Vivencias de un gay

sábado, 4 de octubre de 2014

55. Noche de discoteca

Hasta las diez menos cuarto no llegó Ángel el sábado a la cita que tenía conmigo, casi tres horas más tarde de lo que habíamos planeado. Vale, que me llamó al móvil dos veces para que, al menos, no me desesperase, pero mi talante cuando apareció no era el mejor, ni mucho menos. Sin embargo, su desolación por la tardanza solo le duró unos minutos y sin dar apenas explicaciones de cómo discurrió el encuentro con su ex ni del resto de la tarde, empezó a hacer planes para la noche como si nada. La noche no empezaba muy bien y recordé el refrán: lo que mal empieza mal acaba.

Entramos a un Kebab a cenar y apenas comió nada de lo que pidió. Era obvio que ya estaba cenado pero, no sé porqué, no me dijo nada e hizo el teatro de cenar conmigo. Como lo de bailar al parecer le encanta, pensé en entrar al Long Play para que estuviera en un lugar acorde con su edad, pero en el camino un chaval nos dio unas tarjetas de esas que tienen descuento para la discoteca Cool y el niño prefirió ir a esta porque tenía referencias muy buenas y, al parecer, es la de moda en estos momentos. Aunque está separada de Chueca, no me pareció demasiado lejos, pero lo que sí resultó demasiado pronto fue la hora de llegar nosotros, ya que apenas estábamos cinco o diez personas en todo el local y al ser tan grande la impresión de soledad era mucho mayor. Nos instalamos en el ambiente más tranquilo de los tres. Son dos pisos, en el de la parte superior hay una música más audible y agradable y en la parte de abajo ponen la clásica música tecno para que la gente se imbuya en los ritos y bailes tribales próximos a los del África profunda.

Hasta las tres más o menos estuvimos tranquilos, sin apenas gente alrededor, hablando de lo comprensiva que es su exnovia, de caballos, de la facultad, de mi trabajo, pero nada de una aclaración sobre su actual relación con su «maravillosa» ex ante sus familias. De todas formas, fue el mejor rato de la noche; a partir de esa hora el niño decidió que era el momento de bailar. Bajamos al sótano y nos hicimos un hueco entre los ya muy numerosos bailones dedicados, sobretodo, a lucir el palmito, de tal forma que incluso los había haciendo topless. Afortunadamente, pronto descubrió entre los aducidos por el insufrible ritmo a un chico que es vecino de su urbanización y con el que Ángel prefirió no encontrarse. Nos subimos a la parte superior donde ya la tranquilidad había desaparecido y la bulla de gente era tal que para avanzar dos pasos tenías que restregarte con veinte personas. Milagrosamente, encontramos asiento y en él me quedé mientras él continuó bailando.

Verlo moverse era una de las mejores formas de pasar el rato que se me ocurrió hasta que se sentó a mi lado un hombre de los de verdad. Cuarenta y muchos años, el único con el pelo canoso del local, vestido absolutamente normal, incluso con una pequeña curva de grasa en su barriga, algo realmente imperdonable en este tipo de locales, y con todo el morbo de su naturalidad. Descubrí que este señor estaba haciendo lo mismo que yo: esperar a que un muchacho que, al parecer estaba con él, se desfogase en la pista de baile. El señor solo tenía ojos para este muchacho y yo solo tenía ojos para este señor. Y este fue mi error, cuando quise volver a localizar a Ángel ya no pude, por más que escudriñé la pista, allí no estaba mi niño. Esperé un tiempo prudencial por si había ido a orinar pero en vista de que no aparecía me acerqué yo mismo a los concurridos servicios. Allí había de todo: sexo, drogas, mirones, todo menos él. Aún no comprendo por qué me puse tan nervioso, y pensándolo después creo que tampoco era tanto el tiempo transcurrido, pero en ese momento no acertaba a comprender la razón y como Ángel había desaparecido, se me ocurrió que quizás me vio mirando al señor canoso y agarró tal mosqueo que se había marchado del local.

Cuando decidí salir de la discoteca para tratar de localizarlo con el móvil fue cuando lo vi.

