47. Curiosidad (in)satisfecha

Ya sabía que este fin de semana no me iba a ver con Ángel porque tiene carreras. Pero como yo no tenía nada que hacer se me ocurrió ir al hipódromo sin decirle nada solo por pasar la tarde. Como no pude entrar al paddock, desde las tribunas no pude ver ni a su padre (que también me hacía ilusión) ni al niño. Me gasté una pasta en las apuestas sin sacar ni un duro y al final la verdad es que estaba muy desilusionado por todo, por no ver a nadie, y por no ganar ni un euro.

Pero lo peor estaba por pasar: cuando estaba en la cola para tomar el bus de regreso, vi su coche que se acercaba y estuve dudando entre hacerle señas o seguir escondido. Cuando estaba más cerca, salí de dudas. No iba solo. A su lado estaba un chico y los dos se reían con buena gana. Me escondí tras la parada y ahí me quedé impactado con lo que había visto.

La verdad es que poco a poco empecé a racionalizar y ni era tan raro que estuviese con otro chico ni yo tengo por qué mosquearme con ello. No es mi tipo, pero no sé por qué me dolió verlo con otro hombre. Hasta ayer domingo no me llamó, me contó cosas del hipódromo, de su trabajo que está terminando, y de que está semana quiere sacar un rato para vernos y hacer planes para el próximo finde. De su compañero de coche ni pío, y yo tampoco podía decirle que lo había visto para no quedar como una mierda.

Sigo sin saber si es activo o pasivo. La explicación que me dio no me aclaró nada en absoluto. Resulta que penetrar no le gusta, pero tampoco admite que le entren a él. Solo parece darle importancia, según sus palabras, al «miembro viril». Justamente de lo que yo voy menos sobrado a no ser que, como parece no tener mucha experiencia, no pueda comparar y la mía le parezca suficiente. Es como si fuera redondo pero en plan monjita limitándose solo al tipo de sexo suave. Y yo ya no tengo ni edad ni ánimo para perder el tiempo en esas memeces.

Una confesión: me pajeé pensando en su papá. Si lo hubierais visto os quedaríais tan prendados como yo. Más de uno no lo habría dejado escapar. ¡Cómo le sentaba aquella chaqueta azul marino! Y con la mujer tan petarda que tiene (lo siento por el niño, pero su mamá es un repollo trasnochado aunque a él no se lo diré nunca) no me extrañaría que le ponga los cuernos de vez en cuando, porque es seguro que puede tener las mujeres que le dé la gana. Es de esos tipos maduritos que resultan irresistibles para mucha gente. Y volviendo al niño, anoche hablamos y como no se me va de la cabeza la imagen de Ángel con el otro chico en su coche, le pregunté qué había hecho inmediatamente después de las carreras, y me contestó lo que yo quería saber: me dijo que se marchó a su casa después de dejar en la suya al yóquey que había montado su caballo, que, como vive en Vicálvaro, lo acercó con su coche. Misterio resuelto y mi curiosidad satisfecha.