Vivencias de un gay

sábado, 22 de agosto de 2015

109. Un camarero en una noche libre


Llegaron los niños. En la noche hablé con los dos, primero con Ángel, tan engatusador como siempre, pero sin contarme apenas nada de su viaje; es de los que te indican el itinerario detalladamente, pero lo interesante del recorrido lo silencian, y si le insistes para que te dé más información, te vuelve a narrar el itinerario las veces que se lo pidas y siempre exactamente igual como si lo hubiera ideado en un orden y le resultara imposible alterarlo.

Para mi sorpresa, un poco después me llamó Jesús:

―Perdona, Rafa, que no te haya dicho nada de mi viaje, fue algo tan improvisado como necesario  ―me dijo ― de esa urgencia, de sus razones, de todo lo que he pensado en estos días de meditación, de mis ideas tan poco claras... ya te hablaré otro día y mejor en persona. También te comentaré por qué estoy tan enfadado con Ángel, aunque supongo que ya te lo habrá contado él. Si es así, entenderás perfectamente mi cabreo. Hoy solo te llamo para disculparme por mi silencio en estas últimas jornadas. Tú te estas portando muy bien conmigo y creo que te lo debía.

Me quedé con las ganas de saber mucho más, pero comprendí que no era el momento y me tuve que conformar con esperar. Por un instante tuve la tentación de llamar al niño, pero me arrepentí enseguida. No sé lo que habrá ocurrido entre ellos, pero prefiero la versión de Jesús antes que la de Ángel, que estará muy manipulada a su favor.

Estuve cenando con la familia del niño gay. El crío es cada vez más señorita repipi e insufrible. Ha tomado como modelo al chico gay protagonista de la serie Aída y lo imita constantemente. Lo hace exactamente igual y lo único que los diferencia es la edad ―este niño es más pequeño― y que este chico es bajito y gordito, al menos hasta que dé el estirón. Cuando me quedé solo con sus padres, me confirmaron la impresión que yo tenía desde el principio: siguen sin asumir la sexualidad de su querido y malcriado bebé. La madre solo hace que lamentarse de lo mal que su hijo lo va a pasar en toda su vida; el padre me dijo que se avergonzaba de que sus amigos y compañeros de trabajo vieran a su hijo. Esto me sentó fatal:
―Ni tú ni él tienen la culpa de sus gustos. ¿Acaso ha matado a alguien para que te avergüences de él? Con esa actitud el que tendría que sentir vergüenza es tu hijo, por tener un padre así...

Estas cenas con este matrimonio se están convirtiendo en una costumbre que no me aporta nada y tengo que ver la forma de irme separando de ellos. Pretenden utilizarme, pero ni siquiera saben cómo.

Tras los postres y alegando algo importante que hacer, me largué dando un paseo reconciliador conmigo mismo desde San Francisco el Grande hasta Plaza de España, pasando por el bello Palacio de Oriente.

Más tranquilo me acordé de Fabio, el chico venezolano, y me acerqué hasta el restaurante donde trabaja. Esa noche no debieron haber tenido ningún cliente rezagado y estaba absolutamente cerrado. Me apetecía mucho llamarlo por teléfono. He pasado estos últimos días obsesionado con este camarero y tras alguna duda, no me lo pensé más y lo llamé. Se alegró de escucharme y además me reconoció inmediatamente. Hoy es su día de descanso y cuando le propuse tomar un trago, me dijo algo que me dejó un tanto descolocado:
―Espera que tengo cerca a mi chico y le voy a preguntar si me necesita para algo.
―¡Ah, no! Si estas con tu pareja, déjalo. No pensé en esa posibilidad, lo siento ―le respondí tratando de salir dignamente del enredo―.

Tras unos segundos de silencio volvió a ponerse al teléfono para decirme en un tono como para que lo oyésemos su pareja y yo:
―Tengo un chico fabuloso, íbamos a ver una película, pero no le importa verla solo. ¿Dónde quedamos y a qué hora?

Nada más verlo llegar al lugar de la cita me dio un subidón de esos que te dan cuando adivinas que vas a tener sexo con un chico que te gusta mucho. Creo que con los besos de saludo ya empecé a lubricar, estaba mucho más bueno de lo que recordaba. Lo malo es que cuando estoy ante un tío tan estupendo, me vuelvo torpe y sufro por aparentar un aplomo que no tengo. Llevaba el cabello un poco más crecido y eso le daba una apariencia más amable y menos dura que cuando lo conocí. Y esa voz, es la más envolvente que he conocido, tan cálida que solo con hablarte ya parece que te está haciendo el amor.

