Vivencias de un gay

sábado, 23 de enero de 2016

132. Una película de acción


Apareció Jesús. Bueno, quiero decir que se molestó en telefonearme. Pero su conversación fue tan breve como extraña.
―Rafa, necesito urgentemente hablar contigo, pero no por teléfono. ¿Puedes ir mañana a las siete a la puerta del local preferido de Ángel?
―¿Al C...?
―¡No digas el nombre! ―me interrumpió casi con un grito―. Si lo dices, no nos servirá ese sitio, ya te lo explicaré mañana.

Misteriosa la actitud de este muchacho, me dejó bastante mosqueado. No tengo ni idea de qué me querrá hablar mañana, pero me huelo un enredo feo al que no me gustaría entrar. La voz de Jesús parecía verdaderamente angustiada, ¡ojalá sea tan solo una chiquillería más! Lo malo es que con este chaval todo puede pasar; sus circunstancias son realmente jodidas y yo tampoco es que le pueda ayudar mucho.

Lo que voy a contar a continuación no es el relato de una película de acción que haya visto, es la pura realidad que viví yo mismo ayer.

Quedé con Jesús en la puerta del Cool ayer por la tarde, bastante intrigado, por cierto. Cuando ya empezaba a hartarme de no saber si mirar hacia arriba o hacia abajo en espera de ver por dónde aparecía el muchacho, se paró una moto casi encima de mí y, sin parar el motor se bajó Jesús, al que no reconocí hasta que no se quitó el casco y, diciéndome mientras me entregaba otro casco que llevaba enganchado por el codo:
―Ponte el casco, rápido, y sube. Agárrate fuerte que nos vamos.
―Pero... es que a mí las motos...
―¡Por favor, haz lo que te digo! Luego te lo explicaré todo.

Me puse por primera vez en mi vida un casco de moto y, con el susto en el cuerpo, subí a la máquina. Apenas Jesús notó mis brazos rodeándolo, dio un acelerón y salimos pitando. No tenía ni idea hacia dónde nos dirigíamos y, por el recorrido tan desconcertante, era imposible adivinarlo. Era como si estuviésemos dando vueltas a lo tonto por las calles más estrechas de Madrid. Cada vez que nos metíamos entre los coches tenía la seguridad de que alguna de mis rodillas se quedaría pegada en un espejo retrovisor de cualquiera de aquellos vehículos que nos veían pasar pegaditos y a toda leche. Se metió, incluso, por una calle peatonal; en otra ―menos mal que era corta― en sentido prohibido y, al final, entró en un estacionamiento público sorteando la barrera.

En la última plaza del último piso paró la moto, se bajó y me ayudó a quitarme el casco. Me dolían los brazos y las manos de la fuerza con que trataba de sujetarme al cuerpo de Jesús, cuya chaqueta de cuero era resbalosa y no ayudaba para nada. A pesar de que la tarde era fresca, estaba sudando por todo el cuerpo. Controlando el cabreo que me estaba aumentando por momentos, le pregunté cuando al fin pude hablar de cara a él.
―¿Me puedes explicar qué pasa de una puñetera vez? No me gusta nada ir en moto y menos en la forma tan temeraria que tienes de conducir. No me he dejado las rodillas y los morros en este viajecito «tan emocionante» por puro milagro.
―Vale, vale, perdona si lo has pasado mal, pero era necesario y ahora lo vas a comprender. Por mi madre me he podido enterar de que el cabrón de mi padre ha contratado los servicios de una agencia de detectives para controlar mi vida. Al parecer, ha notado en estos últimos tiempos un cambio en mi existencia y ha visto que ya no soy el niño al que tan fácilmente controlaba. Yo también he notado diferencias en su actitud conmigo, pero pensaba que era otra cosa, creí que era más respeto al ver que ya no soy un crío o algo así; sus silencios y esa forma de evitar estar conmigo los malinterpreté. Desconozco hasta qué punto sabe de mí. Creo que anda rondando la verdad, pero no está seguro de nada, al menos saco esa conclusión de lo hablado con mi madre. Si supieran que soy homosexual, mi madre ya se habría enfermado y sus reproches serían inaguantables. Saben que he sufrido un cambio en mi vida, pero no lo tienen definido. Sé que ha puesto personas para que me vigilen. Te habrás dado cuenta de una moto que ha estado tras de nosotros durante un buen rato. Pues o era el tipo encargado de seguirme hoy o quizás ha sido casualidad, pero, por si acaso, he tenido que hacer esas cosas raras que te han asustado.

