Vivencias de un gay

sábado, 5 de marzo de 2016

138. Una bestia en el camino


No sé si por ser festivo o es que descansan los miércoles, el caso es que cuando aparecí por la cafetería Chicote, poco antes de las once de la mañana, el local estaba cerrado y sin ninguna señal de que fuera a abrir en breve. Me tocó ir corriendo a buscar otro bar para ir al servicio porque la entrevista me ha soltado el vientre y los nervios se han cebado en mi intestino.

Cuando regresé a la puerta del lugar de la cita, no divisé a nadie ni por los alrededores en actitud de espera, a pesar de los quince minutos de retraso. La posibilidad de que el señor no viniera empezó a ilusionarme. Acababa de decidir que serían diez minutos más de espera el margen que le concedía, cuando un tremendo coche negro con los cristales traseros oscurecidos paró frente a la puerta de la cafetería. El corazón me dio un vuelco antes que se abriera la puerta: sabía que era él. Un hombre muy alto, con el pelo ligeramente blanqueado por algunas canas, con un rostro muy serio, de facciones extranjeras y vestido con un impecable traje gris, se bajó del auto dirigiéndose directamente a mí.

―¿Sr. Gracia?
―Yo soy ―corroboré, a pesar de que por mi cerebro pasó fugazmente la idea de negar mi identidad―.

Esperé a que fuese él quien tomase la iniciativa de extender la mano. Cuando se la estreché me sorprendió la fuerza que imprimió a su apretón en contraste a mi floja actitud, muestra inequívoca de mi inseguridad. Señalando la cerrada puerta del café dijo:
―No contábamos con que estuviera cerrado. Suba al coche e iremos al Club Financiero del que soy socio. Allí estaremos tranquilos, pediré que nos acondicionen una sala privada.
Sin esperar mi conformidad, abrió la puerta del coche y esperó a que me acomodase dentro. Sabía que debía negarme, pero fui incapaz de reaccionar. El señor entró por la otra puerta y, apenas la cerró, le indicó al chofer:
―Llévanos al Génova.

Dos minutos más tarde bajábamos del coche en las cercanías de la plaza de Colón y entrábamos en un lugar repleto de mesas elegantes, rodeadas de sillones de cuero. El padre de Jesús habló con uno de los encargados que, sin mediar apenas dos palabras, nos acompañó hasta una sala más pequeña, pero no menos coqueta. En cuanto el camarero nos dejó los cafés que pedimos sobre la superficie de mármol de la mesa y desapareció, el señor comenzó su disertación:
―En primer lugar, debe saber, Sr. Gracia, que mi hijo no es maricón. Y disculpe que se lo diga directamente, pero a mí me gusta ir al grano y no utilizar palabras alternativas para lo que tiene un nombre desde siempre. No soy de las personas que lo acepto todo, aunque procuro respetar aquello que no me afecta. Por supuesto, ante lo que me perjudica jamás lo dejo pasar y me defiendo con todos mis recursos.
―¿Adónde quiere ir a parar? ―Pregunté―. ¿Quién lo está perjudicando a usted?
―Sabe perfectamente adónde quiero llegar. Y perjudicar a mi hijo es mucho peor que perjudicarme a mí. Desde que Jesús ha tenido la desgracia de conocerlo, su vida se ha desmoronado. Imagino las ideas que le ha metido en su cabeza y sospecho la innoble razón por lo que lo ha hecho.
―No comprendo...
―Sr. Gracia, deje en paz a mi hijo. Métase en la cabeza que no es «de los suyos»; búsquese cualquier otro chico que coincida con sus gustos, que los hay a patadas, pero lejos de Jesús.
―Parece que conoce muy bien mis gustos ―traté de modificar el rumbo de la conversación para encauzarla al terreno que yo quería―.
―Lo conozco perfectamente. Sé desde el tipo de calzoncillos que compra hasta la marca de dentífrico que usa. Llevo el tiempo suficiente investigándolo como para que trate de engañarme.
―¿Reconoce que me ha investigado ilegalmente?
―Sí. Le repito que no me gusta perder el tiempo. Entenderá perfectamente lo bien que lo conozco y que sé, con todos los detalles, cuál ha sido su relación con mi hijo.
―Entonces sabrá que nada malo hay en nuestra amistad.
―Por favor, no me obligue a tener que mencionar las guarrerías por las que ha hecho pasar a mi hijo. No estoy seguro de guardar la calma si pretende entrar en tan asquerosos detalles.
―Oiga, yo no lo estoy obligando a nada. Es usted el que me ha citado y tampoco estoy dispuesto a soportar sus insultos.
―Cometí un error cuando no presté demasiada atención a Isa la primera vez que me habló de usted. Tenga la seguridad de que fue mi último error.
―¿Isa? ¿La novia de Ángel? ―la aparición de ese nombre me intrigó―.
―Sí, la novia de ese memo, otro al que, posiblemente, usted ha realizado el mismo lavado de cerebro que a mi hijo, otro que lo defiende a usted con uñas y dientes, como si él mismo fuera también maricón. Pero, bueno, ese no es mi hijo y me da igual lo que haga con su vida, aunque lo siento por esa gran muchacha que es Isa.
Sr. Gracia, mi mensaje es claro: olvídese de Jesús y de todo su entorno. Mézclese con los de «su clase» y no trate de convertir a los jóvenes sanos para su causa. Cualquier tipo de comunicación que trate de establecer con mi hijo, la conoceré inmediatamente. Y entonces le tocará a usted conocerme a mí. Le aseguro que no le va a gustar.
―¿Me está amenazando?
―Por supuesto. Y dé gracias que le estoy brindando la posibilidad de la amenaza. Si no hubiera sido porque se trata de mi hijo, no dude en que hubiera actuado sin tanto miramiento.