Apoyado en la barra estaba muy animado hablando con un tío casi rozándose la cara para poderse escuchar por encima de la música. Y ya me encuentro otra vez desconcertado: por una parte, me tranquilizó verlo, pero, por otra, me mosqueó su actitud con ese tipo. Lo estuve observando unos minutos y estaba claro que parecía disfrutar con aquella charla. No piensen que eran celos lo que tenía, era más bien cabreo porque lo menos que podía haber hecho era avisarme de que se había encontrado con un conocido. En ningún momento pensé que era un ligue ni nada parecido, pero soy consciente de que ir por estos lugares peligrosos con un chaval tan guapo tiene sus riesgos e inconvenientes, puesto que está en el momento y con la pinta precisa para que sean muchos los que lo quieran pillar.

Reuniendo la mayor cantidad de naturalidad posible y con mi mejor sonrisa me acerqué a los parlantes, cuando al fin me vio Ángel me tomó por el hombro y me presentó a su interlocutor:

―Te presento a... ―(no me acuerdo del nombre)―. Seguramente lo conocerás, es del grupo Fusión, y que, fíjate qué casualidad, vive al lado de mi casa y yo sin saberlo.
―Pero ¿os conocíais? ―pregunté―.
―No, nos acabamos de conocer ahora mismo bailando.

El retorcijón de tripas que me dio se me debió notar hasta en la cara. El niño se había dejado ligar delante de mis narices y lo peor de todo es que parecía estar encantado con su nueva amistad. A los dos minutos y como para que me oyeran los dos les dije que yo estaba cansado y que prefería ir pensando en marcharse. El tipo del conjunto rápidamente se adelantó a decir:

―Si Ángel quiere quedarse un rato, como somos vecinos, yo puedo luego acercarlo al barrio.
―Pues lo que decida él ―acerté a decir, arrepintiéndome inmediatamente de mis palabras porque sabía que no tenía que haber dejado ninguna opción abierta―.

Y ahí nos tienes al espabilado del grupo y a mí mirando al niño para ver qué decidía. Se me hizo eterna la espera porque me pareció que dudaba demasiado. Comprendía que el niño estuviera un tanto deslumbrado, un famosillo que le dora la píldora siempre resulta tentador para un crío que está aún en la edad de las gilipolleces de la música y el famoseo. El tipo, aunque era feo y mal encarado, probablemente resultase más atractivo que yo.

―Hemos venido juntos y nos vamos juntos ―dijo por fin el niño agarrándome por los hombros como para certificar su decisión―.

Se despidieron con beso de mejilla (yo por supuesto que no para marcar las distancias) y antes de separarnos aún llegué a escuchar al tipo que le decía a Ángel: «Llámame para decirte la fecha del concierto y también para que hablemos».

Por mucho que yo me esforzaba para darle normalidad a la situación, el camino hasta el coche y luego hasta mi casa me pareció algo tenso. Le pregunté si prefería haberse quedado más rato y me dijo que por su parte sí se hubiera quedado, pero conmigo. Me habló de lo simpático que le había parecido el tipo, y que fue él quién le entró porque lo reconoció. Como es novato en estas lides, lo previne de que a la gente no se le puede entrar con ese desparpajo suyo porque en el ambiente todo puede malinterpretarse y lo más probable es que ese tipo le haya seguido la bola con la finalidad de llevárselo a la cama.

Ni siquiera su espontánea carcajada me sirvió como para quitarme de la cabeza que las intenciones del niño no fueran las mismas. No me gustó que tuviera que preguntarle si le había dado el teléfono en vez de decírmelo él; quizá no sabía que había escuchado el último comentario que el tipo le hizo, y me quedé con las ganas de preguntarle si realmente lo iba a llamar para no parecer demasiado celoso.

Los españoles somos celosos por naturaleza y aunque tampoco es que yo esté enfermo de celos, reconozco que tengo algunos síntomas y probablemente sea la primera vez que en vez de provocarlos, soy yo quien los padezca. No es una posición agradable pero, si por suerte o por desgracia, la relación con el niño se mantiene, tendré que acostumbrarme, puesto que ir con él no será fácil, si ahora es guapo cuando vaya haciéndose mayor será aún peor.

