Vivencias de un gay

jueves, 17 de julio de 2014

33. Algo más que un buen consejo

Ayer por la tarde fui a casa de Paquito porque entiendo que ahora me necesita, aunque mi temor era encontrarme con el colombiano al que ya le he cogido un poco de miedo porque ya no hay ninguna duda de que es un delincuente común que puede generar algún disgusto gordo. No estaban ninguno de los dos, pero a Paquito lo localicé en el café Figueroa por el móvil. Está superpreocupado con el lío del cura. Resulta que lo había llamado (no entiendo por qué tenía que haberle dado su teléfono) y le ha pedido que se vieran nuevamente porque las cosas se han complicado y quería explicárselo en persona. Me decía que lo notó tan desesperado que le dio miedo preguntarle más y ha quedado con el cura hoy lunes a la noche. Me ha pedido Paquito que le acompañase a la entrevista y, aunque no me apetece nada meterme en ese lío, comprendo que mi amigo me necesita y, ya que él se ha metido en el follón, habrá que echarle una mano, aunque te juro que no me apetece nada ver a este cura que ha estado jugando con fuego y se ha quemado.

Pero, a pesar de que sigo estando en el momento más bajo de mi historia, cuando caminaba hacía el café Figueroa me crucé con un chico de unos 20 años que se me había quedado mirando. El chaval no era feo, aunque su aspecto en general era como si hubiera llegado del pueblo ayer mismo: ropa de corte antiguo, zapatos de los que se ponía mi abuelo y un corte de pelo estilo Manolo Escobar. No le presté más atención que hacerle la radiografía que he descrito. Los chicos tan jóvenes no me dan ningún morbo, puedo reconocer su belleza pero no pasa por mi cabeza ni la menor idea erótica. Los hombres o están hechos del todo o se quedan a medio camino, y eso significa que todo se queda a medias. Es una pena que yo no tenga ese gusto por la juventud porque hoy posiblemente hubiera ligado con el guapo paleto que, claro, al menos me ha servido para levantarme un poco la autoestima.

Pero tengo que contar la entrevista con Pablo el cura. Nadie sabe de la mala gana con que yo iba; lo hacía con la responsabilidad de ayudar a un amigo, pero totalmente obligado. Cuando hemos llegado al café Gijón, pasaron cinco minutos de la hora prevista y enseguida me dice Paquito: «Allí está, es el de pelo blanco del rincón».

¡Qué señor tan atractivo! Este ha sido mi primer pensamiento cuando lo he visto. Al llegar a la altura de su mesa mi estado anímico era otro muy distinto al que llevaba, empezaba a gustarme la idea de haber ido. Nos presentó mi amigo y noté un cierto desconcierto en el gesto del cura —obviamente, no me esperaba—. Paquito le dijo que yo estaba al corriente de todo y que nuestra amistad podría servir de ayuda. Estuvimos hablando de cosas sin importancia para romper el hielo, donde yo me mostré lo más amable que pude. Luego nos contó las últimas novedades de su relación con el colombiano. Al parecer, el hecho de que Paquito estuviera enterado de todo irritó sobremanera al colombiano y se presentó en la Iglesia para hablar con él. Cuando se quedaron solos, tu compatriota sacó una navaja y enseñándosela lo amenazó seriamente con usarla en la próxima ocasión si no le daba el dinero o si hablaba nuevamente con Paquito. El hombre, a pesar de estar muy nervioso, trataba de mantener la compostura con cierta dignidad. Llevaba un jérsey de cuello alto con dibujos verdes y azules que le quedaba de impresión; no podía por menos que imaginármelo vestido de cura y eso me daba un morbazo increíble. Pablo —así nos presentó Paquito— es un señor de unos 55 años, algo más bajo que yo, con un rostro sonrosado, una mirada clara y de buena persona y con un cuerpo relleno, pero sin llegar a ser gordo para nada. Su conversación es cálida y llena de humanidad, es evidente que no se merece lo que le está pasando. En cuanto lo vi, decidí que tenía que ayudarlo, le hablé de un conocido mío abogado (gay, por supuesto) que nos podía dar alguna recomendación. Esto lo tranquilizó tanto que me animó a telefonearle en ese momento, aunque no confiaba en pillarlo. Hubo suerte y lo localicé. A pesar del tiempo que no hablábamos, se mostró encantado conmigo y, tras prometerle que nos veríamos en breve, le planteé el caso con el mayor detalle y haciendo hincapié en las especiales circunstancias laborales de Pablo. Con una agilidad admirable nos propuso un plan: en principio hablaría con el colombiano para que desistiese de sus intenciones y para decirle que si no lo hacía, presentaría una denuncia utilizando un hombre de paja. Este abogado conoce a personas que por dinero se hacen pasar por las víctimas y las denuncias se presentan a su nombre, es gente que no tiene nada que perder y pueden sacar así algún dinero. De esta forma al colombiano se le puede complicar mucho la vida y a Pablo solo le quedaría hacer una denuncia por falsos testimonios y ofensas contra su honor en el caso de que tu compatriota mantuviera su versión en el juzgado, implicando a un cura que ni conocía. De todas formas, en estos casos el abogado nos dijo que ante el planteamiento de todo esto el colombiano se quitaría de en medio porque tiene todas las de perder y, si no es tonto, pondrá tierra de por medio.

No sé si será porque, aún sin entenderlo muy bien, veía Pablo que yo lo estaba ayudando o porque nos hemos caído bien mutuamente, el caso es que a partir de ese momento la conversación la hemos monopolizado él y yo únicamente. En el apretón de manos de la despedida me ha parecido que estaba dándome algún mensaje. Ya sé que no debo ilusionarme, pero la verdad es que ya tengo ganas de verlo nuevamente, aunque no hemos quedado en nada en concreto. Ya sé que me diréis que soy un caso perdido y que me enamoro de todo, pero reconozco que este señor me ha gustado y tengo casi la certeza de que yo no le he parecido mal; el problema es que puede ser pasivo a pesar de que en su aspecto no lo parece en absoluto. Yo sé por su relación con Paquito que el colombiano es activo, claro que los chaperos suelen ser redondos por las necesidades de su trabajo y cabe la posibilidad de que Pablo sea perfecto. Aunque lo más razonable es que no haga cavilaciones gratuitas porque hasta ahora las cosas que pueden suceder solo están en mi cabeza.

8 comentarios:

  1. Vaya cambio de actitud. Actúas por interés. Pero todos hacemos lo mismo. Yo soy funcionario y cuando un tío me gusta me doy cuenta que lo trato mas amablemente

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  2. Quiero saber si te has follado al párroco después de lo que te lo estas currando

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  3. Aquí en mi tierra se solusiona mas fasil se le paga a unos sicarios y le rompen el rostro al chantajista. Aquí las Iglesia tiene poder y nadie se mete con ella

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  4. Yo hubiera preferido al chico de pueblo antes que al cura. Los de pueblo también sabemos follar y mejor que muchos pinos de ciudad y mejor que los curas. Tu te lo perdiste

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  5. Críticab as al cura y ahora quieres llacer con el
    .Que cambiante es el ser humano

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  6. Necesitamos saber como sigue o como termino tu historia con el párroco. Promete una tórrida relación que solo imaginarla ya me la pone tiesa después de moros y turcos esta bien follar con un cristiano. Hoy seguirá la continuación mi pareja y yo haremos lo mismo que tu con el párroco. Así variamos nuestros polvos para no ser monótonos je je

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  7. ME GUSTAS TU - ERES BUENO AYUDAS AL CURA

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  8. ME GUSTAS TU - AYUDAS AL CURA

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