52. Noche casi perfecta

Tras esa especial ceremonia de aseo, paseamos por el bonito paseo marítimo de Santander y cuando vimos un restaurante que nos gustó entramos a cenar. Como no encontramos después ningún local de copas que nos atrajese, nos dirigimos al parador con la sensación de que era lo que ambos queríamos aunque ninguno lo mencionara.

Todo fue muy bien hasta que nos vimos nuevamente en la habitación. El ambiente estaba tenso. Ninguno de los dos estabamos dispuestos a dar el primer paso.

―¿Qué cama prefieres? ―le pregunté por romper la tensión―.
―Esta al lado del balcón.
―Justamente la que yo había elegido para mí ―le dije con cachondeo―.
―Pues habrá que compartirl ―respondió el niño con un gesto malicioso y encantador―.
―Tú sabrás a lo que te arriesgas.

Entré al baño a lavarme los dientes y cuando salí encontré a Ángel dentro de la cama y tapado hasta las orejas.

―¡Qué rápido eres!
―Se me olvidó decirte que yo siempre duermo desnudo ―me advirtió con la misma sonrisa maliciosa de antes―.
―¡Qué casualidad! Yo cuando duermo en los paradores de Santander también duermo desnudo, pero como soy tímido déjame que apague la luz mientras me desvisto.

Apenas me empecé a desnudar me di cuenta de que estaba excitado y cuando entré en la cama y sentí el cálido cuerpo del niño, supe que aquello iba a funcionar de maravilla.

El primer abrazo creo que no lo olvidaré nunca. La excitación del chaval era total y la mía exactamente igual. El niño besa de muerte, me comió el cuello y la oreja de una forma que resultaba irresistible. Yo quise tener cuanto antes su larga y delgada polla (tal como yo me la había imaginado) en mi boca y el suspiro que dio en la primera chupada más pareció un grito de dolor que de placer. Con tremenda agilidad se dio la vuelta, tiró la ropa al suelo y sin apartar su polla de mi boca, buscó la mía y se la tragó hasta la campanilla. Solo se la sacó minutos más tarde para gritarme: «¡Quita que me corro!». Dejé que cayera su semen en mi pecho y sin sacarse mi polla de su boca se quedó unos minutos medio muerto. Me dio pena y quise sacarla pero no lo consistió y al poco continuó en su manada, bastante torpe ya que sus dientes castigaban con frecuencia mi prepucio que, a pesar de estar muy excitado, notaba que no tenía intenciones de terminar. El niño se lo tomó como un reto y en ningún momento permitió que la sacara. Le tuve que decir que también me gustaba que me la menease con la mano para convencerle de que me dejara de castigar con sus dientes. Masturbando tampoco era un lince; aprovechando que para entonces el niño estaba nuevamente empalmado, le enseñé como se hace una buena paja al compañero y nuevamente eyaculó, eso sí, con bastante menos leche. El niño se quedó ya totalmente derrengado y me dejó que yo mismo terminase. Me levanté a ducharme y cuando volví estaba totalmente dormido. Me acosté en la otra cama y sin poderme dormir, estuve hasta las tres o cuatro escuchando la fuerte respiración de mi niño que parecía un angelote feliz. De madrugada me despertó cuando se pasó a mi cama pero ambos seguimos durmiendo.

Cerca de las dos de la tarde del sábado se despertó el chaval. Yo para entonces ya había bajado a la cafetería del parador y me pilló decidiendo si reservaba mesa para comer en el mismo parador o no, cuando sonó mi móvil. Ángel con voz de ultratumba me preguntaba que adónde había huido. Le pregunté que si comíamos aquí o en ruta y me dijo que tenía un hambre canina y que reservase como para comer cinco personas.

Le esperé en la misma cafetería y te juro que cuando lo vi aparecer por la puerta sentí una especie de emoción muy agradable. Sí, su aspecto era de aún más niño que ayer, pero a la vez supe que me gustaba, noté que ya lo quería como algo muy especial. Le hubiera dado un fuerte apretujón, pero me cortó la gente presente. Durante toda la comida y el viaje de regreso solo pensaba en volver a tenerlo desnudo junto a mí y fundirnos en otro abrazo como el de anoche.

Concluí que las cosas nos fueron bien, pero en cuestión de sexo, el asunto ha resultado un poco flojo. Lo bueno es que entre los dos se ha creado un vínculo que pinta bonito. Poco a poco tendremos que ir mejorando esa parcela de la cama, aunque me parece que hasta que lleguemos a la penetración nos falta un largo recorrido por andar. De todas formas yo me conformo con lo que hemos tenido hasta ahora y no me importa seguir en esa línea lo que haga falta.