― Siento haberte importunado y que hayas dejado a tu chico solo ―le dije como para que me diera una explicación tranquilizadora y aclaratoria que me sirviera para entender su relación de pareja―.
―No te preocupes, de vez en cuando nos conviene pasar algún rato cada uno por su lado. Eso fortalece nuestra relación.

Parecía tenerlo tan claro que no merecía la pena seguir con ese tema. Las opciones solo tenían una dirección: sexo. Y yo estaba muy caliente y muy necesitado, aunque con este chico la necesidad surge apenas lo tienes a tu lado. Fui directamente al grano:
―¿Te parece que tomemos algo en mi casa?
― Si ese algo eres tú, me parece estupendo.

Se me hizo largo el camino, mirando sus grandes manos e imaginando lo que debía ser ese chico desnudo, mi polla se rebelaba a permanecer sujeta bajo el pantalón. En la escalera me echó mano a la bragueta para confirmar que aquel bulto, que no le había pasado desapercibido, era lo que parecía. Sin terminar de cerrar la puerta ya me estaba desabrochando la camisa, desde el primer mordisco en las tetillas supe qué tipo de sexo le gustaba.

Efectivamente, su dominio de las técnicas sado era increíble, siempre cerca del dolor pero sin llegar a producirlo, marcando un ritmo creciente y pausado de efectos demoledores para mi receptivo cuerpo. La secuencia era muy fácil: si él me mordía los dedos de los pies, en cuanto tenía ocasión yo hacía lo mismo; cuando me metía la mano en la boca y hurgaba mi lengua, el entreabría los labios para invitar mi mano. Sus azotes en las nalgas eran precisos y estimulantes, los míos más torpes requerían alguna indicación adicional: «más fuerte», «de abajo a arriba»... En lo que no me superó fue en la felación que intercambiamos en un glorioso 69. De vez en cuando me retiraba su miembro de la boca y se apretaba la base para retrasar el orgasmo. En eso no lo imité y la corrida me sobrevino en su primera incursión táctil cuando apenas sobrepasó mi esfínter su experto dedo.

Con solo unos minutos de descanso comenzamos el segundo asalto mucho más tranquilo, al menos por mi parte, ya que él siempre estuvo sereno y dominando magistralmente la situación. Hacía mucho tiempo que no practicaba un tipo de sexo tan variado. Este Fabio es un maestro en técnicas para mantener un alto clímax en su contrincante. Él, sin embargo, no siempre mantenía la erección. En algún momento que yo acudí raudo a solucionar esa carencia, me susurró que no me preocupara de eso, que estaba maravillosamente y que su excitación no siempre era visible. No hubo penetración, ni falta que hizo. Cuando me provocó el segundo orgasmo a base de caricias en el prepucio y en el glande, dio por finalizada la sesión.

―¿No te vas a correr? ―le pregunté cuando se encaminaba a la ducha―.
―Si para ti es muy importante, vale; pero si no te importa, yo estoy muy bien así. Para mí el orgasmo no es lo mejor del sexo.

Tras ducharnos lo acompañé hasta su barrio y cerca de su casa nos despedimos hasta una próxima vez. Con las tetillas doloridas, el culo probablemente rojo de los cachetes y el ánimo muy satisfecho volví a casa reflexionando sobre lo sucedido.
Este tipo de sexo está muy bien para de vez en cuando, pero todos los días lo mismo debe ser agotador y monótono. El cuerpo humano es una superficie limitada al fin y al cabo, y las variaciones de su uso no son tan abundantes. Esto puede que justifique y explique el tipo de relación abierta que Fabio mantiene con su pareja.

Con los niños no he hablado y tampoco los estoy echando en falta.