Estas palabras me dejaron totalmente alucinado. ¿Detectives privados metiendo sus narices en nuestra vida?

9 comentarios:

  1. ESOS CHICOS TE METEN EN PROBLEMAS. TU FELICIDAD NO MERECE TANTOS PELIGROS. JESÚS GUSTAME UN POCO PERO DEBES CUIDARTE DE TODO RARO QUE LO RODEA. LOS PADRES AYUDAR NO HACEN CUANDO COMO ELLOS NO SOMOS. YO SE MUCHO DE ESO. AUNQUE MI PADRE LOS SABADOS SE VA DEL PUEBLO NADIE SABE DONDE Y YO TRANQUILO QUEDÓ, MI TRATO CON EL DIFICIL TAMBIÉN ES.

    ResponderEliminar
  2. ese tipo parece buen piloto de motos, es que lo tiene todo, a mi me pone cantidad, solo me defraudo el dia que se puso a llorar como una nena.

    ResponderEliminar
  3. No es por fastidiar pero yo no creo que la carrera de la moto de hoy tenga nada que ver con la vida de un gay en Madrid. Yo llevo siendo gay en Madrid 38 años y nunca me ha pasado una cosa así. Ademas las motos son muy de heteros, la verdad es que en este capitulo no me he sentido identificado en nada de lo que se cuenta. Insisto en que no lo digo con ánimo de criticar pero es una observación que considero necesaria.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me pareces muy corto de mente chaval. Todo lo que aquí se cuenta no nos pasa a todos los gais que estamos en Madrid. A cada uno nos pasan nuestras cosas. Por otra parte yo tengo moto y soy gay preferiblemente pasivo,no se de donde sacas que el motorismo es solo hetero. Lo dicho: abre tu mente,actualizate que aún eres joven.

      Eliminar
  4. No te parezca tan raro, tengo un amigo detective y no para de trabajar. En lo que más curra es los asuntos de celos por encima de las bajas falsas laborables. La gente es muy celosa y casi siempre se demuestra que con razón. Claro que en esta historia si un padre quiere saber la identidad sexual de su hijo lo mas fácil es preguntárselo.

    ResponderEliminar
  5. Odio los putos detectives privados por su culpa perdí la mejor pareja de mi vida

    ResponderEliminar
  6. Si yo os contara mi lucha contra los detectives que estuvieron persiguiendome muchos meses de mi vida enviados por mi exmujer, haría una novela más larga que este curioso blog. Ella sospechaba de que tenía algo fuera del matrimonio, todas las mujeres de su entorno le parecían las culpables y en esa dirección enviaba a los detectives que fracasaban una tras otra vez. Hasta que yo no le dije que el objeto de mis infidelidades era su propio hermano (algo que le costó mucho creerse) no dejó de gastar mi dinero en detectives inoperantes. Me separé de mi mujer ( y desgraciadamente también de mi único hijo)estuve viviendo con su hermano durante seis años hasta que me abandonó para irse con un diputado del P P cuyo nombre debo callar porque aún está dentro del armario.
    Debo decir que cuando me case con mi mujer no fue para tapar mi homosexualidad, realmente la quería y me encantaba físicamente, jamás había sentido ningun deseo por chicos hasta que mi cuñado me cortejó y me dió a probar la carne masculina. Quitando los cinco primeros minutos de aprensión luego fue descubrir el paraíso del que ya no quiero salir nunca.
    No me gustan los detectives, su manera rastrera de ganarse la vida, por su culpa llevo mas de diez años sin ver a mi hijo.

    ResponderEliminar
  7. Pero si estamos súper vigilados por todas partes, cientos de cámaras nos graban cada vez que salimos a la calle, ya los detectives no necesitan ni seguir a nadie, con tener acceso a las cámaras de los bancos, de las calles, de los grandes almacenes, de los edificios publicos.....

    ResponderEliminar
  8. Yo a los que odio son a los motoristas que se creen con derecho a todo, nadie los sanciona y eres tu el que tiene que estar cuidando de no llevartelos por delante. A este Jesus se lo perdono por las especiales circunstancias y.....porque está muy bueno.

    ResponderEliminar