentir ―y quizás tocar― tanta belleza. Estoy contento con mis reflejos, con mi rápida intervención evité que la noche quedara aún más cagada.

Poco antes de despedirnos le pregunté a Isa sobre qué impresión se llevaba del ambiente gay, recordando uno de los objetivos que Ángel se había marcado cuando ideó el plan de este sábado.
―Pues me llevo una sensación penosa.
―¿?
―La gente da una impresión de superficialidad tremenda y los hombres pareciera que estuviesen todos salidos. ―Y dirigiéndose a los chicos, preguntó― ¿vosotros no habéis notado en vuestras propias carnes lo que estoy diciendo? ¿No sentisteis una sensación de peligro?
―Claro que hemos notado que algún chico nos miraba ―respondió Ángel―, pero tampoco seas tan exagerada, ¿no os ocurre eso mismo a vosotras cuando estáis en una discoteca hetero y no pasa nada? ¿o te crees que los hombres no sabemos lo que es la coquetería?
―¿Así que os ha gustado que os acosaran? ―el gesto de fingida sorpresa en el rostro de Isa resultaba irritante―. Vamos, que cualquier día nos pedís que volvamos, o, lo que es peor, sois capaces de veniros los dos solos a disfrutar de vuestro éxito.

Ni siquiera intenté razonar con ella, estaba furiosa. No solo hubo de pasar la noche en territorio desconocido, sino que había pasado desapercibida, algo totalmente frustrante para una persona que, sin duda, estará acostumbrada a ser reina en cualquier situación. Con la rabia que llevaba acumulada, su beso de despedida casi me deja cicatriz en la mejilla. La mirada que los muchachos me regalaron al marchar explicaba claramente el fracaso de la velada. Los buenos deseos iniciales quedaron diluidos por la personalidad egocéntrica y cerrada de una persona que tan solo en su territorio es feliz y los riesgos la desequilibran.

Cuando la puerta del aparcamiento se cerró tragándose al grupo, lo primero que sentí fue una gran pena por los chicos; su libertad no sería nada fácil para ellos, tienen por delante una tremenda pelea con un gran costo social, económico y sentimental si deciden llegar a vivir conforme a su identidad real. Lo segundo que sentí fue un gran alivio al poder volver a estar relajado, sin la preocupación de meter la pata en cualquier momento y dejar de sentirme constantemente examinado por esa mujer en la que solo su aspecto es joven.

Me notaba tan eufórico por estar liberado al fin, que sopesé la posibilidad de cerrar la noche en el Warg, revolcándome entre anónimos hombres que me aceptarían tal como soy sin hacer más que el esfuerzo meramente sexual. Luego, el cansancio de toda la tarde en tensión y la pereza habitual me hicieron desistir de la idea llegando al refugio de mi cama cerca de la madrugada.

Ahora lo que temo es la explicación que deberé dar al niño cuando me pregunte qué tal me pareció el plan del sábado...

9 comentarios:

  1. Debido a un error del sistema no es posible dejar comentarios. Os haremos saber una vez que esté resuelto el problema. Saludos.

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  2. LO ESTOY INTENTANDO DESDE EL SABADO. DAME PENA VER COMO LOS CHICOS MANIPULAN A RAFAEL COMO LES DA LA GANA. SOBRETODO ÁNGEL. PERO SU PAREJA ES PEOR QUE EL Y SUFRIRÁ SU RABIA. NO GUSTAME LAS DISCOTECAS DE MADRID.

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  3. Con esa carátula tan arcoiris pensaba que ya estabais hablando del orgullo gay o de las bodas multitudinarias que se van a celebrar ahora en Estados Unidos

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  4. Jajaja estoy en la Complutense de Madrid casi todos mis amigos gays de la Facultad tienen novia

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  5. Llegará el día en que la bisexualidad sea algo absolutamente normal volveremos a el Estado heleno donde en Grecia y Roma el placer sexual se tomaba con los hombres y la reproducción se tomaba con la mujer y yo en mi vida personal he comprobado que últimamente los porcentajes del estudio de X Lite han aumentado ya no hay un 10 por ciento de homosexuales activos en su vida sexual sino que yo me Aventura haría a dar la cifra de un 30 por ciento

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    1. despierta tio eso es soñoar y nunca ocurrira. Seria el mundo felix

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  6. Qué cabronas y putas son las tías eso le pasa a los hombres por juntarse con ellas son malas pijoteras son metes francamente no quiero una tía en mi vida ni aunque me den millones por estar soportandola

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  7. Qué putas y malas son las mujeres yo no sé cómo los hombres tienen tanto vicio con ellas y estos chavales son medio bobos tener novia cuando están tan buenos y pueden tener todo lo que quieran

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  8. Que putas son las mujeres que las aguantes los heteros

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