54. Costumbres del pasado

Ángel no se quedó a pasar la noche en mi casa porque no podía; bueno, o quizás no le apetecía, pero yo se lo propuse. Sus relaciones familiares son un poco misteriosas, al menos son como un algo aparte de lo que mucho no habla y sobre lo que yo no pregunto. Por otro lado, comprendo que si vive en el seno de una familia, tenga sus reglas y sus compromisos. Es muy diferente a cuando ya estás totalmente independizado que no tienes que dar explicaciones por todo lo que se salga de la rutina, y no ir a casa a dormir es algo distinto a lo que el niño hace habitualmente y menos en un día laborable. Supongo que en fin de semana tendrá más posibilidades.

Precisamente ayer hablando por teléfono de este sábado y domingo que yo tengo libres me dijo algo que me descuadró un poco mis esquemas mentales. Sin dejarme muchas opciones para proponer nada, ya me avisó de que el sábado por la mañana tenía que ir al picadero a no sé que cosa con los caballos y que después tenía una comida con sus padres en casa de su exnovia. Yo me quedé bastante despistado: ¿qué tiene que ver su ex con sus padres y en una comida? No pude por menos que mostrarle mi extrañeza, y él tampoco pudo por menos que darme una explicación aunque en un tono fingidamente banal: que los padres de ella y los suyos se conocen desde hace mucho tiempo, que si ellos aún no han aclarado el cambio de novios a amigos en sus respectivas familias, que son comidas habituales, pero que en la tarde noche ya se encargaría él de despistarse para quedar conmigo para que lo lleve a bailar a un lugar de ambiente.

Yo no quiero meterle ninguna presión. Debe ser la forma de vivir de los ricos, no obstante me aventuré a sugerirle que quizás sería apropiado aprovechar esa comida para aclararle a todos los comensales sobre el cambio de relación con su novia. Y aquí sí que pude notar un tono más serio en su voz cuando me preguntó: «¿Para ti eso es muy importante?». Le aseguré que no, que para nada, que a mí me daba lo mismo y que yo no quería meterme en su vida familiar, que solo era una insinuación sin más.

Lo malo es que yo sé que cuando le estaba diciendo esto no era del todo sincero, la verdad es que de alguna manera me fastidia que tenga que ir a casa de su novia a comer y que siga tan relacionado con ella. Y no pienso que sean celos, es como esa sensación desagradable que tienes cuando sabes que una persona a la que quieres tiene que pasar por una experiencia que le puede hacer sufrir. Aunque tampoco estoy seguro de que en realidad lo pase mal, es más, a mí me pareció que hasta le hacía ilusión el plan que tenía para ese día.

Bueno, no le quiero dar mas vueltas al coco. Me centraré en buscar un lugar de ambiente que pueda gustarle para llevarlo a bailar por la noche y con eso me conformaré.

¡Ah!, se me olvidó contar ayer una cosa que en principio no le di importancia, pero que luego no se me fue de la cabeza: durante el sexo oral que tuvimos en mi casa, en un momento dado se quedó mirando mi culo, y dándome una palmotada me dijo: «¡Qué culo más feo tienes!». Y se echó una carcajada. Es la primera vez que habla en forma peyorativa de una parte de mi cuerpo, y precisamente la parte que yo considero más aceptable y en la que más esperanzas tengo para nuestras futuras prácticas sexuales.

Bueno, hoy estoy un poco negativo y será mejor que no haga demasiado caso a estos pensamientos que enturbian mi cabeza.

Es preferible que me anime recordando la pasión que en la tarde de ayer puso en sus besos, en su forma sensual de tocar mi excitado cuerpo con sus manos, incluso en la poca pericia de su boca en sus recorridos por mi polla a pesar de notar también sus blancos y cuidados dientes en la piel.