69. Retorno al consolador

Anoche estaba muy jodido, luego hablé con Ángel y me tranquilicé, pero apenas he dormido ni una hora y al llegar la mañana vuelvo a sentirme mal. Cuando hablo con él parece que no pasa nada, le recuerdo lo de la sauna y se ríe y me pregunta: «¿Adónde me vas a llevar el sábado?». Él se lo pasa siempre bien, estoy seguro de que me quiere, pero de otra forma a como yo lo siento.

¡Ah!, y el jueves por la tarde estuvo con la zorra, me lo ha dicho como de pasada sin entrar en detalles, pero es fácil suponer lo que hicieron. Me revienta pensar que cuando penetra a esa puta seguro que no se le baja la erección como cuando lo hace conmigo.

En algún momento he pensado en el mérito que tuve por mi renuncia en la sauna a entrar con aquel tipo tan buenísimo a su cabina, oportunidad que difícilmente se me volverá a presentar. Aunque debo confesar que en estos momentos soy capaz de renunciar a muchas cosas y sin sacrificio. Estoy en una fase en que solo me interesa el niño y cuando llegue hoy solo a casa buscaré el viejo consolador y lo volveré a poner en marcha para dormirme con él dentro pensando que es la pollita de mi nene que duerme tras de mí.

Acabo de hablar con él y... malas noticias. Se marcha todo el fin de semana a Sevilla para la puesta de largo de una prima suya. Una de esas gilipolleces de la gente de alta sociedad que no sabe en qué gastarse el dinero y no paran de hacer tonterías. Y, de paso, joden al prójimo que en este caso soy yo que me tengo que chupar otro fin de semana solito. Pero lo peor (con ser esto suficientemente malo) es que seguro que la zorrita va también. ¡Cómo tienen que seguir dando imagen! Y ahora veré qué me toca hacer a mí: ¿aguantarme estoicamente y guardarle la ausencia en casa pensando en lo bien que se lo estará pasando su novia o buscarme la vida a ver si aún está libre el tipo buenorro de la sauna del otro día? ¿De qué me sirve a mí que cuando el niño me da la noticia se ponga todo triste y me jure y perjure que si es por él no iría? Pues la verdad es que de nada, no me sirve de nada; solo sé que vuelvo a tener frente a mí un par de días con sus noches llenas de tentaciones, unas sugeridas por mi mediocre vida sexual y otras por el despecho que siento ante una nueva derrota frente a mi enemiga. ¿Qué haríais en mi lugar? Una pareja es cosa de dos y no es justo que él tenga derecho a estar con la puta y yo solo pueda acompañarme del viejo consolador (que, por cierto, se la ha roto la vibración). Y reconozco que las tentaciones están ahí: mi eterno follamigo Tino que para el sexo es único, tengo un correo electrónico de Basurto que me habla de una nueva reunión en Vallecas con posibilidades para mí y, en ocasiones de incertidumbre como en estos momentos, surgen los viejos fantasmas de los lugares sórdidos en los que alguna vez lo pasé bien (y tantas veces mal).

Anoche me llamó Paquito, y como siempre que lo hace es para contarme sus desgracias. Es de los que cuando las cosas le van bien no se acuerda de nadie y vive solo para él; por desgracia, es una forma de ser tan habitual en este mundo egoísta que ya la gente hasta lo ve bien tener esa actitud. Seguro que todos tienen conocidos que son conscientemente incapaces de compartir sus buenos momentos.

Bueno, pues a Paquito le ha vuelto su vieja maldición y el colombiano que tanto lo ha hecho sufrir se le presentó nuevamente en su casa. Al parecer, Barcelona ya no le da más de sí, su abiertamente reconocida profesión de chapero requiere un constante cambio de sede porque los clientes no son tantos y encima les gusta la variación. De primeras, la visita fue de cortesía y de amistad, pero al final acabó pidiéndole dinero prestado que «se lo devolverá en cuanto empiece a trabajar en la sauna». Al menos no se le quedó en la casa y la petición la hizo por favor. Estas valoraciones le impresionaron a Paquito que se esperaba algo mucho peor.

Reconozco que no es el amigo perfecto, pero yo le tengo un cierto aprecio y espero que las cosas le vayan bien. Mañana hemos quedado para vernos y continuar la charla. ¡Qué injusticia! ¡El niño pasándolo fenomenal en Sevilla y yo aquí consolando a un amigo deprimido!