56. El fantasma de los celos

Cuando le hablé sobre si somos pareja o no se quedó muy desconcertado porque ni se lo esperaba. Me contestó que no había pensado «casarse» conmigo, pero se sobreentendía que si los dos estamos a gusto saliendo juntos y follando juntos, era algo muy parecido a ser pareja, que la fidelidad se daba por hecho porque si estás bien con alguien no se piensa en cambiarlo.

Lo noté un poco enfadado cuando le recordé mi mosqueo por haber entrado en conversación con el músico en el Cool; al parecer para su forma de pensar es muy normal que si reconoces a un famoso te enrolles con él y te dejes invitar a una copa. No estaba de acuerdo conmigo en que las intenciones de ese tipo fuese llevárselo a la cama, pero aunque así fuera (por supuesto que eso era lo que perseguía ese espabilado) Ángel me juró que a él ni le había pasado por la imaginación y nunca hubiera aceptado porque, entre otras razones mucho más obvias, el señor no le gustaba físicamente. No me vio mirar al tipo canoso que se sentó a mi lado, pero me aseguró que si me hubiera visto no le daría la menor importancia; dice que en un lugar así todo el mundo mira a todo el mundo. También me aseguró que no pensaba ocultarme el hecho de que el músico le diera el número de su móvil, se lo dio para informarle sobre la fecha de un concierto que dará su grupo este verano cerca de Madrid y que cuando hubiera surgido la conversación se lo diría y si a mí me apetecía, haber acudido los dos a ese concierto. Me reprochó mi actitud inquisitiva, diciéndome que veo fantasmas donde no hay nada, me aconsejó que no le diera tantas vueltas al coco porque las cosas naturales se convierten en conflictivas a base de marearlas.

De lo que ya no me atreví a hablarle fue de la pobreza del sexo que practicamos. Estaba un poco tenso el niño y hubo momentos en que parecía querer discutir, sobre todo cuando me pidió que de momento los asuntos de su familia, de su exnovia y de su salida o no del armario lo dejáramos al margen y que ya lo discutiríamos más adelante.

Luego lo llamaré a ver si los ánimos están un poco más calmados. Yo francamente tampoco es que me sienta muy feliz; me jode que tengamos esta especie de crisis. Reconozco que me salieron los celos españoles y que seguro no tenía razón, pero las cosas te surgen sin poderlo evitar. Por otra parte, no creo que esté de verdad enamorado del niño; sé que me siento bien con él pero reconozco que hay muchas lagunas en nuestra relación: apenas lo conozco, en cuestión de sexo no es cien por ciento satisfactorio, tiene una vida familiar que nos distancia demasiado (incluyendo su relación con la exnovia que no acaba de romper), la diferencia de edad se nota en demasiadas ocasiones... Pero insisto, me gusta estar con él.

Pienso que Ángel es más maduro de lo que corresponde a su edad, pero en cuestión de conocimiento del ambiente gay es un auténtico novato y no tiene la menor idea de lo mala y retorcida que es la gente en este ambiente. Aunque también entiendo que no todo el mundo tenga que estar muy enterado de esto porque hay quien está rodeado de buena gente con buenos amigos, aunque no es lo habitual encontrar en el malvado mundo de los mariquitas. Por otro lado, pienso en que si fuera pareja, no tendría que irse con nadie y si no lo fuese y tan solo nos uniera un sentimiento de amistad, sí que podría irse con otra gente, pero siempre teniendo la gallardía y la sinceridad que se le debe a un amigo de decírselo.

Aún no tengo claro cuál es nuestra situación, ni veo con claridad mi futuro; no sé si seguir en esta aventura salvando todas las dificultades que convergen o que lo dejemos y vuelva al sexo sucio y más atractivo de practicar pero asumiendo las decepcionantes secuelas ya conocidas de hastío y soledad.