73. ¿Todos los gais somos ricos?

Este periodo de vacaciones navideñas me ha venido muy bien para largarme de Madrid, tratar de poner distancia, incluso física, con todo lo acontecido últimamente y quitar de mi mente, dentro de lo posible, el nombre de Ángel. Cierto que estos días de Navidad no son como para enmarcarlos. Los he pasado íntegros con mi hermano y su familia en Almería, aprovechando también para llevarle mi viejo coche. Me convenció con chantajes fraternales para entregarlo a cuenta del que quiere comprarse. Eso es lo que yo había pensado hacer algún día en que me decidiera a cambiar de coche. Ahora ya me quedo sin coche y sin nada para cambiar. Seguramente esta primavera me decida y me compre un cochecito pequeño no muy caro, pero sin prisa, porque en realidad no lo necesito.

Rápidamente mi hermano se adueñó de mi querido cochecito y de 500 euros que me ha sacado para los Reyes de sus hijos, bueno, y con ropa que compramos (compramos los dos, pero pagué yo solo) en unos grandes almacenes, que si no lo paro, lo vacía. Se pasó todo el fin de semana haciendo cábalas acerca del dinero que yo debo tener; según él debo estar forrado, porque un chico soltero sin mujer ni hijos no sabe cómo gastarse el dinero, claro que tampoco tenía yo ganas de darle explicaciones. Mi hermano piensa que yo no como, no pago hipoteca, no necesito ropa ni me divierto. En realidad, este pensamiento es muy habitual respecto a los gais: para el resto de la sociedad todos somos ricos.

Los dos días que estuve en Almería, un auténtico rollo, un petardo de días. Mi hermano muy orgulloso de su cochazo y lo que tenía que hacer era educar a sus hijos, que son egoístas, caprichosos e incapaces de sentir afecto por nadie, resultan los niños más odiosos que yo he conocido jamás. Cuando llegas te dan un beso porque se lo dice su madre; si les dices que estén un rato contigo, están tiesos como pinchados mirando para otro lado, sin atender nada de lo que les dices, deseando poder escabullirse del marrón que les supone estar con su tío. El jueves por la noche tomé un tren nocturno porque no me apetecía estar hasta el día siguiente en un ambiente tan incómodo.

Y fue la idea mejor que tuve porque ayer me ocurrió algo que, aunque fue breve, lo quiero contar con detalle. Aún no estoy seguro si fue bueno o malo lo que me pasó, pero al menos no tuve que aguantar a mi pedante hermano y a sus maleducados hijos.

Llegué a casa a las nueve de la mañana después de pasarme toda la noche en el tren y aunque cogí una litera, apenas pude dormir casi nada. Venia con la idea de tomarme un buen café y acostarme sin prever hora de levantarme.

Me despertó Ángel, vino con el tiempo ajustado, solo fueron tres horas, pero menos da una piedra. Nos dio tiempo para hablar y también para follar. Bueno, lo de follar es muy relativo, esa parcela la tenemos aún como una asignatura pendiente que no acabamos de aprobar. No pudimos penetrarnos ninguno de los dos; yo no pude porque le hacía mucho daño, aunque a pesar de sus gritos en ningún momento se le bajó la polla. Comento esto porque él tampoco me pudo entrar; cuando se ponía a ello se le bajaba la erección y así no hay manera. Me asegura que le gusta mucho follar y que se hace pajas pensando en que me la mete, pero cuando llega el momento se le va la fuerza. Estuve a punto de preguntarle si con su novia le pasa lo mismo, pero no quise montar líos, está claro que es mi culo el que no le pone y menos mal que mi boca funciona de maravilla porque en cuanto me acerco a su polla, antes de que mis labios la rocen ya se le pone como un palo de dura y eso me da coraje porque aunque es delgadita, podría resultar interesante la penetración por lo larga que la tiene.

Lo de hablar también es relativo, volvió a reconocer su error por irse con su profesor y está muy dolido consigo mismo por no haber sabido reaccionar ante las torpes maneras con que le entró el tipo y aunque sabe que no obró bien, en todo momento me dio la impresión de que él se ve a sí mismo como la víctima y que lo mal que yo pudiera sentirme como pareja engañada son únicamente daños colaterales.