Acabamos la noche haciendo nuestro habitual sexo oral y aunque eran las cinco de la madrugada no quiso quedarse a dormir conmigo porque el domingo en la mañana volvería a tener un compromiso familiar.

Hasta las siete de la tarde de ayer no me llamó. De su compromiso no me dijo nada pero sí que se quedaba en casa a estudiar. Cuando nos despedíamos escuché una voz femenina por su teléfono y le pregunté si estaba solo. Me aclaró que estaba su compañera de facultad con la que está haciendo el trabajo y que acababa de llegar para estudiar juntos. Una aclaración que a mí me pareció tardía y provocada por mi pregunta, cuando lo normal es que me lo hubiera debido decir por sí mísmo.

Por una parte contento pero por otro lado no demasiado. Durante la noche le estuve dando vueltas a todo esto y me siento un poco desencantado con está relación. Me da pereza meterme en malos rollos cuando en realidad todo está empezando y sin olvidar que el sexo con el niño no es como para volverse loco.

13 comentarios:

  1. Vaya mierda medio escrito no se puede leer por la letra pequeña

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por leerme hubo un fallo tecnico ya esta solucionado

      Eliminar
  2. Si por favor publique lo de nuevo con letra más grande

    ResponderEliminar
  3. Celos pura y llanamente celos. En la vida normal los celos muestran la exi stencia del amor

    ResponderEliminar
  4. esta historia es una copia exacta mente de una noche que yo pasé en una discoteca con mi primer amor terrible las discotecas gays no se la recomiendo a nadie

    ResponderEliminar
  5. NUNCA ESTUVE EN UNA DISCOTECA PERO CREO QUE NO GUSTAME. YO NUNCA HABLARIA CON DESCONOCIDOS , PREFIERO PASEARME POR EL CAMPO CON MI AMIGO.MI PUEBLO NO GUSTAME PERO LOS MONTES QUE HAY POR TODOS LOS LUGARES SI . ANGEL GOLFO ES.

    ResponderEliminar
  6. Rafael si ya caíste en el demonio de los celos lo tienes bien complicado. Yo jamás pude asentar ninguna pareja porque tengo ese problema. Siempre desconfiaba y aunque la mayoria de las veces yo tenia razón y le pillaba de infiel, las pocas que me confundi tampoco funcionaron porque la otra persona se enfadaba conmigo. Yo con lo que te paso en la disco ya le hubiera montado una tremenda bronca al niñato. Y no creas que por ser el chaval guapo es peor, yo tuve de todo aunque la mayoria eran feos y a estos tambien les gusta putear con otro. El mundo gay es asi de cruel para los celosos. Solo los que tragan con todo y acaban siendo pareja abierta pueden consolidar una pareja por largo tiempo

    ResponderEliminar
  7. no comprendo como somos tan putones los mariquitas este chico está empezando y ya trata de ligar delante de su novio somos la ostia de verdad que me pasa a mí lo mismo

    ResponderEliminar
  8. Como se le ocurre llevar a un niño a una disco gay llena de hambrientos y encima siendo bonito el niño. Lo normal es que traten de quitárselo para un gay lo mas atractivo es robarle el novio a otro. Se aquivoco de plano y si quiere conservar a este chico no lo vuelva a llevar al ambiente

    ResponderEliminar
  9. Cuando sigue la historia. Me enganche pero no se cuando continúa

    ResponderEliminar
  10. Vamos a ver: ¿no tienen derecho a salir a una disco de ambiente? Si Rafael tiene que estar escondiando a Ángel del mundo, ¿qué sentido tiene la relación? El noviazgo se basa en la libertad de ambos. Aquí lo que pasa es que uno es novato y el otro experimentado, y por ende ven las cosas desde dos primas totalmente distintos. Se ve también que Rafael está más entregado y es celoso, pero el chico está más desligado, más libre. Esperemos que surja algo bueno, aunque sinceramente no se ve nada prometedora esta relación.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. tio no se ve nada prometedora esta relacion porque el chaval lo que quiere es conocer y lo va a tener muy jodido el mayor si lo quiere mantener. Si puede alejarlo del ambiente mejor pero ya se ve que no esta muy por ser fiel es lo de siempre en el mundo gay lo siento por el maduro

      Eliminar