72. Condena por un error

Tengo la cabeza que me va a estallar de las vueltas que vengo dándole a la putada que me ha hecho el niño con el hijo de puta de su profesor. Por una parte trato de justificarlo, de entender las circunstancias especiales que se crean entre un alumno y su profesor; es de sobra conocido que este tipo de abusos se dan muy frecuentemente y todos conocemos casos de niños violados por quienes los deberían educar. Al fin y al cabo no se marchó con ningún desconocido, algún vínculo les unía a ambos, puede que Ángel hasta admirase a ese señor como una reacción normal que a todos nos ocurre. ¿Quién no ha tenido un maestro que nos provoque fantasías de todo tipo en nuestra vida escolar? ¿A saber qué pasaría por su cabeza cuando el tipo le propuso ir al hotel?

Los niños se sienten importantes cuando su maestro les presta una atención superior al resto de los alumnos. Ángel me aseguró que cuando quedaron en ningún momento se habló de sexo, aunque luego cuando se enteró de que el destino era un hotel, ya se había imaginado que quizás lo intentara por ese camino, pero también pensó que ante las sugerencias él habría sabido evitar situaciones comprometedoras. Nunca dudó de que la situación se le fuera de las manos, lo tomó como un juego en el que suponía iba a ser ganador. La posibilidad de tener la amistad de su profesor le daba unas ventajas que no podía despreciar, y aunque al escuchar la palabra hotel le abrió los ojos del precio que le podía suponer, jamás se le vino a la mente que no dominaría las circunstancias. Cuando quiso reaccionar, ya había perdido el control de lo que le estaba ocurriendo, la poca experiencia en las artes embaucadoras que en el mundo gay son tan directas, sorprendió al niño que está más acostumbrado al flirteo heterosexual mucho más sutil, con muchos más rodeos, para seducir primero con la palabra y las sugerencias a fin de llegar muy poco a poco a la acción directa. Pero los gais sabemos que en el ambiente nadie pierde el tiempo con galanuras para llegar cuanto antes a tener una polla en la boca. ¡Con cuántos tíos habremos follado con los que no hemos cruzado ni una palabra! El profesor, viejo zorro en el ligoteo gay, supuso que el niño era como todos y no perdió el tiempo para lograr su finalidad, y esto fue lo que desarmó a Ángel y lo bloqueó en su lógica reacción de salir corriendo.

Mucha culpa puede ser mía que no le he enseñado nada para defenderse en esta jungla salvaje que resulta el mundo gay para los jóvenes primerizos y si encima son tan apetecibles como el niño, el peligro les acecha mucho más. Lo malo es que las lecciones teóricas no funcionan y las prácticas son demasiado peligrosas; todos hemos aprendido a sobrevivir en este ambiente a fuerza de ser utilizados, de haber sufrido los ataques de los depredadores y salir heridos. ¿Quién no ha tenido una relación tormentosa en la que más que disfrutar hemos sufrido y nos ha dejado marcados para siempre? Y todo es como una ruleta, porque ¿a cuántos hemos hecho nosotros daño para ―conscientemente o no― vengarnos del que nos hirió?...

Tras una primera relación frustrante por no llegar a la expectativa esperada, quedamos tan indefensos que más de un espabilado se aprovecha de nuestra debilidad dejándonos heridas que todos acabamos por olvidar, pero que ya han endurecido nuestra piel. Lo que pasa es que somos tan tontos que luego le echamos la culpa a los fracasos posteriores y no al origen y causante de nuestra frustración, aunque como suele ser el primer amor, con el tiempo lo divinizamos y no solo somos incapaces de comprender su engaño, sino que encima lo veneramos como el mejor para el resto de nuestra vida.
Todo este camino le falta por recorrer al niño y yo no creo ser un buen guía para ayudarlo. El hecho de que me lo contara casi inmediatamente demuestra que está perdido, sabe que ha cometido un error y se siente débil e inseguro. ¿Debería ser duro con él? ¿Debería romper esta relación solo por el tropezón que ha dado en este camino de iniciación que todos debemos recorrer?

Reconozco que es una posibilidad que estoy pensando, pero quizás no sea la mejor manera de ayudarlo por mucho que las cosas ya no volverán a ser igual. De todas formas, las cosas siempre van cambiando, la vida nos obliga a cometer errores y también nos brinda la oportunidad de tener éxitos que modifican las cosas y las tenemos que ir aceptando.

Lo más terrible es la pérdida de la confianza. En una relación esta circunstancia es la más dañina que puede haber, la confianza es, sin duda, el tesoro más valioso de una relación, pero también es el más frágil y su rotura no tiene recomposición posible. Podemos tratar de vivir con esta desgracia, y de hecho muchas parejas logran sobrellevarlo, pero es evidente que las cosas cambian drásticamente cuando esa confianza se pierde, y por muchos años que pasen, por mucho que el causante de este error trabaje lo imposible para purgarse y hacerlo olvidar, la confianza jamás vuelve del todo, las mentiras y los engaños en una relación se quedan como fantasmas flotando alrededor de la pareja de por vida y siempre dispuestos a aparecer ante la más mínima duda. Y cuando este engaño llega al punto de acostarse con otra persona, la herida que se crea es incurable por mucho amor que exista de por medio y por mucho perdón que se dé.

Desgraciadamente tiene parte de razón quien pueda pensar que sería un buen momento para dejarlo, pero no me parece que eso sea lo mejor para ninguno de los dos. Él lo tomaría como una excesiva condena por su error y una deslealtad no ofrecerle una nueva oportunidad y yo ¡estoy deseando volverlo a ver!

Claro que todo esto son reflexiones exclusivamente mías, con el niño no he hablado aún después de lo ocurrido de las consecuencias que su experiencia con el profesor nos pueda traer. En vista de lo mal que le fue y de su sinceridad al contármelo, no he quedado especialmente dañado. Siendo sincero me siguen jodiendo mucho más sus relaciones con la puta novia, de esas no me habla y estoy seguro de que le resultan más placenteras. No sé por qué ahí es donde yo veo el auténtico peligro para nuestra relación y lo que al final nos separará.