Me puse de pie. Estaba claro que aquella conversación no podía dar más de sí. Permanecer allí era absurdo, escuchando sus amenazas y sintiéndome cada segundo más débil y vulnerable. No quería que ese bestia se diera cuenta de mi cada vez peor disimulada inestabilidad.
―No tengo por qué aguantar sus amenazas. Respeto que trate de cuidar a su hijo, pero le recomiendo que antes lo conozca de verdad, que descubra la gran persona que es y que le enseñe a cuidarse por sí solo en vez de manejar su vida como si fuera una marioneta...
―¡Déjese de sermones, Sr. Gracia! ―me interrumpió casi gritando―. Sé de qué va usted y a mi no me va a influir su dialéctica. Yo no soy ninguno de esos infelices muchachos a los que emboba con su palabrería.

En la puerta de la calle volvió a dirigirme la palabra:
―Espero que no olvide nada de lo que le he dicho. Francamente, no me gustaría volver a hablar con usted, no sería nada bueno para nadie que yo tuviera que seguir ocupándome de este asunto.
―Por mi parte, tampoco tengo ningún interés en volverlo a ver, pero sepa que mi amistad con Jesús solo dependerá de lo que él y yo decidamos. Y si continúa investigándome, o, peor aún, amenazándome, no dude en que tomaré medidas legales.
―Está en su derecho de tomar las medidas que considere oportunas, pero, insisto, no olvide que yo también tengo mis deberes para proteger a mi hijo de personas como usted.
Si quiere, mi chofer lo puede llevar adonde guste, pero entienda que no lo acompañe yo.
―Quédese con su chofer y su coche. No necesito nada de usted. Buenos días.

Con la mayor dignidad que pude acumular, salí de aquel lugar, con el cuerpo revuelto por la tensión, pero satisfecho de que hubiera terminado aquel infierno.

Ahora es el momento de decidir cuál debe ser mi comportamiento con respecto a Jesús. Por una parte, me jode tener que ceder a las amenazas de ese energúmeno que tiene por padre y, está claro, que este niño necesita mucha ayuda. Pero, por otro lado, no me apetece nada ser ningún héroe; en realidad, mi relación con este muchacho no ha sido nada especial, y soy consciente de que su padre no racaneará en recursos para fastidiarme la vida.

Estoy totalmente confuso y en estos momentos no soy capaz de tomar ninguna decisión.

Pero hay unas palabras de todo lo que me ha dicho el padre que no dejan de dar vueltas en mi cabeza: «Ángel, otro que lo defiende a usted con uñas y dientes». Esa actitud del niño me ilusiona, quizás no sea tan malo. Tengo ganas de hablar con él, pero supongo que no debo contarle nada de esta entrevista.

6 comentarios:

  1. CASTIGADO ESTOY POR UN PADRE MALO COMO EL DE JESUS. PERO ACOSTOSE MI PADRE Y HE RECUPERADO LA TABLET. NO GUSTAME ESE SEÑOR Y JESUS IRSE DE SU CASA DEBERIA. Y NO GUSTAME QUE RAFAEL NO QUIERA DEFENDERLO Y PREFIERA SL ANGEL QUE BUENA PERSONA NO ES.

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  2. Vaya coñazo de historia yo tengo problemas con mi padre y no los divulgó eso lo soluciono en mi casa aquí lo que se busca es cachondeo folleteo y pasar ratos calientes

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  3. Parece absurdo que sigas metido en la tontería de estar con niños y encima pinos. Dedicate a los tíos de verdad que es lo que nos da satisfacción a los julandrones. El amor es para los menores de 25 que aun somos jilipoyas y nos lo creemos todo. O para los heterosexuales que a esos les dura la tontería toda la vida.Tío a follar que esto se acaba.

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  4. Felicides por el buen blog desde Alemania. Soy catalán que vivo aquí desde los veinte años. pertenezco a un club de lectura castellana y he pasado el link a todos los socios. Pero casi todos son heteros. Bay

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  5. Premios palabras de blog es bueno pero tiempo después esta mas peor para comprender que cosa pasa. Todo que se dice que pasa de sexo esta bueno. Yo en Leimen hago un amigo de Perú yo travéll para España dentro de Junio 2016.

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  6. Estoy enfermo pero con un padre así yo siempre estaría cachondo. Yo no quiero marido yo quiero un padre que me maltrate que me pegue que me castigue y que me acabe follando.
    Soy hijo de soltera y siempre rodeado de tías mis fantasías desde pequeño eran ser maltratado por el padre que no tuve.

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