10 comentarios:

  1. Puntazo total el de esta historia. Pero no comprendo como se puede hacer un sexo tan cojonudo y marcharse a su casa sin correrse. Seguro que cuando llegue a su casa se folla a su marido

    ResponderEliminar
  2. NO GUSTAME QUE SIGAS HABLANDO CON LOS CHICOS QUE TE USAN. SEGURO QUE AQUELLO QUE NO SABES PERO ELLOS SI ES QUE LOS DOS SE ACOSTARON EN CONTRA TUYA.
    AYUDAR AL NIÑO GAY PEQUEÑO DEBERIAS. Y A SUS PADRES DECIRLES DEBES QUE NO SEAN DUROS Y QUE LO QUIERAN Y QUE LO ENTIENDAN.
    FELIZ YO SERIA SI HABLARAS IGUAL A MI PADRE QUE ES MUY BURRO EN ESO DE ENTENDER LOS GAYS.
    DEBES CUIDAR TU CUERPO Y NO HACER SEXO CON DAÑO. EL CAMARERO PARECE CRUEL Y SI NO SE CALIENTA CONTIGO NO ENTIENDO PORQUE A TU CASA VA.
    MEJOR SE ESTA DE VACACIONES EN MI TIERRA HASTA QUE A MADRID PUEDA IR.

    ResponderEliminar
  3. Pertenezco a un grupo de sexo sado moderado, el camarero nos vendria muy bien a nuestro grupo. Si lee esto que mire en internet este portal: sexoextremo mad. com Por cierto me encanta este blog a pesar de los capitulos perdidos en los lios de adolescentes gilipoyas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Eres de un grupo gay o hetero? Si es hetero deberias decirlo estoy loco por poder pegar unas buenas leches a las tias. No las soporto

      Eliminar
  4. Hola. Yo conoci un latino que era igual al camarero .Solo que era cubano. Con lo que te decía y con esa voz sonora y suave ,varonil y delicada a la vez, me daba miedo que sé acercará a mi porque en cuánto me tocaba me derramaba con el consiguiente enfado del cubano. Ahora en cuanto he leído este relato ya empecé a lubricar viendo las similitudes co mi experiencia con el cubano cachono

    ResponderEliminar
  5. Que bien os lo montais en Madrid parece que siempre hay una posibilidad de sexo.He sacado la conclusion que en las grandes ciudades no vale la pena emparejarse a no ser que no te importe ser infiel

    ResponderEliminar
  6. Me ilusione pensando que haríais sexo sado de verdad, como a mi me gusta. Pero lo que hicisteis son juegos de nenazas. Yo si no lloro de dolor no me vale la pena ni desnudarme. Y solo me corro si hay sangre

    ResponderEliminar
  7. ¿Y alo que hizo el camarero le decis sexo duro? Ja Ja Me parto de la risa, yo para hacer eso no me bajo ni los pantalones. Sexo duro es otra cosa, es algo maravilloso que te haga llorar de dolor, es ese momento magico en que dudas si aguantar un poco mas para correrte o te rindes por el fuerte sufrimiento. Y ya si hay sangre es la rehostia de maravilloso. La putada es que hay pocos tios que sepan disfrutar de verdad del sexo duro, los mariquitas son muy mariquitas a la hora de aguantar el minimo daño. Los que sabemos el gran placer que da el sufrimiento somos muy escasos y la gente dice que es de grupos sados por unos cachetes o un pellizco en los pezones, eso es ridiculo. Sabed que yo tarde en reponerme de mis polvos autenticos de 15 a 20 dias

    ResponderEliminar
  8. Leo el relato y me entran ganas de practicar sexo con sado pero leo algunos comentarios y se me quitan esas ganas. Cuando hablan de sangre ya me parecen muy tarados.

    ResponderEliminar
  9. Hola a todos .
    Si que hay segunda parte de mi novela ultima y os la pongo para que no os quedeis con las ganas.
    El amor ha llegado segunda parte.

    Mi amigo el mayordomo y yo acostado con ellos despues del amor de por la noche y estabamos en la cama grande y moderna y se hizo de dia. Y el amor nos hizo efecto otra vez. El mayordomo saco una correa de cuero y me dio la vuelta y me pego fuerte pero no mucho en el culo y mi amigo se puso para que le diera un poco a él. Era un momento de pegar pero bien con risas y sin enfadarse. Y entonces yo le quite el cinturon al mayordomo y le pegue latigazos en la espalda y el mayordomo se puso muy contento y estuvimos pegandonos pero felices y con un amor de los tres hasta que se hizo de noche y mi amigo pidio al mayordomo la cena. Y en una mesa elegante con adornos muy costosos comimos faisan que es una comida muy cara y que sabe muy bien.Y luego me fui a mi casa pero otro dia a lo mejor nos volvemos a amar y tambien nos podemos pegar pero no mucho porque es todo con amor.
    Fin


    ResponderEliminar